Puestos a definir lo indefinible, podríamos caracterizar la hombría como el valor, la audacia y la entereza templados por el buen sentido o la prudencia. Sin los últimos, el valor se disgrega en agresividad y cobardía alternadas, la audacia en insolencia y bajeza, la entereza en fanatismo y corrupción.
Excepto para los contadísimos privilegiados que parecen haber nacido con tales dones, se ha considerado tradicionalmente la hombría como una adquisición educativa, una formación del carácter. No obstante, la pedagogía aplicada desde hace bastantes años, la pedagogía progre, va en dirección contraria. Por muchas razones que aquí sobra exponer, tiende a formar o deformar al varón en una mezcla de macarrilla y chisgarabís.
Me comentaba Gotzone Mora su sorpresa ante numerosos jefecillos del PSOE en las Vascongadas, que decían un día lo contrario de lo que sostenían poco tiempo antes. Mudaban de opinión y de "principios" conforme el Pacto Antiterrorista y por las Libertades devenía su contrario. La explicación más obvia estaba en la economía. Casi todos ellos viven del aparato del partido, y por eso obedecen como títeres las consignas de arriba. ¿Por eso? Nadie en su sano juicio arriesgará su pan por nimiedades, claro, pero aquí no se trata de nimiedades, y lo que falla es, precisamente, la cualidad que solía llamarse hombría. Hoy tan desacreditada por la ideología CFC.
Compárese la dignidad de Gotzone Mora, Rosa Díez o Maite Pagaza con la patética bajeza de los Bono y los Ibarra, por no mencionar a los más directamente cómplices del crimen totalitario. Y obsérvese la cobarde agresividad, la baja insolencia y el fanatismo corrupto con que éstos atacan a aquellas. Las instan a abandonar el PSOE, cuyo honor, lo que reste de él, defienden ellas, precisamente. Como en otro tiempo Besteiro.