Dice un comentario a mi artículo anterior sobre el aborto: "El varón, demuestra una vez más su infantilismo: no quiere reconocer su responsabilidad y se apresura a señalar a la mujer como la culpable. Pues quizás ése es uno de los puntos cruciales. La mujer, con frecuencia, querría tener un compañero adulto con quien compartir la vida y educar los hijos que tuviera. Pero... ¿Quién quiere formar un hogar con un hombre que, en realidad es un crío más que sólo demanda y no quiere asumir responsabilidades? ¿Para qué acabar en la esclavitud cuando no sólo ya no se necesita al hombre para vivir en condiciones sino que, con frecuencia, se convierte en un lastre?".
Esto es una gran verdad, pero no afecta solo a los varones. Uno solo tiene que ver la televisión, los mensajes de los políticos, la publicidad para darse cuenta de que todos ellos tratan a la gente como a críos y que gran parte de la gente responde, efectivamente, como críos. Es un efecto más de la usurpación de la educación por burócratas formados en ideologías más o menos histéricas y totalitarias que, paradójicamente, se encubren con banderas de libertad y democracia. Lo profetizó Tocqueville en una cita que he repetido a menudo, porque describe la teoría y la práctica socialdemócratas: "Un poder inmenso que busca la felicidad de los ciudadanos, que pone a su alcance los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar (...) Un poder tutelar que se asemejaría, a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero que, por el contrario, sólo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia".
El concepto de la vida difundido hoy masivamente, un auténtico lavado de cerebro ya desde la escuela, consiste en un hedonismo infantilizante y realmente chabacano (no sé por qué, en España, todo tiende a lo cutre), mezclado con una seudoética simplista. Se difunde de modo especial en las relaciones sexuales, todas equivalentes, pues lo esencial es "pasarlo bien". Y he aquí que ello conduce al fracaso familiar y matrimonial, y al aborto masivo, porque una relación estable y una familia implican algo más que "pasarlo bien" y "divertirse" puerilmente.
El estado se encarga de la responsabilidad, despojando de ella –y por tanto de la libertad– al individuo. Advertía Tocqueville que un sistema tal "a la larga privaría a los hombres de los principales atributos de la humanidad". Un buen diagnóstico de la mala salud social o "calidad de vida" de nuestro país y de tantos otros.