La semana pasada hice público que dejaba la política. Lo hice con un escueto tuit de dos líneas. Por la cantidad de respuestas extrañadas y solicitudes de mayores aclaraciones recibidas, es evidente que debo explicar mejor qué hay detrás de mi decisión. A ello dedicaré este artículo.
Llevo unos 15 años en política. He sido asesor, jefe de gabinete, director general, consejero y, durante los últimos cuatro años, concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Ahora tengo 46 años y he llegado al convencimiento de que necesito una mayor experiencia en el sector privado. No quiero dedicar toda mi vida profesional a la política. Esa es la razón por la que me marcho.
A ello se suma mi creciente amor por el Derecho. Empecé a estudiar Derecho por la UNED en 2014 casi por curiosidad intelectual. Pero, a partir del segundo año, descubrí una nueva vocación profesional. Acabé el grado en cuatro años al tiempo que ejercía de concejal y en octubre del año pasado empecé el máster ahora obligatorio para todo aquel que quiera colegiarse y ejercer de abogado. Voy a clase por las tardes en ICADE. En mi curso somos unas 30 personas, todos jóvenes de entre 22 y 23 años… y yo.
Mi búsqueda de un futuro profesional en la abogacía también ha seguido el patrón de los jóvenes que estudian el Máster de Acceso a la Abogacía. Todos estamos obligados a hacer prácticas en un despacho de abogados para aprobarlo. En función de ello, envié mi CV a decenas de despachos de abogados y me presenté a las pruebas de selección escritas –exámenes en toda regla de hasta cuatro horas– de quienes me convocaron a ellas. No he tenido muchas entrevistas. De hecho, sólo he tenido una. Y la entrevista básicamente giró en torno a la siguiente pregunta: "Oiga, usted tiene 46 años. ¿Está seguro de que quiere ser becario?".
Lo cierto es que para ser abogado debo completar el máster. Y para completar el máster debo hacer unas prácticas. Y yo quiero ser abogado. Por lo que claro que quiero ser becario. Por suerte, mis explicaciones convencieron a mi entrevistadora y empezaré mis prácticas en el despacho en septiembre. Espero colegiarme y ejercer ya el año que viene, en 2020.
Dejo la política agradecido. He vivido grandes momentos en política y he hecho buenos amigos. Sobre todo, he tenido la ocasión de defender aquello en lo que creo. Pero es hora de hacer otra cosa. Como buen liberal, creo que la política corrompe. Y, por lo tanto, hay que mantenerla siempre a una cierta distancia. Con la edad, es mucho más difícil hacerlo. Las opciones fuera de la política son cada vez más escasas. Esto es así no sólo desde un punto de vista profesional sino también personal: los políticos tienden, con el tiempo, a no saber reconocerse fuera de la política; es como si su identidad estuviese definida por el cargo público que ostentan. No quiero que eso me ocurra a mí. Quiero ser libre. Y ser libre significa que el ejercicio de la política sea una decisión, no una obligación.
Soy consciente de que mi decisión es poco habitual; lo normal es irse dando portazos. Pero me gustaría contribuir, siquiera marginalmente, a que la marcha de la política con plena naturalidad sea cada vez más habitual en España. La madurez de una democracia se demuestra, también, con la temporalidad de sus políticos. Y yo quiero un sistema político liberal en el que la gente entre y, sobre todo, salga de la política con naturalidad y fluidez.
Insisto, me voy agradecido al PP y a la política. Quizá el otro sentimiento que más me embargue ahora sea el del vértigo. Empiezo una nueva aventura profesional desde abajo del todo y con la responsabilidad de una familia –creciente– a mis espaldas. Pero lo hago con ganas. Quiero ser un buen abogado, como espero haber sido un buen político. Y a ello me voy a dedicar con entusiasmo y total dedicación durante los próximos años.