El respaldo del rey a Zapo y el plan de Rajoy, Elorriaga, Costa y demás señoritos de integrar al PP en el régimen golpista que trata de imponer la dirección del PSOE, deja la impresión de un diseño al más alto nivel, de pactos, negocios y enredos a espaldas de los ciudadanos. Se sienten muy cerca de conseguir su objetivo y recuerdan un poco a lo ocurrido en torno a 1808: ¡no por nada se llaman afrancesados los actuales gobernantes, el primero de los cuales fue Fernando VII! Los políticos, como las demás personas, se convierten en delincuentes cuando saltan por encima de la ley, y un problema que plantean es si prevalecerá la ley, como en las democracias serias, o los delincuentes, como en las democracias bananeras. Pero el problema va más allá, porque se está poniendo en cuestión la propia unidad nacional de España, un punto sobre el que, si queremos convivir en paz y en libertad, no debe haber discusión –salvo, si se quiere, en los terrenos de la especulación teórica.
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Parece que Vidal Quadras y otros van dando, por fin, pasos al frente. Bien está sentar con claridad algunas bases políticas, pero ahora es imprescindible resolver quiénes se encargarán de hacerlas realidad.
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CÓMO DESTRUYÓ EL PSOE LA II REPÚBLICA
(I)
Cuando el dictador Primo de Rivera dejó voluntariamente en poder, en enero de 1930, solo existía en España un partido organizado, disciplinado y con fuerza de masas, el PSOE-UGT, el cual se convertía, por tanto, en el árbitro de la nueva situación. Para entender por qué fue así, debemos retrotraernos a unos años antes.
Durante la etapa previa a la dictadura, es decir, durante el régimen liberal de la Restauración, el PSOE se había distinguido por una oposición ensañada al sistema de libertades y había contribuido a hundirlo con frecuentes movimientos subversivos, muy notoriamente la cruenta intentona revolucionaria de 1917, en conjunto con los terroristas ácratas, los republicanos, los separatistas y un esperado golpe militar de las Juntas de Defensa. El golpe había fracasado y la represión había sido muy escasa (varios de los jefes golpistas se encontraban al año siguiente en las Cortes), y no había desanimado a los socialistas en sus intentos subversivos.
Posteriormente el PSOE había explotado con la demagogia más descarada el desastre de Annual para llevar al régimen a la crisis, actuando en conjunto con un terrorismo anarquista cada vez más insoportable y con los separatismos catalán, vasco y gallego, que en 1923 concertaron sus fuerzas como fase previa para lanzarse a la acción armada. Aquella crisis de abocamiento revolucionario, acentuada por la descomposición e ineptitud de los partidos monárquicos, se había solventado con el golpe de estado de Primo de Rivera, auspiciado con el mayor entusiasmo por el nacionalismo catalán moderado –que a continuación le negó su colaboración--, seguramente también por el rey, y aplaudido por la mayor parte de la opinión pública. A continuación el PSOE, que había saboteado el anterior régimen de libertades, decidió colaborar con el dictador (Largo Caballero fue nombrado consejero de Estado), en parte para desbancar a su rival sindical la CNT, declarada ilegal. Primo había pensado en un nuevo sistema político donde la derecha estuviera representada por su partido Unión Patriótica y contrapesado por una izquierda socialista, pero el PSOE había disfrutado de las ventajas de la colaboración sin llegar tan lejos.
De ahí la pujanza del PSOE en 1930. Por contraste, los demás partidos, tanto monárquicos como separatistas, la CNT anarquista o los republicanos, debían partir casi de la nada, viéndose obligados a reorganizarse a toda prisa ante el retorno al régimen constitucional que auspiciaba el monarca. Sin embargo la reorganización de las izquierdas no era fácil, debido a las rivalidades entre sus políticos y a la incertidumbre sobre la vía a seguir. Flaqueza no menor sufría el ámbito monárquico, pues el rey se vio abandonado por muchos de sus propios políticos, algunos de los cuales se volvieron súbitamente republicanos. Contendían dos grandes debilidades, por decirlo así.
La debilidad de los republicanos y nacionalistas disminuyó cuando dos políticos ex monárquicos, Alcalá-Zamora y Miguel Maura, consiguieron vencer sus recelos mutuos para llegar entre todos a un plan conjunto de acción, acordado, de palabra, en el Pacto de San Sebastián, de agosto de 1930. El acuerdo pasaba, según la tradición izquierdista, por un golpe militar, y a prepararlo se pusieron de inmediato.
Pero republicanos y separatistas, conscientes de su insignificancia, sabían muy bien que no tendrían posibilidad de éxito si no contaban con los socialistas, única fuerza realmente seria. Y entonces encontraron que los principales líderes del PSOE, Besteiro y Largo Caballero, rechazaban sus acercamientos. Una razón del rechazo era la profunda desconfianza hacia los republicanos después de la experiencia de 1917, en la que los socialistas se habían sentido utilizados y abandonados por ellos. Además, Largo consideraba ridículas las conspiraciones republicanas, "dignas de representarse en un espectáculo de revista". Aun así, no todo estaba perdido: Prieto sí era favorable a la colaboración y al golpe militar para imponer el nuevo régimen.
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Cuando lamentamos el anestesiamiento de gran parte de la opinión pública española, olvidamos la larga pasividad culpable en que ha caído la gran mayoría de quienes defienden una España unida y democrática, con una dosis de ética suficiente. Ya en tiempos de Franco la izquierda (entonces el PCE) diseñó una operación para hacerse con la intelectualidad y con los instrumentos de creación de opinión de masas, empezando por la universidad y la prensa, frente a la inhibición de la derecha. El problema, hoy por hoy, consiste en ganar a la opinión pública, y para ello es preciso actuar en los mismos medios y en dirección opuesta.
Este blog está pensado para ofrecer argumentos y datos, pero servirá de poco si los lectores lo toman como un modo de sentirse contentos por compartir ideas, en lugar de divulgarlo al máximo como un instrumento para crear más opinión pública en torno. Unos pocos miles de personas obrando así equivalen a un importante medio de masas.