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Presente y pasado

Cela y "La Colmena"

Cela empezó a escribir La Colmena en 1945, año de la derrota del Eje, pero no la publicó hasta 1951, en Argentina y en 1955 en España, tras algunos problemas con la censura. Había estado a punto de quemar el original y se lo habría impedido Rosario Conde. Si Cela tuvo dudas sobre la novela, ellas se disiparon tras su éxito dentro y fuera de España.
El relato puede verse desde dos puntos de vista: como una descripción del lado sórdido y cutre de la vida humana, presente en cualquier situación histórica y régimen; o como una descripción del franquismo de posguerra. En general ha prevalecido la segunda interpretación, y el propio Cela la explotó a fondo: “Este es un libro de historia, no una novela”; y se explaya asimismo sobre “la cantidad de agua que eché a mi tinta para que ese reflejo y esa sombra no fueran demasiado violentos, excesivamente reales”. La realidad habría sido mucho peor que su descripción, y no se entiende bien por qué la suavizó pues nunca hubo en él inhibiciones de ese género.
¿Podemos creerle? La presunta historia expone una situación de miseria generalizada poco convincentes desde el punto de vista historiográfico, pues solo muy parcialmente recoge la realidad: ni menciona sus causas ni admite contrastes o el hecho de que el año de la acción (1943) se estaban superando en España los peores efectos del hambre. Pero lo esencial no es la miseria física (después de todo, en la mayor parte de Europa estaban bastante peor) sino la moral. Se trata de personajes extremadamente primarios, un tanto animalescos y ajenos a cualquier interés o preocupación medianamente elevada: los malos son miserables y los buenos pobres diablos. Su falta de espíritu casi los hace merecedores de su mala vida, aunque Cela sugiere lo contrario, con una compasión sospechosa: serían víctimas de las circunstancias, presumiblemente políticas. Por lo demás, sus pretensiones historiográficas y guiños a las convenciones antifranquistas no han convencido a los críticos de izquierda, que siempre le echaron en cara la ausencia de la represión, las cárceles o el maquis y otros tópicos queridos de ellos.
Pero si dejamos las pretensiones históricas –salvo en un aspecto muy parcial– y vamos a la literatura, la novela es una de las obras fundamentales del siglo XX español, una pintura, ya lo dije, del lado miserable de la vida, de larga tradición en la literatura europea.
Otro rasgo de La Colmena es su radical antiheroísmo, y eso plantea algún problema sobre su autor, que compartió el estilo (por lo menos) falangista y fue voluntario a la guerra civil. La novela podría retratar su decepción de las esperanzas heroicas, ante las ruindades de la vida práctica de posguerra, pero dos datos nos hacen pensar en otra cosa: como es sabido, Cela llegó a proponerse para chivato de la policía, oficio que Pío Baroja, en un diálogo entre Macrosophos y Sabihondus, catalogaba entre los innobles, al lado del de prostituta y similares. Por otra parte la novela está comenzada, como indiqué, en el decisivo año 1945, cuando ningún hombre enterado daba un duro por la continuidad de Franco y las gentes avispadas consideraban poco saludable identificarse ya con su régimen. Pero para cuando la novela estuvo compuesta, el franquismo se había sostenido contra viento y marea, y convenía dosificar la disidencia de él. Quizá tuviera razón Cela al señalar que, dadas aquellas circunstancias, aguó mucho su tinta. Cabe suponer, ya lo hice notar al estudiar aquellos años, que I. Gibson acierta aquí al definir la psicología del escritor como “el hombre que quiso ganar”. En las circunstancias que fuese. Y como escritor ganó merecidamente, pero conviene distinguirlo en cuanto literato y en cuanto historiador. O moralista.

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"Puede parecer que la igualdad ante la ley sea una cuestión meramente formal, pero se ve que no es así si se la interpreta como "igual ciudadanía": no solo que nadie está por encima de la ley, sino que la ley no ha de discriminar en contra o a favor de ninguna persona, grupo o clase” (Pedro Schwartz, En busca de Montesquieu. La democracia en peligro).
Pocos problemas más graves para la democracia que el continuo ataque de los políticos al principio de igualdad ante la ley. Por ejemplo, Rajoy cuando, con idénticas premisas ideológicas que Zapo, promete privilegiar a las mujeres que trabajan fuera de casa y crear guarderías a mansalva.
Hombre de bajo perfil, Rajoy carece de política, o la que tiene es solo una versión algo difusa de la de Zapo, por desgracia. Tampoco su patriotismo pasa de ardid retórico para conservar votos de ilusos: su práctica son los estatutos de autonomía, la relevancia desmelenada atribuida al inglés dentro de un proceso de desplazamiento cultural del español y satelización a la cultura anglosajona… Ahí no hay retórica, sino hechos.

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Patio de Monipodio
– Curiosa época en que lesbianas y putas se presentan, no como lo que son, que ello tendría algún mérito, sino como representantes de "la mujer" y defensoras de sus intereses.

– Una politicorra del PSOE ha dicho que la sociedad española es "muy madura" y por eso se siente irritada porque los obispos hablen de política. Esta señora inmadura se expresa como Hitler ante la carta encícilica Mit brennender Sorge. Ignorante de que en democracia los obispos, como los demás ciudadanos, tienen el mismo derecho a expresar sus opiniones políticas que ella misma o los jefecillos de partidos o sindicatos, cree que la política debe dejarse a los políticos. Los cuales, en España, con demasiada frecuencia y particularmente en su partido, tienen bastante que ver con los chorizos, aunque alimenten poco, salvo a los suyos.

– Los chivatos de la ETA y sus protectores.
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Nota de Prensa
La Plataforma Ciudadana Peones Negros muestra, una vez más, su más absoluta repulsa hacia la persecución política que desde todos los Poderes Públicos están sufriendo las víctimas del terrorismo, representadas mayoritariamente por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).
En esta ocasión y según lo publicado en la prensa, la actuación de los aparatos del Estado contra la AVT alcanza cotas delirantes: mientras la Fiscalía pide que se abran nuevas diligencias contra el Presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, D. Francisco José Alcaraz, por sus críticas al Presidente del Gobierno, el juez D. Baltasar Garzón no ha dudado en deducir testimonio contra D. Juan Carlos Rodríguez Segura, abogado de la citada asociación.
El motivo por el cual el juez ha actuado de esta manera, a petición del fiscal D. Carlos Bautista, es que considera que dicho abogado pudo excederse en los términos empleados en uno de los recursos presentados en el sumario del chivatazo a ETA.
Por otra parte, la persecución político-judicial a la que está siendo sometida la AVT durante esta legislatura se ve reflejada en las medidas económicas que han venido adoptando recientemente tanto la Fiscalía como el juez Garzón: ambos consideran que la AVT se ha visto privilegiada durante años, permitiéndosele presentarse como acusación popular, por lo que recientemente han solicitado considerables fianzas a esta asociación para poder ejercer ese derecho.
Es obligatorio recordar que la AVT ha sido declarada de utilidad pública, por lo que cada euro destinado al pago de esas fianzas –no solicitadas durante 15 años– repercutirá inevitablemente en la privación de servicios destinados a ayudar a las víctimas del terrorismo.
Por todos estos motivos, Peones Negros condena rotundamente la persecución que sufre la AVT, personalizada esta vez en las personas de D. Francisco José Alcaraz y D. Juan Carlos Rodríguez Segura.
www.peonesnegros.es

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