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Pío Moa

El patriotismo de Ángel Viñas

Justificar la supeditación al Kremlin constituye lo que normalmente se llama traición al país, un poco como ocurrió con los afrancesados. Que los socialistas se identifiquen con estos, y ahora con Negrín, solo expresa su auténtica manía antiespañola.

El historiador lisenkiano Ángel Viñas ha escrito un artículo en El País en defensa de Negrín (¡a ver!), con expresiones como estas contra quienes ponen en duda las virtudes de su defendido: "Desde las babosidades de Manuel Aznar y Joaquín Arrarás hasta las engañifas más recientes se ha distorsionado el pasado. También algún autor-basura se las ha apañado para presentar bajo nuevos envoltorios las ‘pruebas’ de la ‘connivencia’ de Negrín con los siniestros designios de Stalin." Bien, nada que objetar al tono empleado. Me parece bien que el señor Viñas desahogue sus sentimientos. No tan bien, en cambio, que se limite a expresarse como podría hacer un matón de tasca, sin explicar los motivos de sus insultos, como cabría exigir a quien va de intelectual por la vida. Pero a ese nivel nos tiene acostumbrados la progresía.

Según Viñas, "las bases documentales preservadas en los archivos" permiten afirmar que "las principales acusaciones que con mayor frecuencia se han dirigido contra Negrín son desmontables". Pero veamos cómo las "desmonta" él, empezando por la primera acusación (ya iremos viendo las otras): "Envió por las buenas el oro del Banco de España a Moscú. Falso. Empezó a venderlo el Gobierno Giral a los pocos días de la sublevación. Los franceses adquirieron una cuarta parte. El franquismo no tuvo más remedio que aguantarse. Negrín contó con una autorización del Consejo de Ministros del 6 de octubre de 1936, que dejó la operación en sus manos y en las de Largo Caballero en su calidad de presidente del Gobierno." Y ahí deja la cosa, una bonita manipulación.

Pero nadie dice que enviara el oro "por las buenas", pues un acto tan extraordinario hubo de tener por fuerza poderosas razones. ¿Por qué dejó Negrín lo principal de las reservas españolas en manos de un sistema totalitario, terrorista y financieramente opaco, ajeno a las garantías propias del sistema internacional, con lo cual el Frente Popular perdía, como así ocurrió, el control sobre sus fondos? Los responsables de la fechoría lo han explicado a posteriori aludiendo a la actitud hostil de las democracias, pero se trata de evidentes pretextos. Como el mismo Viñas reconoce, una cuarta parte del oro –y casi toda la plata– fue negociada en países democráticos, con una dosis enorme de corrupción pero sin trastorno ni robo por parte de las autoridades de esos países. No, el envío a Moscú obedeció a otra razón, que por lo demás salta a la vista de cualquier persona libre de anteojos lisenkianos: a que el Gobierno de Largo Caballero era revolucionario, no democrático, y sus principales líderes se identificaban, con más o menos intensidad, con el totalitarismo staliniano. Varios de esos líderes, como Largo, Prieto y Negrín mismo, habían organizado el asalto a la república en octubre de 1934, planeado como una guerra civil para implantar la "dictadura proletaria", o sea, del PSOE. ¿Por qué "olvida" Viñas estos datos, sin los cuales todo se vuelve un galimatías? ¿O puede refutarlos? A la espera quedamos.

El Frente Popular perdió así el control sobre las reservas y sobre el grueso del suministro de armas. Con ello, la política y el destino de la España izquierdista quedaban a merced de Stalin, en un grado como ni remotamente sucedió con Hitler o Mussolini en el bando contrario. Además, Moscú disponía en España de un partido agente, el PCE, radicalmente stalinista y pronto convertido en el partido más potente; y también de unos asesores militares con influencia muy superior a la de los especialistas alemanes o italianos en el otro bando. Como señala Stanley Payne, ello no significó el dominio absoluto del Frente Popular por Moscú, pero sí una clarísima hegemonía que solo sería desafiada en el último momento, cuando la derrota estaba a la vista y el propio Stalin se había desentendido de sus protegidos-dominados.

Estos datos son absolutamente cruciales. Cualquier historiador que no los valore debidamente demuestra una ineptitud o una decisión manipuladora radicales. Pero Viñas, como los historiadores lisenkos en general, no es que no los valoren, es que ni los toma en cuenta. Apenas me ha interesado el debate sobre si el Kremlin estafó más o menos dinero a España, mi impresión es que no debió de haber mucho de ello, pues Stalin perseguía objetivos de mayor enjundia. Lo importante fueron las consecuencias políticas: el envío del oro, combinado con la fuerza del PCE y otros hechos, hizo perder al Frente Popular su independencia, convirtiéndolo en satélite de Moscú. De aquella situación salvaron a España los nacionales, como reconocieron Marañón o Besteiro. Justificar la supeditación al Kremlin constituye lo que normalmente se llama traición al país, un poco como ocurrió con los afrancesados. Que los socialistas se identifiquen con estos, y ahora con Negrín, solo expresa su auténtica manía antiespañola y su vocación de vender el país a quien sea. Tiene su gracejo nuestro historiador cuando habla con desdén del "hipernacionalismo de boquilla del franquismo", como si él profesase un patriotismo real y no de boquilla.

En lugar de los alcances políticos de la inmensa fechoría, Viñas se fija en si el acuerdo al respecto fue tomado con algún rastro de legalidad por el Consejo de Ministros. Salvando las distancias, es como si nos preocupásemos de si la decisión de exterminar a los judíos fue tomada por los nazis siguiendo tales o cuales requisitos legales. Historiografía fina.

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