A muchos ateos les irrita que se les aplique el método, científicamente indispensable, de contrastar sus teorías con la evidencia histórica derivada de su práctica. El método les parece excelente cuando se emplea, mejor o peor, con la religión (para concluir, como Weinberg, que la humanidad habría vivido desde sus orígenes en una negra pesadilla. Siendo así, no se entiende bien cómo ha podido subsistir siquiera); pero les resulta intolerable cuando se emplea con ellos. Lo cual revela una actitud dogmática que, si tiene algún sentido en el ámbito de la creencia religiosa, en el del ateísmo se vuelve radicalmente contradictorio.
Vaya por delante que el ateísmo no es la simple negación de una idea, sino una teoría, implícita o explícita, sobre el mundo, la vida y la historia. Cuando se explicita da lugar a diversas variantes (marxismo y nazismo, entre ellas), pero con un fondo común.
Pues bien, en su práctica histórica, esas teorías han generado terror, aplastamiento de la libertad en grado nunca antes visto, totalitarismo y genocidio. Esta es una evidencia histórica innegable. La cual coloca en una difícil posición a los ateos que repudian o dicen repudiar el totalitarismo. Quiero decir que estos tienen por delante una ardua tarea: explicar que hay otros ateísmos más benéficos o que los citados no son “auténticos”, que se desvían de la sana doctrina atea. De entrada, me parece más fácil la tarea contraria, explicar la estrecha consecuencia entre el ateísmo y aquellos lamentables fenómenos. Ya lo iremos viendo.
Mencionaba ayer una de las posibles objeciones a este planteamiento, la de que existe gente buena y mala tanto entre los creyentes como entre los ateos. Algo así ha venido a decir Weinberg alguna vez, si mal no recuerdo. En cierto modo se trata de una observación trivial, pues también existe buena gente entre los comunistas o los nazis. Pero en un sentido más profundo apunta al supuesto de que la bondad o la maldad no dependen de las creencias: “La fe no es bondad”, rezaba un lema de The Economist en referencia al integrismo islámico. Tal vez. Pero la ausencia de fe, tampoco. Además, el asunto es otro: el ateísmo debería despertarnos de la pesadilla religiosa, de su mentira y consiguiente maldad. De momento tendrían que darnos algunas explicaciones más detalladas al respecto.