Nótese el estilo tan elpaís, trivialón y como si no pasara nada, simpaticote, vamos, hacia el guarda vocacional del GULAG:
"Me ratifico en lo que dije sobre Solzhenitsyn" Juan Benet
ANGEL S. HARGUINDEY 05/05/1976, El País
"Juan Benet ha conseguido lo que casi nadie podría imaginarse: escandalizar. Unas opiniones sobre Alexander Solzhenitsyn adquirieron, a tenor de las airadas reacciones, connotaciones apocalípticas.Juan Benet, ingeniero de caminos y escritor, apenas si pudo leer los comentarios que despertaron sus opiniones, y lamentos, sobre los fallos de seguridad en los campos de concentración soviéticos: partió, invitado por el Gobierno, a la República Popular de China. Tras un mes de estancia en aquel país regresaron el pasado 4 de mayo.
"Bueno, la verdad es que creía que ya estaban solventadas las cosas -declaró a EL PAIS Juan Benet-, y me sorprende el que se escribiera sobre el asunto con tanta reiteración.Mi impresión, muy gruesa, sobre las reacciones del artículo de Cuadernos es que se podía detectar una mala conciencia en todos ellos. Aducir un movimiento de piedad hacia un tipo que no nos toca en nada, cuando no se han producido manifestaciones democráticas sobre nuestros problemas, denota una mala conciencia. Me ratifico absolutamente, no sólo me ratifico en lo dicho, sino que, a «la vista de las reacciones, creo que fui tímido".
El gobierno de la "República Popular China solo invitaba a intelectuales que consideraba útiles y "comprensivos". ¿Nombararía a Benet vigilante honorario de uno de sus muchos campos de concentración o de reeducación? Ningún problema, en todo caso. Nuestra izquierda, una vez más.
**** Nótese también a Muñoz Molina, que no acaba de ver las cosas claras:
"Y no me olvido de la rechifla general con que recibimos las personas progresistas en los años setenta la visita a España de Alexandr Solzenitsyn, que ya mostraba síntomas de delirio religioso o místico, pero que había levantado a solas, durante muchos años, uno de los mayores y más rigurosos testimonios contra los crímenes del totalitarismo. Lo que en toda Europa estaba siendo el comienzo de un debate imprescindible sobre la responsabilidad política del intelectual, aquí se resolvió con unos cuantos chistes, con las habituales excomuniones o muecas de desdén. Hasta alguien tan lúcido como Juan Benet no se resistió a hacer la broma de que el peor delito
del régimen soviético era haber dejado en libertad a Solzenitsyn. Así nos va."
"Rechifla", "delirio", "chistes", "bromas". ¡Esto, Muñoz Molina, que parecía evolucionar desde el mundo de la trola, y distanciarse de los más sectarios! Tal despliegue de hipocresía solo sugiere un desanimado comentario: "siguen igual de miserables".
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De insultos
Hay, de entrada, dos clases de insultos, los que sustituyen a la argumentación y el dato, y los que vienen a ser la consecuencia natural del argumento. El caso de Solzhenitsin muestra un caso claro de la primera clase, como los incontables insultos que reciben a diario Jiménez Losantos, César Vidal o, más modestamente, yo mismo.
Para verlo con más claridad: cuando El País llamaba "sindicato del crimen" a los periodistas demócratas que descubrían la corrupción y otras fechorías del felipismo, practicaba un insulto de la primera clase. Cuando el mismo insulto se vuelve contra el grupo prisaico, se trata de un insulto de la segunda clase.
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PACIFISMO Y DROGA
Hacia mediados de los años 60 pasé unas semanas en Copenhague, y para ganarme la vida pintaba en el suelo, con tizas, la famosa sirenita. La calle estaba llena de jóvenes que hacían lo mismo, o tocaban algún instrumento, o cantaban. Muchos eran beatnicks, y con no recuerdo qué motivo, quizá contra la guerra de Vietnam, montaron una protesta pacifista, entonaron el cansino himno We shall overcome y se dedicaron a fumar porros. Los había aficionados a las drogas duras, y a mí, llegado de una España en que la repugnancia hacia las drogas aún predominaba entre la juventud, me parecía un despropósito. ¿Qué querían? ¿Un mundo de drogatas como alternativa al "sistema"?
Luego vendrían los hippies, más drogatas todavía. Ya en el PCE, aquella gente me parecía progresista, en el sentido preciso de tontos útiles: atacaban al "imperialismo", se mostraban indiferentes o comprensivos hacia los países socialistas, protestaban constantemente contra el enemigo común y, con sus drogas y costumbres, descomponían la sociedad capitalista. Por lo demás los considerábamos unos perfectos memos.
Posteriormente la droga se difundiría en España cuando los "progres" y socialistas empezaron a hacerla simpática y ponerla de moda, denigrando a los "casposos" contrarios. Una moda que ha mandado al cementerio a miles de jóvenes y a otros más los ha dejado con el cerebro dañado o incapacitados: asunto por estudiar, y por el que nadie ha pedido responsabilidades, al menos morales, a los inductores ideológicos. Desde hace años, muchos de esos mismos inductores lanzan costosas campañas contra la droga, dicen.
Ya expresé en otro artículo mi opinión de que los términos pacifismo y paz tienen significados muy diferentes, cuando no opuestos. Expondré ahora un hecho evidente: el movimiento pacifista, la masa de él, siempre ha estado ligado al consumo de drogas. No por casualidad, me parece.