En el lenguaje militar han entrado numerosos e innecesarios anglicismos, reflejo de una actitud entre servil e inepta. Uno de ellos, "decepción", en el sentido de engaño al enemigo sobre las propias intenciones, maniobras o fuerzas.
El conocimiento de esos métodos no hace a los militares necesariamente más sagaces. Así, Zapo el rojo ha montado unas nuevas unidades militares dedicadas, exteriormente, a intervenir en catástrofes humanitarias y similares. Casi todo el mundo lo ha tragado como una nueva tontería del iluminado "con ansias infinitas de paz". De ningún modo: la tontería aparente es solo el encubrimiento de su misión real: la que el presidente decida en cada caso, supeditándose a ella el resto de las fuerzas armadas. Con esta maniobra de "decepción", típica y castiza picaresca, Zapo pone el ejército directamente a su servicio y birla al rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas. El "bobo solemne".
Lo mismo con la inmigración ilegal. ¿Acaso el gobierno ignoraba que su demagogia iba a tener un masivo efecto llamada? Ni él ni nadie lo ignoraba. ¿Y qué ha hecho ante el alud de inmigrantes? Tomar simples medidas de apariencia, perfectamente nulas. No lo ha hecho por incompetencia, sino porque en sus planes entra la legalización y el otorgamiento de derechos electorales, a distinto nivel, a esa masa inasimilada e inasimilable, pero que sabría a quiénes votar. Donjulianismo de unos gobernantes que no se consideran españoles.
Son solo dos ejemplos de "decepción" política y militar. Los "diálogos" con los asesinos de la ETA están plagados de la misma táctica. La política general de este ilegal gobierno cabe etiquetarla como la permanente "decepción" a la ciudadanía.
Y la oposición, pendiente de si Zapo se lleva más o menos cocineros o si emplea el avión oficial para sus actividades privadas.