
La dimisión de Mariano Rajoy como presidente del Partido Popular pone fin a un ciclo. El ciclo nacido con la refundación del partido en 1989-1990 y la llegada de José María Aznar a su presidencia. El modelo imperante en estos casi 30 años ha estado jalonado de éxitos, en particular, los más de 14 años de Gobierno y las dos mayorías absolutas conseguidas en 2000 y en 2011. Pero el modelo está agotado. El nuevo presidente del PP tendrá como principal desafío romper con las inercias del pasado, con los intereses creados, con el "esto siempre se ha hecho así" y plantear un nuevo modelo de partido.
El mejor indicador de la necesidad de renovar el modelo es el hecho de que el PP es el partido favorito para los mayores de 55 años, pero cae al cuarto puesto entre las preferencias de los menores de dicha edad. Una brecha generacional tan marcada indica la gravedad del problema. Un partido de Gobierno debe poder hablar –y, más importante aún, ser escuchado– por todas las generaciones de españoles. Cambiar esta deriva pasa por repensar el modelo de partido. Este artículo ofrece cinco ideas para conseguir dicho objetivo.
1. Recuperar la credibilidad de sus principios. La principal debilidad del PP es su dificultad para articular un discurso basado en principios. Las decisiones tomadas por el Gobierno saliente y la corrupción han minado su credibilidad. Lo primero es ley de vida (todo Gobierno se ve obligado a traicionar sus principios en algún momento). Lo segundo es mucho más corrosivo. La corrupción lamina la credibilidad. Por ello, para recuperar cuanto antes la posibilidad de defender principios, el PP no debe sólo apartar a los corruptos; debe convertirse en el partido más transparente de España. Al igual que una cocina visible tras una pared de cristal inspira confianza en los comensales de un restaurante, el PP deberá hacer transparente toda su cocina económica y financiera. Su página web de transparencia deberá potenciarse e incluir, por lo menos, todos sus contratos, convenios, bienes muebles e inmuebles y salarios.
2. Hablar a las personas con las banderas en sus balcones. El movimiento político más importante del último año es el de las banderas de España colgadas en los balcones. Su calado es seguramente mucho mayor que el del 15-M. Incomprensiblemente, el PP no se ha dirigido directamente a estos cientos de miles de españoles que se ofrecen como aliados en la defensa de nuestro orden constitucional. Hablémosles y escuchémosles.
3. El PP no es un ministerio. Es una evidencia que el poder se ejerce en el PP de arriba abajo. El presidente es una especie de ministro cuyas órdenes deben ser ejecutadas por la organización. Este modelo se ha quedado anticuado. Los militantes de base, los grandes excluidos del modelo, han optado por votar con los pies. Se les recuperará cuando se les dé voz. Con vistas a este objetivo, propondría una idea muy simple: que el 25% de la financiación del partido deba proceder de sus militantes. Ahora mismo es menos del 10%. La mejor forma para que la organización se vuelque en escuchar a sus bases será que le deba solicitar su dinero para financiarse. Esta sería una forma muy efectiva de que el poder se ejerza, en parte, de abajo arriba.
4. Comunicar es asegurarte de que te entiendan. El PP se queja de que es un incomprendido, de que comunica mal. Mucho de ello tiene que ver con los corsés comunicativos autoimpuestos por sus argumentarios, reflejo de la obsesión por ejercer el poder de arriba abajo. La tiranía de los argumentarios ha llevado a que el lenguaje de los representantes del PP sea, a veces, incomprensible. Los argumentarios son la hoja de parra con la que se busca ocultar las vergüenzas de la falta de criterio. Esto no quiere decir que no deban usarse. Lo que no debe ocurrir es que se lean o repitan literalmente. Los argumentarios deben transmitir ideas, no dictar frases. Esto exige mucha más formación interna. El PP debe ser, entre otras muchas cosas, una gran escuela de formación intensiva. El nuevo presidente haría bien en crear una división de formación mucho más potente que la actualmente existente.
5. Los problemas también se solucionan quitando poder a los políticos. Uno de los lugares comunes políticos más nocivos de la política española es que los problemas se solucionan, siempre, dando más poder a los políticos, a los funcionarios y, en general, al Estado. Falso de toda falsedad. A menudo, los problemas o se acrecientan o, simplemente, se subvencionan de esta manera. Esto lleva a una salvaje maraña legislativa y a una presión fiscal insoportable. El PP también ha caído en esta trampa. Además, ha trasladado demasiado a menudo que su prioridad era defender los intereses de quienes viven de los presupuestos generales del Estado: pensionistas y funcionarios. Debe ser mucho más explícito en su defensa de quienes alimentan dichos presupuestos: profesionales, trabajadores y, en particular, los autónomos.
En aras a la brevedad, he limitado este artículo a cinco puntos. Hubiesen podido ser muchos más. Pero, para concluir, quisiera insistir en su idea principal: el nuevo presidente deberá liderar el PP rompiendo esquemas. Lo que ha servido en el pasado no debe, necesariamente, servir ahora. Todo deberá ser repensado, aunque no obligatoriamente cambiado. Es hora de romper corsés. Es hora de pensar con audacia.
Percival Manglano, concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid.