Son las 18:36 del 11 de febrero y, a esta hora, sólo hay una candidata a la presidencia del PP del País Vasco: Arantza Quiroga. El plazo de presentación de candidaturas termina hoy. El PP vasco tiene 5.000 afiliados.
Son las 18:37 del 11 de febrero y, a esta hora, sólo hay un candidato a la presidencia del PP de Andalucía: Juan Manuel Moreno. El plazo de presentación de candidaturas termina mañana a las 16:30. El PP andaluz tiene 150.000 afiliados.
¿Qué está pasando? ¿Se ha convertido el PP en una especie de comunidad de propietarios que nadie quiere presidir?
Evidentemente, no. El problema es el consenso con el que se ha querido llegar a estos congresos. Consenso se ha convertido en un término asimilable a justicia social o a igualdad por su capacidad para amedrentar a los discrepantes. Otorga la superioridad moral a quien lo exalta, evitándose así tener que demostrar la conveniencia de la decisión propuesta. Es tal su poder que ante la pregunta "No me estarás diciendo que quieres romper el consenso, ¿verdad?", la mayoría se achanta.
Y, sin embargo, un congreso de un solo candidato consensuado es un insulto a la inteligencia y al compromiso de los militantes de un partido. Este consenso no es más que un eufemismo para evitar hablar del "dedo divino" que dirige la decisión (como decía un "irritado alto cargo del partido" a El País: "Todos vamos a apoyar a quien diga Rajoy, diremos que es el mejor del mundo, pero que lo digan; la gente está histérica").
La democracia se basa en la competencia, en el debate, en la confrontación pública de ideas. Todo esto se pierde cuando la decisión sobre quién debe ocupar una presidencia se toma en privado, con apretones de manos, palmadas en la espalda e intercambios de favores que, necesariamente, desembocan en un mínimo denominador común. Si tan bueno es el consenso, ¿por qué no reunir al Rey, a los presidentes de la comunidades autónomas, de los partidos, de los sindicatos y de las patronales, y que decidan ellos quién debe ser el presidente del Gobierno, y así nos ahorramos los 124 millones de euros que cuestan unas elecciones generales?
Nadie definió mejor que Margaret Thatcher los peligros del consenso:
Ah, el consenso… el proceso por el que se abandonan todas los principios, creencias, valores y políticas en busca de algo en lo que nadie cree, pero a lo que nadie se opone; el proceso de sortear los problemas que deben ser resueltos simplemente porque no se puede alcanzar un acuerdo sobre el camino por seguir. ¿Qué gran causa podría haber sido defendida y ganada bajo el lema "Yo estoy por el consenso"?
A esto Thatcher añadió: "El consenso es la ausencia de liderazgo".
Pese a todo, todavía es posible que el liderazgo se ejerza en el PP de Andalucía; lo será hasta mañana a las 16:29. Para ello, alguien deberá dar un paso al frente con la voluntad de convencer a los compromisarios del congreso de que es la persona adecuada para presidirlos con argumentos que no se limitan a la autoridad que otorga el "dedo divino".
Una buena opción sería Esperanza Oña, alcaldesa de Fuengirola y vicepresidenta del Parlamento andaluz. Su nombre ha sonado con fuerza en los últimos días. Antonio Burgos, por ejemplo, le ha animado a presentarse en ABC (llamativa la portada de ABC hoy: "División en el PSOE por la elección a dedo de Valenciano para las europeas"). Y Teodoro León lo ha hecho en el diario Sur.
Contrariamente a Burgos, yo no conozco personalmente a Oña. Pero me gusta lo que leo sobre ella. En las últimas elecciones municipales el PP sacó en Fuengirola el 64,5% de los votos, lo que se tradujo en 18 concejales frente a los 5 del PSOE y a los 2 de IU. El vuelco en este municipio de la Costa del Sol ha sido espectacular: en 1983 el PSOE sacó el 64,2% de los votos (15 concejales), frente al 24,1% de AP (5 concejales).
Oña nació en Sevilla, pero su profesión médica le llevó a Fuengirola en los años 80. Ahí se unió al PP, alcanzando la alcaldía en 1991 con un gobierno en minoría que el PSOE descabalgó al cabo de un par de años. En 1995 Oña ya ganó con mayoría absoluta. También fue portavoz del PP en el Parlamento andaluz de 2006 a 2012. En resumen, estamos ante una persona conocida en Andalucía, con una larga experiencia política y que sabe ganar elecciones.
El consenso y el liderazgo son incompatibles. Por su propio bien, espero que la presidencia del PP de Andalucía se dirima en función de un liderazgo y no de un consenso.