A ver si algún experto pone los puntos sobre las íes a este texto:
"Marcaron este siglo (el XIII) asimismo las órdenes mendicantes, ante todo la dominica y la franciscana. Las dos seguían la indicación de Jesús de un total desprendimiento y pobreza, reaccionando –sin herejía– contra la opulencia y ostentación en que había caído buena parte de la jerarquía eclesiástica, la cual despertaba sentimientos anticlericales, sátiras y actos violentos. La orden franciscana fue fundada por el italiano Francisco de Asís en 1208, y la dominica por el español Domingo de Guzmán siete años más tarde, y las dos habían crecido con rapidez por toda Europa occidental.
Las dos órdenes propiciaron el mayor desarrollo intelectual de Europa, llevaron al apogeo la Escolástica y echaron las bases del pensamiento científico. Suele considerarse aristotélicos a los dominicos, y platónico-agustinianos a los franciscanos, pero unos y otros combinaron las dos tradiciones filosóficas, si bien de distinto modo. Como figuras cumbre entre los dominicos destacaron Alberto Magno, alemán, y su discípulo Tomás de Aquino, italiano, ambos canonizados por la Iglesia. Ambos buscaron conciliar la fe con la razón y la ciencia. Alberto poseía un saber amplísimo y bien fundado para su tiempo, tanto en teología y filosofía como en ciencias particulares, desde la astronomía a la química, la zoología o la física, las cuales se englobaban por entonces en la misma filosofía. Estudioso de la naturaleza, afirmó que el método no consistía en ratificar las conclusiones de otros sabios, sino en investigar los fenómenos directamente. La filosofía debía supeditarse a la teología, la ciencia máxima, distinguiendo entre verdades conocibles y misterios, solo accesibles por revelación. Fue el principal comentarista de Aristóteles después de Averroes, y contra este defendió el libre albedrío y la responsabilidad humana como fundamentos de la ética, y evitó el racionalismo o el panteísmo presente en ellos para hacerlo coherente con la doctrina cristiana.
Tomás redondeó y perfeccionó la línea de Alberto en una magna síntesis, la Summa teologica, siguiendo igualmente más a Aristóteles que a Platón.Reconoce la razón como un potente medio para acceder a la verdad, aunque no plenamente, pues la verdad en sus grados más alto exige la revelación; así, la existencia de Dios puede demostrarse racionalmente a través de sus célebres cinco vías, aunque su mayor comprensión exige la fe. El fin de la vida en la tierra es alcanzar el máximo de felicidad mediante el espíritu pacífico, la caridad y la santidad, alcanzándose la felicidad completa con la visión beatífica de Dios, tras la muerte. Para el gobierno de los hombres existe la ley natural, impresa en la naturaleza humana, universalmente válida, cimiento de las leyes concretas y piedra de toque para juzgar estas (contra, por ejemplo, las leyes tiránicas). La teoría de la ley natural, aunque negada por tratadistas muy posteriores, ha influido en casi todos los textos legales europeos, y una derivación de ella ha sido la concepción de los derechos humanos como naturales. Dicha ley viene a ser una manifestación de la ley eterna de Dios que rige el universo, e incluye principios básicos como hacer el bien o el derecho a vivir y procrear. El ordenado y formidable sistema de Tomás de Aquino fundamentó en adelante la orientación principal de la filosofía y la teología cristianas.
Los franciscanos, rivales de los dominicos, teorizaron sobre todo desde la Escuela de Oxford, fundada por el inglés Robert Grosseteste, que distinguió las matemáticas como ciencia principal y clave de las demás, y esperaba explicar el mundo por medio de la geometría, un enfoque platónico. Su mayor contribución fue la clara concepción del método aristotélico: inducción a partir de hechos particulares para llegar a conclusiones generales, y el complementario de hacer predicciones particulares a partir de dichas conclusiones, para confirmar la validez de ellas. Doble vía de llegar a la verdad, que debía basarse en la experimentación. Con ello dio un gran paso hacia la sistematización del método científico. De la misma escuela, el también franciscano Roger Bacon fundamentó más a fondo, teórica y prácticamente, el método experimental.
El escocés Duns Scoto separó en mayor medida la filosofía de la teología, consideró reales los universales, en la tradición agustiniana, y negó la distinción entre esencia y existencia, que Tomás de Aquino había recogido del islámico Avicena. Al revés que Tomás de Aquino, y contra el hilemorfismo de Aristóteles, consideró la existencia de una materia primera sin forma, y de sustancias espirituales sin materia, o que una misma sustancia puede tener más de una forma. Destacó la individuación, que distingue lo propio del individuo de lo que le es común con los demás, como opuesta a la comunidad: solo existe lo individual y solo con ello se entiende la realidad. Recalcó la voluntad no condicionada de Dios y el libre albedrío humano (voluntarismo). Para él, algunos predicados pueden aplicarse por igual a Dios y a las criaturas, mientras que Tomás de Aquino consideraba que lo que se predica de las criaturas no puede aplicarse a Dios más que por analogía. En cuanto a la existencia de Dios, arguyó que la totalidad de las cosas causadas debe ser ella misma causada por algo ajeno a esa totalidad; de otro modo caeríamos en el sinsentido de adjudicar a la totalidad causa de sí misma.
En realidad, la cuestión de la razón y la fe no es solo el gran tema de la Escolástica, sino de toda la filosofía occidental, planteada desde diversas perspectivas: ¿existe Dios? ¿Existen los universales? ¿Tiene el mundo fundamento en sí mismo o exige un factor externo a él? ¿Es primero la materia o el espíritu? ¿El verbo o la acción? ¿La esencia o la existencia? ¿De qué se puede hablar y de qué no? ¿Podemos conocer el mundo?.. Y otras derivadas, como el origen y justificación de la moral o del poder. Al no haberse respondido nunca a estas cuestiones de modo concluyente, cabría pensar que el titánico esfuerzo filosófico ha sido baldío. Pero, pese a no haber alcanzado nunca su finalidad, ha alumbrado o profundizado hechos como el pensamiento científico o el democrático. Tales cuestiones derivan con mayor o menor agudeza de la propia condición humana, pero su desarrollo exige esa tensión entre poder político y religioso típico de Europa occidental y cierta estabilidad y desahogo con respecto a enemigos exteriores".
(Arístides)
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–Por decirlo vulgarmente, solo he echado un polvo en mi vida, y me avergüenzo profundamente.
–¿Te avergüenzas de haberlo hecho solo una vez?
–No, sino de aquella única vez que lo hice.
–¡En la vida había oído algo así! ¿Tan mal te fue? No lo entiendo.
–No entiendes porque eres un necio apenas racional, es decir, apenas hombre. ¿No es el hombre un ser racional? Pues lo que distingue al animal racional del animal sin más es que no obra sin ton ni son, sino que sabe, o aspira a saber, el por qué y el para qué de lo que hace.¡No volveré a hacerlo sin saber el por qué y el para qué!
–¡Hombre, tío, todo el mundo sabe que eso da mucho placer! Debiera ser un por qué y un para qué suficiente.
–Lo será para ti, pero no para cualquier ser medianamente racional. Produce placer, sí, pero ¿por qué lo produce? ¿Por qué va el placer asociado al acto? En otras palabras, ¿cuál es el por qué y el para qué de ello? No volveré a fornicar si antes no sé por qué lo hago.
–Pero todos sabemos que, en fin, la reproducción viene de ahí.
–No basta, ni aun dando por sentado que la reproducción vale la pena, que habría mucho que objetar a eso, poniéndonos en plan racional. La enorme mayoría de los actos sexuales no va encaminada a la reproducción.
–Bueno, pues va encaminada al placer.
–¡Y dale! No va encaminada a ningún placer, sino que el placer va asociado al acto, como va asociado a tomar drogas o emborracharse, a algunos les causa placer matar o hacer daño... En fin, te repito, ¿por qué causa placer ese acto?
–Pues te vas a pasar la vida con esa sola vez, porque, por lo que yo sé, nadie ha dado una explicación.
–¡Ah, qué duro es ser un animal racional...! Pero o lo somos o no lo somos. Hay que ser consecuente.
(Filiberto)
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Lo tomo de García Domínguez, en Heterodoxias.net
Cantaba Brassens
Es cierto que son bonitos todos esos pequeños pueblos,
todas esas villas, esas regiones, esos países, esas ciudades.
Con sus castillos, sus iglesias, sus playas...
Sólo tienen un punto flaco: Estar habitados.
Estar habitados por gentes que miran
con desprecio a los demás, desde lo alto de sus murallas.
La raza de los patriotas, los portadores de banderas.
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.
Malditos sean esos hijos de su madre patria (...),
¡Dios mío qué feliz sería la Tierra
si en ella no habitase esta raza incongruente,
esta raza inoportuna y que abunda por todas partes!
La raza de la gente de su tierra y su tradición.
¡Qué hermosa sería la vida, Señor,
si no hubieses creado de la nada a esos bobos!
Es la prueba, quizás definitiva, de tu inexistencia:
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.
¡El pobre Brassens! Pero ¿serían bonitos esos pueblos, ciudades... si sus habitantes no estuvieran orgullosos de ser de allí? Serían seguramente un amontonamiento lúgubre de casas más pobres o más opulentas... Aunque, es cierto, nadie se sentiría orgulloso de ellas, para alivio de nuestro cantante. Por lo demás, Brassens se queda a medias:
"¡Qué buena y bella es la gente –podría haber dicho–,
si no fuera porque habla! Ahí está, tan agradable,
empieza a hablar, y solo suelta chorradas.
Todo se echa a perder. ¡Qué hermosa sería la vida, Señor
Si no hubieras dado lengua a esos bobos,
Los imbéciles orgullosos de su inútil e insignificante lengua!"
Brassens, cretino, ¿por qué coño hablabas, y además con música?
"Un Brassens por ahí fuera nos vale lo que una división panzer", que dijo Hitler. O pudo decirlo perfectamente de haber vivido un poco más. ¡Gran poeta el tal Brassens!