El caso de Marco Aurelio y Cómodo plantea varias cuestiones del mayor interés. Vimos, o vislumbramos, en un comentario anterior, el de la difícil fundamentación de la virtud. Podemos suponer que Cómodo, llegado al poder, se dijera: “¿No es estúpido que, ahora que tengo el poder, restrinja mis deseos y mis apetencias? ¿No son ridículas las enseñanzas de mi padre y mis mestros, buenas para consolar al esclavo o a quien no dispone de medios, pero absurdas en otros casos?”. El razonamiento tiene lógica, no es irrazonable. Pero además podemos discernir otros problemas, como la naturaleza del derecho y los límites de la educación. Por supuesto, no voy a intentar siquiera clarificar ahora estos asuntos, pero vale la pena aproximarse un poco a ellos.
Veamos la cuestión del derecho. En la concepción estoica, el gobernante es el servidor de la comunidad. Ello implica la idea de un derecho o justicia natural a la que debe servir quien dispone del poder. Pero existe otra concepción también razonable al respecto: la de que no existe tal derecho natural, sino que quien dispone del poder es, él mismo, la fuente del derecho. Cómodo obró de acuerdo con esta concepción: se declaró a sí mismo, no el servidor de una justicia preexistente, sino el fundador de esa justicia: sus decisiones constituían la legitimidad legal y moral. Esta concepción dista de ser pura arbitrariedad: por el contrario, la lucha entre ambas concepciones recorre toda la historia de la civilización, la percibimos en el mito de Antígona, o en la contienda entre la idea confuciana (“obedecer los mandatos del cielo”) y la legista: el legislador crea el derecho. Y, por supuesto, en la actualidad. No hace falta dar indicaciones.
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El rey con el golpismo
El rey ha tomado partido inequívoco por Zapo, es decir, por el golpismo. Y lo ha hecho con deliberación, no nos quepa la menor duda, agravada por el intento posterior de la Casa Real y de Rubalcaba (¡madre mía! ) de jugar con equívocos pueriles que no mejoran la situación. Ninguna duda al respecto. Posiblemente cree que así, con ese servilismo (similar al que demostró hacia Carod) ante sus enemigos declarados, salvará la monarquía. Lo que hace es ilegitimarse. Allá él. He dicho en otras ocasiones que si alguien puede hundir la monarquía es el monarca.
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Mangancia
Un libro de religión de la pandilla marianista explica “el capitalismo” siguiendo las normas del marxismo patafísico desarrollado en la Iglesia a raíz del “diálogo con los comunistas”, que tanto bien hizo a estos y tanto mal a la Iglesia. Estos libros de SM, tan ampliamente difundidos en la enseñanza de los centros concertados, son simple basura, una manifestación de auténtica mangancia. ¿Mangancia? ¿No exagera usted? Sí, hombre, o peor que mangancia, porque estafan a chicos y chicas que no pueden defenderse. A estas alturas y con la experiencia habida nadie puede llamarse a engaño.
No extraña que tantos directores de centros concertados estén saboteando las directrices de los obispos sobre la "perversión de la ciudadanía": ellos mismos la vienen practicando desde hace muchos años.
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¡Rediez, en LD!:
"Durante años se ha estado propagando la injusticia de la situación de 600 fosas que acogieron a unas 37.000 víctimas de la izquierda".
Pero, vamos a ver: ¿cómo una persona medianamente seria puede dar el más mínimo crédito a esas cifras, a estas alturas? Son manipulaciones como las cifras de víctimas del bombardeo de Guernica, las de los muertos en Badajoz o cualesquiera otras que maneja la izquierda, inflados diez o más veces por término medio. ¡Y estas golfadas se presentan como si respondieran a alguna realidad, hay que fastidiarse!
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"El dato más significativo políticamente fue la carta del 27 de mayo de 1943, en la que el dictador contestaba a la escrita el 8 de marzo por Don Juan. Ya la había replicado indirectamente al inaugurar las Cortes, pero ahora se extendía sobre sus criterios políticos. Criticaba al pretendiente por no haberse expresado como príncipe heredero "de acuerdo con la voluntad que ejerce la potestad actualmente (el propio Franco) y en continuación de la gran obra política que nuestra cruzada hizo posible". Admitía "las dificultades que se presentan para exigiros una fe ciega en nuestra obra", pero le reconvenía (...)
Franco no olvidaba replicar a expresiones insultantes de Don Juan, como el recordatorio de que Alfonso XIII había salido de España por no mancharse de sangre. Tal ejemplo, escribía Franco, "no puede constituir escuela a seguir por nuestros príncipes", porque "sus nobles palabras y su desinterés, apreciables como hombre, no le elevan en cambio como rey. Mucha fue la sangre que se vertió luego como consecuencia de aquel acto". Le recordaba la traición de Alfonso XIII a Primo de Rivera, con la que había sentenciado su reinado, y cómo "los que habían empujado al rey a tomar aquella decisión se apresuraban a subirse a la carroza del vencedor titulándose ¡republicanos de toda la vida! Esta es la historia que interesa que no se repita. Ninguno de los que pretenden aleccionaros arrastra más que sus propias ambiciones: el puesto perdido, la embajada malograda, el condado frustrado, el bufete perdido o los intereses afectados".
Igual valor aclaratorio tienen sus frases sobre la situación internacional: "La posición en este orden mantenida por España ha sido muy clara: de simple neutralidad ante los problemas que enfrentaron a las naciones civilizadas del centro o del norte europeo, mas cuando la guerra llegó al Mediterráneo occidental amenazando nuestras fronteras y costas, la neutralidad de España se matizó con una situación tensa y vigilante. España no podrá ser jamás indiferente a lo que ocurra en este espacio. Análoga consideración nos movió ante el problema comunista (...) Las naciones se guían por su propio interés y no por sentimentalismos, pesan las realidades y no las ficciones. La alianza de S. M. británica con Stalin es un ejemplo (...) Por ello es criminal la labor de quienes, en su miseria intelectual, conciben una España subordinada al extranjero, e intrigan en el extranjero o en sus cancillerías, ofreciéndoles los servicios de sus torpes pasiones, intentando comprometer en ello el nombre de V. A. , con el que, sin escrúpulo, especulan".
(En Años de hierro)
(Pero Don Juan, claro, facilitaba aquellas especulaciones)