En relación con la propuesta de CLJ de una “escuela de hidalgos” (vamos a llamarla así de momento, sin buscar la broma), y ciertas dificultades de las iniciativas de esa clase, comentaré brevemente mi experiencia en el Ateneo de Madrid, el cual ha servido de modelo a otros muchos ateneos, desde Barcelona a Filipinas. En teoría, la institución está muy bien diseñada para convertirse en un foco de creatividad cultural (empleo la palabra “creatividad”, un poco cursi, a falta de otra que exprese la capacidad de iniciativa, investigación e innovación en las diversas facetas de la cultura). Así, el Ateneo de Madrid asegura en sus estatutos la máxima libertad de expresión, la organización de diversas “secciones” (desde historia a otras científicas o literarias) que deben llevar adelante un trabajo todos los años; y la formación de “agrupaciones especiales”, muy independientes, para llevar a cabo actividades particulares, desde viajes culturales a idiomas raros. En algunas épocas, sobre todo durante la Restauración, el Ateneo tuvo proyección intelectual, incluso política, bastante notable (sin llegar a sobresaliente); luego se politizó demagógicamente durante la dictadura de Primo de Rivera, para degenerar al máximo bajo la república (son muy significativas las alusiones de Azaña a la caterva de “loquinarios” y verdaderos idiotas exaltados que allí dominaban el cotarro sobre una “masa de socios anodinos”). Bajo el franquismo perdió parte de su libertad anterior, pero su actividad volvió a ser notable. Ya adentrada la democracia, algunos creyeron que había que volver al sistema de anteguerra, y se presentaron a la junta de gobierno una candidatura de izquierda, creo que liderada por Joaquín Ruiz Jiménez y compuesta por personajes de significación radical y comunista o comunistoide, y la contraria, digamos de derecha, en la que destacaban Julián Marías y Chueca Goitia. Ganó la segunda, y enseguida se demostró el talante intelectual y democrático de sus contrarios, que organizaron una serie de escándalos, insultos y agresiones por medio de las cuales consiguieron que los ganadores de las elecciones se fueran. Una vez ganaron las izquierdas, el Ateneo se convirtió en una “jaula de grillos”, o más propiamente de víboras.
Yo llegué al Ateneo más tarde, y durante unos años intenté formar diversas agrupaciones especiales, dirigí la sección de Historia y conseguí sacar un par de revistas, una de historia y otra de pensamiento. Traté de establecer unas formas de funcionamiento basadas en charlas de tertulia con temas precisos, con un programa anual que debía concluir en un congreso o simposio. Así se hizo, por ejemplo, con una agrupación angloirlandesa, a cuyo congreso final vinieron figuras académicas relevantes españolas e irlandesas, o un programa de un año sobre la España visigoda, que también terminó en un congreso de carácter internacional. Tuve otras iniciativas parecidas, pero, para mi sorpresa, en lugar de suscitar entusiasmo y apoyo, tuve que luchar al mismo tiempo con la oposición cerril de aquellos de que hablaba Azaña, que por lo visto encontraban en el Ateneo un terreno abonado para sus sandeces, ante la indiferencia de la “masa anodina”.
Me llamó la atención el escasísimo nivel de curiosidad e interés intelectual de la casi totalidad de los jóvenes --estudiantes y opositores-- que abundaban en la institución, sus criterios simples y conversaciones romas, iguales a las que pueden oírse de grupos de chavales sin instrucción en cualquier barriada. Su interés era casi exclusivamente profesional. Esto último no es en sí nada malo, no se opone a la formación de buenos profesionales y siempre habrá una gran mayoría cuyo horizonte cultural no vaya más allá. Pero precisamente un Ateneo debería ser el lugar en que la minoría realmente inquieta pudiera dedicarse a cultivar sus aficiones, contrastar ideas, etc. Y no era así: otra minoría de “pedantes”, “grillados”, “loquinarios”, casi delincuentes, se dedicaba a hacer la vida imposible a los anteriores, aprovechando todas las facilidades que les daban los estatutos, que obviamente no estaban concebidos pensando en tales individuos.
No es que falten esas personas inquietas y, digamos, creativas. Pero en España son pocas y dispersas, no llegan a formar una “masa crítica”, y el resultado lo estamos viendo a cada paso. No quiero con esto desanimar a CLJ o a OJ de sus propuestas. Todo lo contrario: precisamente por estar el panorama como está son más necesarias. Solo hace falta ser consciente de lo que realmente hay.
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Me manda un amigo este texto de I. Escolar: “El ex terrorista de los GRAPO Pío Moa dice que Público es un diario "pro etarra". ¿Cómo un tipo así se permite calumniar impunemente?” Y advierte que impedirá expresarse a quienes me apoyen porque “no pienso tolerar que me llamen pro etarra”.
Bien, yo no tengo por qué discutir los sentimientos íntimos, quizá antietarras, de este buen señor, ni tampoco de los que dirigen Público. Me guío solo por sus palabras y sus hechos. Y en los hechos, periódico y periodista defienden el llamado falazmente “proceso de paz”, que no es otra cosa, demostrable y demostradamente, que colaboración con la ETA contra el estado de derecho, la Constitución y la unidad de España. He dicho que el periódico es pro etarra a fuer de pro socialista, y es evidente que la ideología de ambos grupos, ETA y PSOE, coincide quizá en un 90%, como ya he expuesto reiteradamente. Por tanto, no es una calumnia sino una definición política clasificarles como pro etarras.
Ahora bien, ¿quizá en su más profunda intimidad detestan a la ETA? Pues podría ser, pero yo ahí no entro, lógicamente. Solo observaré que me parecen insinceros. Por ejemplo, siempre salen con lo de “ex terrorista”. Entendería que me atacara así la llamada extrema derecha, pues yo luchaba entonces contra el franquismo y la reforma realizada por este. Pero hay poca coherencia en nuestro buen Escolar cuando finge indignarse por ello, ya que la izquierda era entonces rupturista, apoyaba a la ETA de todas las formas posibles y se congratulaba y hasta brindaba cuando los “jóvenes luchadores vascos” asesinaban por la espalda a algún policía. Sin olvidar que terrorista ha sido Carrillo, lo han sido o son míster X y míster Faisán, lo fueron Mario Onaindía y diversos etarras que entraron en el PSOE, y sin embargo a ellos nunca se acuerda de llamarles “ex terroristas”. Así que yo aconsejaría a Escolar bajar un poco el grado de hipocresía, porque canta demasiado.
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Blog, Hegemon:
LA TRANSICIÓN DE CRISTAL
Leído el libro de Moa tengo que decir que se me hace corto. Es un tema para profundizar más pero las líneas marcadas por Don Pío son como siempre, clarificadoras, contundentes, reveladoras y acertadas, sobretodo por lo abrumador del análisis. Pero me resultan algunas preguntas después de su lectura:
¿Qué era lo que quería o pretendía Franco que ocurriera en España después de su muerte?
Franco siempre fue muy realista y sabía que a su muerte las cosas iban a cambiar. Confiaba en que al reinstaurarse la monarquía en Juan Carlos, el cambio fuera controlado y en orden. No era un demócrata, porque consideraba, tras la experiencia republicana, que la democracia no funcionaría en España, pues desataría las pasiones y nos llevaría a otra guerra civil. Pero debe recordarse lo que expresaba a su hermano en 1930: se trataba de democratizar el país con orden. Y cuando dijo aquello de “atado y bien atado” se refería exactamente a su sucesión en Juan Carlos, que debía garantizar una evolución tranquila. A ser posible en los cauces del Movimiento, pero es significativo que en su testamento no cita a este.
¿El Rey traicionó la idea de Franco o al propio Franco?
En alguna medida sí. Pero creo que no muy significativamente. Juan Carlos quería un protagonismo en el cambio, que le garantizaba Torcuato, pero no Fraga ni Arias. De ahí que intrigara contra estos últimos.
¿Suárez traicionó al Rey (y a los demás) por su ambición personal?
Suárez no traicionó al rey. Este, con Torcuato, lo eligieron para pilotar la reforma, y luego resultó que se creyó un genio político, desatendió a sus mentores, lo hizo muy mal y terminó creando la situación que abocó al 23-f .
¿Cómo personas más capaces como Fraga y Torcuato se dejaron vencer y apartar por Suarez, mucho más mediocre?
En el caso de Fraga, porque el rey estaba en contra, y el rey tenía el poder heredado de Franco. En el caso de Torcuato porque creyó poder tutelar a Suárez, como lo hizo hasta el referéndum de diciembre del 76. En ese momento, Suárez se vio en la cumbre de su carrera y decidió sacudirse dicha tutela, incluso, más adelante, la de Juan Carlos.
¿Lo que se pretendía con Suarez era poner la cara amable y el hombre de paja de los que creyeron estar detrás y este les desbordó con su carisma populista y su "entrega a la izquierda?
No exactamente. Suárez tenía a su favor el trabajo de Torcuato y la preferencia de Juan Carlos, el control de la televisión y del aparato gubernativo del franquismo, ventajas que no tenía nadie más. Con ello, sus dos éxitos electorales no son demasiado sorprendentes, más bien parecen escasos. No creo que lo que hizo viniera de una mala intención, sino de su escasa cultura, escasos principios y tendencia al “politiqueo”, a la maniobra de escaso radio.
¿La Transición fue más, para muchos políticos, un oportunismo político más que un trabajo de responsabilidad para con España?
La confusión entre el interés personal y el más general de la nación está muy extendido, hay que contar siempre con él.
Sigo diciendo que nos deberíamos cuestionar más la Transición que el Franquismo (si algo hay que cuestionar de este). Nuestros males vienen de allí no del Franquismo.
Todo hay que cuestionarlo, en mi opinión. Ya va siendo hora de ver la transición como lo que fue, con sus luces y sus sombras. Ciertamente, las sombras son muy considerables, y de aquellos polvos, no del franquismo, vienen estos lodos, a mi juicio.
**** Blog, una sugerencia. Katakrok podría dedicar sus inspirados sonetos a personajes públicos bien conocidos, en lugar de a otros compañeros del blog, a quienes en realidad no conoce.