Si la historia del PSOE fuera bien conocida, casi nadie le votaría. Parlotean las izquierdas de un inexistente pacto de silencio, en la transición, para ocultar las fechorías franquistas, cuando la realidad es la inversa. Lo que se ocultó fueron sus méritos, extraordinarios en los últimos cuatro siglos de nuestra historia, mientras que la marca "antifranquista" funcionó como salvoconducto a la mentira y la calumnia más desaforadas. Y se ocultó, sobre todo, el pasado de socialistas, comunistas y separatistas, y ello al punto de que aún hoy, creo, el único estudio conjunto de los nacionalismos vasco y catalán en relación con la evolución histórica de España, sigue siendo mi Una historia chocante. Me han sugerido abordar asimismo la historia del PSOE, pero dejo a otros la tarea. Con todo, he expuesto abundante material al respecto en varios libros, y en El derrumbe de la república me ocupé de las doctrinas políticas que han orientado a unos y otros: dato imprescindible para entender la historia, pero que ha sido desatendido casi sistemáticamente por los historiadores, lo que explica muchos dislates. Algo así hizo Gerald Brenan en su Laberinto español, aunque de forma básicamente errónea.
Como he mostrado en La Transición de cristal, el PSOE, partido insignificante bajo el franquismo, fue convertido en una potencia por el esfuerzo (y el dinero) coordinado de poderes internacionales, medios de prensa y la propia derecha española, a fin de contrarrestar al PCE. Se suponía que el PSOE del posfranquismo ya no era el de la república y la guerra, pese a mantener radicalismos obscenos y reivindicar todo su pasado, incluso la revolución del 34. Y pareció ir en el buen camino cuando, tan tarde como 1979, el PSOE renunció, dicen, al marxismo. Pero no es verdad, lo mantuvo "como instrumento crítico y método de análisis", y su programa máximo siguió impregnado de marxismo. Además, este no fue sustituido por nuevas ideas coherentes. Peor aún, la renuncia parcial no se fundamentó sobre el necesario examen del pasado, solo fue una operación de maquillaje electoralista.
En La Transición... señalaba: "La cuestión del marxismo en el PSOE es una de las de más calado histórico en la España del siglo XX, aunque la inmensa mayoría de los historiadores apenas le ha prestado atención". Ese marxismo, aun si elemental y tópico, está en la raíz del impulso perturbador, demagógico y guerracivilista del PSOE, desde la huelga insurreccional del 17 o la insurrección del 34 al rupturismo del 76, culminado por Zapatero desde 2004. Muerto Franco, nunca dejó de constituir una amenaza para la democracia e, insisto, sus semejanzas con la ETA siguen siendo demasiado profundas.
Tras el descalabro de las elecciones últimas, al PSOE se le ofrece la oportunidad de una refundación partiendo de la crítica sobre su pasado y de la efectiva sustitución del marxismo por unas ideas clara e inequívocamente democráticas. ¿Aprovechará la oportunidad? Me temo que no, porque, además, se trata de un partido harto corrupto. No obstante, la oportunidad sigue ahí, esperando al Besteiro que la aproveche.