Me atrevo a sospechar que, de no haber recordado en ese ensayo el episodio de Solzhenitsin en España, y haber insistido sobre él en LD, hoy casi nadie lo habría sacado a colación, pues la memoria se pierde con facilidad. Y sin embargo no pudo ser un suceso más significativo, histórica e ideológicamente. Mi punto de vista puede resumirse en estas tesis:
- No se trató de una simple salida de tono, sino de una, digamos, explosión de sinceridad por parte de la izquierda.
- En esa explosión quedó claro el carácter antidemocrático y la simpatía ideológica y afinidad de fondo de la oposición antifranquista con el régimen del GULAG. Después de todo, su plan de "ruptura política" pretendía enlazar políticamente con el Frente Popular, tan próximo a Stalin y protegido por él.
- Esa afinidad demostró la ausencia, incluso en esa etapa tan avanzada, de una alternativa democrática al franquismo, por lo que la democracia solo podía venir, como así fue, del régimen de Franco.
"En la prensa progresista se multiplicaron las acusaciones a la televisión por haber organizado "un escándalo". Aquello era "una vergüenza": "¿Quién habrá pagado el spot de don Alexandr?" El premio Nobel ruso quedó cubierto de improperios canallescos: "paranoico clínicamente puro", "Es un Nobel por nada (...) Miente a cada instante"; "Habrían debido hacer de manera que Solyenitsin contase todo esto al estilo de music-hall, rodeado de lindas muchachas del ballet Set 69. Este caballero tiene pasta de showman"; "La barba de Solzhenitsin parece la de un cómico de pueblo (...) El escritor ruso hace reír al gallinero"; "Multimillonario a costa de los sufrimientos de sus compatriotas"; "Solzhenitsin está contra toda Europa (...) Pájaro de mal agüero"; "enclenque", "chorizo", "mendigo desvergonzado", "bandido" "hipócrita", "siervo"... En el indecente torneo de ultrajes contra quien osaba decir simplemente la verdad, andaban mezclados muchos de los más conspicuos intelectuales de la progresía y otros bastante más a la derecha.
No fue una anécdota trivial: Solzhenitsin atacó a un totalitarismo muy querido o respetado por aquella oposición, y eso no podía consentirse. Con tal campaña aquella gente se retrató indeleblemente. Y se retrató, de modo involuntario, con las mismas tintas que usaron Gregorio Marañón, Pérez de Ayala u Ortega y Gasset para describir a los "republicanos" de otro tiempo.
Aquella oposición seguía sin ser, desde luego, una alternativa al franquismo. Uno sólo puede preguntarse qué habría ocurrido si ella hubiera dirigido la transición a la democracia mediante su "ruptura".
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La cuestión tiene importancia decisiva también para el presente y el futuro de España. Volvamos a plantearla así: ¿por qué la mayor parte de los escritos sobre la historia reciente de España consisten en una acumulación de enredos y tonterías? Porque descansan en una falsedad básica: que el Frente Popular era un régimen legal y democrático. Aparten ustedes este estúpido embuste propagandístico y todas las deformes construcciones elevadas sobre él caerán por su propio peso.
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La justa crítica a la basura de los titiriteros obliga a hacernos otra pregunta: ¿por qué es tan exigua la producción, o la creación, de los contrarios a ellos? ¿Acaso la alternativa está entre la bazofia y la nada?