El defecto de la historiografía sobre el asesinato de Calvo Sotelo es el mismo del que suele adolecer la historiografía española sobre la mayor parte de los asuntos: el escaso y a menudo romo análisis. Nadie había señalado los muy fuertes indicios de la implicación de Prieto ni había analizado las palabras de este en la Diputación Permanente de las Cortes, que son toda una confesión, ni el cuento que hilvana con Condés. Algunos incluso se indignaron cuando lo señalé: ¡Prieto! ¡Cómo iba a ser Prieto!
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(en Época)
POR QUÉ PESA TANTO LA ETA
ETA-Bildu es uno de los últimos regalos que deja a los españoles el delincuente de la Moncloa, con el apoyo pasivo del PP. Por tanto yerra el proetarra y recogenueces Arzallus cuando afirma que“Madrid ha perdido esta guerra”. Al contrario, “Madrid”, los politicastros de Madrid, la han ganado, junto con los enemigos de la democracia y de España. Bildu significa al menos cuatro cosas:
a) Que la ETA ha obtenido un enorme premio a sus asesinatos.
b) Que todos tendremos que pagar grandes sumas de dinero a sus terminales políticas.
c) Que ETA-Bildu dispondrá de información censal y fiscal de los españoles, suministrada directamente por el gobierno.
d) Que los apoyos “populares” proetarras han comprobado que el asesinato rinde las mayores rentas políticas, y por tanto valía la pena apoyar a los pistoleros.
Hay que desmontar la argucia de que se trata de integrar a la ETA y a sus votantes en las instituciones democráticas. Para empezar, unas instituciones que recompensan políticamente el asesinato, dejan de ser democráticas para transformarse en mafiosas. En segundo lugar, el apoyo popular a los asesinos se ha basado siempre en la esperanza de que estos lograran sus objetivos separatistas y socialistas totalitarios: esa esperanza descendió mucho en tiempos de Aznar, para subir al cielo con el fulano de la Moncloa. El apoyo popular se lo debe la ETA no tanto a sí misma como a los políticos de Madrid. En tercer lugar, dicho apoyo popular siempre lo debió la ETA, muy principalmente, al apoyo de poderosas fuerzas en cuanto empezó a asesinar.
Dada la extendida ignorancia histórica y la enorme flojedad del análisis político en España, recordaré algo que explicado más por extenso en Una historia chocante y en La Transición de cristal. A menudo se habla del origen de la ETA como si hubiera estado predestinada al éxito desde el principio. Y ciertamente ha tenido éxito, condicionando toda la política española durante muchos años. Incluso condicionó la Constitución, montando en ella una bomba de relojería contra la unidad de España. Las concesiones hechas a los separatistas en la Constitución nacen de la idea suicida de “quitar argumentos a los terroristas”. Y la “solución política” ha alimentado todo este tiempo, (menos parte del de Aznar) las expectativas de los asesinos y sus comparsas, hasta alcanzar su máximo histórico con Zapatero y Rubalcaba. Pero nada de ello estaba escrito en el nacimiento de la banda.
Por el contrario, durante largos años la ETA fue un pequeño grupo desesperado, como exponían en sus escritos, por el “horrible pecado” del pueblo vasco, que no atendía a sus locuras. La ETA como potencia política solo nace en 1968, cuando empieza a asesinar. Y no por mérito propio de los terroristas, sino por el entusiasta apoyo o pasividades interesadas que le prestaron entonces casi todas las izquierdas, partes del clero, medios de masas y diversos gobiernos extranjeros, muy especialmente Francia, que le brindó un “santuario” seguro. Entre todos convirtieron a los pistoleros en “héroes de la libertad”, “luchadores por la autodeterminación”, “patriotas vascos”. Nunca un grupo terrorista gozó de mayores simpatías nacionales e internacionales. Sin ellas, jamás habría pasado la ETA de ser un grupúsculo del que habría dado pronta cuenta la policía. Debe destacarse sobre todo el apoyo de sectores del clero vasco, del PNV y de la izquierda española, que ha persistido hasta hoy con distintos grados y fachadas.
Mucha gente no acaba de entender la colaboración del PSOE con la ETA. La base de ella está en los rasgos ideológicos comunes. Mencionaré aquí tres de gran peso: ambos grupos se consideran socialistas, son visceralmente antifranquistas y desprecian a España, nación “discutida y discutible” para el PSOE, la patria de cuyo líder es “la libertad”. La libertad de De Juana Chaos, por ejemplo. Sin esta evidencia no se entenderá nada.
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BALANCE DEL ZAPATERISMO (II)
4) Ataque a la nación española. Desde que se proclamó “internacionalista” de acuerdo con la receta de Marx, el desprecio por España ha sido uno de los rasgos cruciales del PSOE: sin él nunca se comprenderá su política respecto a la ETA o a los nacionalismos regionales. El PSOE salió a la transición atacando a la nación española bajo la consigna de la llamada autodeterminación, igual que los separatistas; la nación española es “discutida y discutible” para Zapatero y para los socialistas en general. Pero en la nación, en el conjunto del pueblo, reside la soberanía democrática, que no puede ser usurpada por camarillas de políticos. Cuando se cambian los estatutos de autonomía por otros para convertir una región en nación o dejar en “residual” el poder general del estado, según se jactaba Maragall, se están minando los cimientos de España y de la democracia. Y haciéndolo sin demanda popular, por el puro interés de unos cuantos políticos evidentemente antiespañoles o dedeñosos de la nación española. Esta es una de las peores herencias que dejan los canallescos gobiernos de los últimos siete años. La aversión a España se manifiesta asimismo en el terreno internacional, admitiendo y favoreciendo la colonia inglesa en Gibraltar, renunciando a las posiciones logradas por Aznar en Europa, al fomento del islamismo y la complicidad con tiranías tan peligrosas para nosotros como la marroquí o la castrista, etc.
5) Casi cinco millones de parados. Para muchos, esta es la crítica decisiva a Zapatero, pero en realidad resulta secundaria por comparación con los desmanes anteriores, pues la crisis proviene de una mala o pésima gestión, que no afecta a la legalidad democrática ni a la integridad nacional. En un país tan desmoralizado con este después de siete años de estrago, parece que solo la voz del estómago logra conmover a grandes masas de gente. No hay que desdeñar esa voz, desde luego, pues con estómago vacío todo lo vuelve más difícil, pero también es verdad que “no solo de pan vive el hombre”, y creo que de la crisis no hay que culpar solo al gobierno actual. La prosperidad, como la creada por los gobiernos de Aznar, nunca es eterna, y la prosperidad misma engendra factores de crisis. Es propio de buenos políticos prever cuándo la crisis va tomando cuerpo y adelantarse a sus consecuencias, pero si algo ha faltado en España desde 2004 han sido precisamente buenos políticos, en el gobierno o en la oposición. Probablemente con el PP habría ocurrido algo semejante, como en otros países donde no gobernaban socialistas. Otra cosa es que el estúpido empecinamiento del gobierno actual en negar la evidencia haya profundizado la crisis, pero tampoco estoy muy seguro de que un gobierno como el del PP actual hubiera reaccionado a tiempo.
6) Deterioro de la salud social. Llamo salud social, lo he explicado otras veces, al resultado de índices como los de la delincuencia y población penal, fracaso escolar, fracaso matrimonial y familiar, extensión de la droga y el alcoholismo, horas de consumo de telebasura, delincuencia juvenil, aborto, embarazo de adolescentes y enfermedades sexuales, violencia doméstica, etc. Aunque estos males no han nacido con Zapatero, creo que han aumentado son él. La expansión del divorcio y el aborto, así como de las drogas y el alcoholismo entre los jóvenes, tienen mucha relación con un ataque sistemático a la familia desde todos los ángulos: “gaymonio”, socavamiento de la autoridad parental, promoción de la homosexualidad, fomento de factores que impulsan el divorcio, concepción del sexo como simple diversión, etc.
Podríamos hacer balance sobre otros aspectos, pero los puntos citados bastan para caracterizar al zapaterismo como una plaga que ha caído sobre este país, y a sus líderes como merecedores de la cárcel. Los remedios no serán fáciles ni a corto plazo. Si es que no seguimos profundizando en la miseria.
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Leo que Fernando Díaz Villanueva otras veces tan acertado, considera a los Austrias “los peores gobernantes que haya tenido España en su larga historia, y no sólo por sus desaciertos políticos, sus nocivos intereses dinásticos y su obsesión por convertir a nuestro pequeño país en espada de Roma y martillo de todos los herejes del orbe”, sino también por sus bancarrotas.
Creo que Fernando no deja de tener razón. Con los Austrias, España fue, en el siglo XVI y parte del XVII, la primera potencia europea y realmente mundial, se expandió por todo el orbe, colonizando extensas tierras cuando las demás potencias europeas apenas eran capaces de otra cosa que la piratería y el tráfico negrero. Por otra parte fue la gran época dorada del arte, el pensamiento, la universidad y la literatura españolas. Lógicamente, estas cosas bastan para calificar a los Austrias como una terrible calamidad para España y el resto de la humanidad.
Pero hay más: los Austrias estuvieron en guerras con los otomanos y berberiscos, impidiéndoles vivir en la tranquilidad que estos pacíficos pueblos ansiaban más que nada. Y no contentos con ello, fueron a meterse con los protestantes que desde tiempo inmemorial vivían pacífica y sosegadamente en la Europa del norte y en Francia, sin molestar a nadie, para tratar de imponerles el catolicismo, y les obligaron a aliarse con los turcos. O anduvieron fastidiando a Inglaterra, cuya piratería y ayudas a los protestantes nunca fue más que la expresión del característico espíritu deportivo inglés. Por no hablar de la cultísima y ejemplar Francia, víctima secular de aquellos Austrias oscurantistas y degenerados. Y por si no les bastara armar gresca con todo el mundo, los Austrias se dedicaron con entusiasmo a hacer bancarrotas.
La conclusión no puede ser más que una: los peores gobernantes de la historia de España, tanto los Austrias mayores como los menores. Basta compararlos con los Borbones, los anteriores a los Reyes Católicos, o las dos repúblicas para darse cuenta de ello.
En la misma onda, es sabido también que Usa ha sido una calamidad pésimamente gobernada desde el principio: comenzó por una guerra contra la deportiva Inglaterra y, no contenta con ello, organizó una feroz guerra civil en la misma Usa, mucha más sangrienta que la española del siglo XX. Sin duda fue un acierto que atacara a España en el 98, porque esta nunca ha merecido otra cosa, con los Austrias o sin los Austrias; pero luego Usa vino a meter las narices en los asuntos de la maravillosa Europa, nuestro modelo envidiado y nunca alcanzado, cometiendo grandes crímenes, y atacando más tarde al pacífico Japón, a los no menos pacíficos nazis y a cuantos se le ponían por delante. Montó luego la Guerra Fría, donde cosechó un considerable fracaso en Corea y una derrota sin paliativos en Vietnam, y a lo largo de toda su historia ha tenido numerosas crisis económicas, dos de las cuales han afectado al mundo entero, la del 29 y la actual. Podríamos seguir, pero para qué. El desastre de Usa es como el de los Austrias, y no admite parangón.