Un individuo socialista o comunista me acusó en un periódico de Extremadura de "denigrar la democracia" y explotar indebidamente la oportunidad que la democracia "que hemos conseguido a pulso", me da de exponer libremente mis "falsedades". Seguramente el hombre cree que la democracia la ha "ganado a pulso" la izquierda, cuando la verdad evidente es que la trajo la clase política franquista por reforma, y en contra, precisamente, de la oposición antifranquista, que deseaba una "ruptura" que retrotrajese al país al caos antidemocrático del Frente Popular. La reforma "de la ley a la ley" significaba justamente esto: reconocer la legitimidad del franquismo, legitimidad que se traspasaba al nuevo régimen. Por tanto, la izquierda solo habría podido "ganar a pulso" lo que de hecho viene ganando, a base de explotar indebidamente una situación que se debe a esfuerzos ajenos: corrupción, compinchamiento con el terrorismo y con dictaduras como la de Castro, falsificación totalitaria de la historia, enterramiento de Montesquieu, etc.
Muchos, sin ser de izquierdas, se ponen estupendos y "condenan" al franquismo y al socialismo real "por ser dictaduras". Pero en las cárceles del franquismo no había demócratas, y esos estupendos demócratas que se benefician de lo creado por otros sin dar un palo al agua, jamás habrían sido capaces de afrontar una crisis como la de los años 30 en España, o la de la guerra mundial, la del maquis o el desarrollo del país. Corresponden a los españoles "gárrulos y excitables", que decía Walters.
Pregunta alguien en el blog, con típica concepción no democrática, qué le habría pasado en el franquismo a un periodista que llamara "chorizos" y "puteros" a los procuradores en Cortes. Pues seguramente nada bueno. Pero aunque el franquismo no era un democracia, si la hay ahora es por lo que aquel régimen construyó, algo que los gárrulos jamás entenderán. Sin embargo no puede considerarse democrático el hecho de llamar a muchos políticos "chorizos", "puteros" o "colaboradores con el terrorismo", a no ser que estos asertos se demuestren. De otro modo serían injurias y calumnias, penadas por la ley. Pero, ¿hay que esforzarse mucho para ver qué está pasando en el mundo de la política y la chusma que mangonea el país? ¿O sería más democrático callarse "respetuosamente" y dejar que siga su rumbo la corrupción intelectual, económica y sexual, y anegue a toda la sociedad?
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**** Dice Rajoy que no hay revisión en los valores del PP. Por supuesto: los valores del futurismo, de la nena angloparlante y la economía lo es todo. El tipo no piensa revisarlos, obviamente, es lo más que da de sí su caletre.
**** Que el Tribunal Constitucional siga deliberando sobre un estatuto tan clamorosamente anticonstitucional como el catalán pone bien de manifiesto lo que realmente es ese tribunal, dañado tan fuertemente desde el caso Rumasa que no se ha repuesto todavía. Con Zapo y con Casas ha empeorado.
**** Obsérvese cómo Rajoy y sus traidorzuelos están traicionando a Aznar, a quien deben una herencia que están echando a perder. "Ciertos controles internos no funcionaron hasta 2004", afirman, tratando de echar la actual corrupción sobre los hombros de Aznar. ¡Ah, Gürtel, Gürtel...!
**** Los trajes de Camps han ocupado miles de portadas y noticias. Su estatuto a la catalana, casi ninguno. Así de serias son hoy la información y la política en España.
**** Trinidad Jiménez anuncia que la educación sexual empezará a los 11 años. Imaginen la educación sexual que pueden dar estas tiorrillas y tiorrrillos. Podrían exhibirse ante las cámaras de televisión, dando ejemplo a los niños, y contar sus apasionantes vidas "amorosas". Antes se llamaba a esto corrupción de menores, y, la verdad, la corrupción intelectual, económica y sexual es el signo de identidad más profundo de esta gente.
**** Lo que es pecado no tiene por qué ser delito, dice Pepiño Blanco el de los corrutos. Según, naturalmente. El robo tan practicado por su partido es pecado y debiera ser delito. El asesinato es pecado y debiera ser delito. Y el aborto es una forma de asesinato. Lo que quiere decir es que los "corrutos" son quienes deben decidir qué es delito y, si les dejan, hasta qué es pecado.