Para la izquierda mundial, desde Ted Kennedy a François Mitterrand, arremeter contra la dictadura del general chileno Pinochet calmaba su conciencia y le permitía seguir robando, montando servicios secretos a su servicio, amparando terroristas de izquierdas y apoyando golpes de Estado en África.
Así lo expresó Jean-François Revel (Cómo terminan las democracias):
Asegura la reparación 24 horas al día y siete días de la semana, cuando el alma socialista sufre. El grito "¡Pinochet!", "¡Pinochet!" exorciza los demonios, todas las Camboyas del mundo, todos los Afganistanes, todas las Etiopías, todas las Checoslovaquias, todos los Tíbets. Desde que los coroneles griegos nos han dejado, es casi el único que está en primera línea para soportar el peso del servicio psicoterapéutico de la culpabilidad de la izquierda.
En una campaña falaz, pero muy efectiva, la izquierda enseguida sostuvo que el presidente Salvador Allende murió defendiendo con las armas la democracia, el socialismo, la voluntad del pueblo y el palacio de La Moneda frente a los "fascistas traidores".
Fidel Castro canoniza a Allende
En un discurso pronunciado en La Habana el 28 de septiembre de 1973, antes de que se cumpliesen tres semanas del golpe de Estado en Chile, Fidel Castro canonizó a Allende. Según su relato, Allende "cargó sobre sus hombros numerosas armas para reforzar los puestos de combate", "transportaba pertrechos desde la armería", "tomó personalmente una bazuca (…) y puso fuera de combate [un tanque] con un impacto directo"; a la vez que dirigía la defensa, animaba a sus compañeros y encontraba tiempo para pronunciar frases para esculpir en piedra: “Así se escribe la primera página de esta historia. Mi pueblo y América escribirán el resto”.
Según Fidel, Allende murió mientras combatía casi cuerpo a cuerpo:
Avanzando hacia el punto de irrupción de los fascistas recibe un balazo en el estómago que lo hace inclinarse de dolor, pero no cesa de luchar; apoyándose en un sillón continúa disparando contra los fascistas a pocos metros de distancia, hasta que un segundo impacto en el pecho lo derriba y ya moribundo es acribillado a balazos.
El momento es tan solemne que los miembros de su guardia personal (entre los que había varios cubanos) tienen tiempo para
tomando el cuerpo inerte del presidente lo conducen hasta su gabinete, lo sientan en la silla presidencial, le colocan su banda de presidente y lo envuelven en una bandera chilena.
El novelista Gabriel García Márquez también participó en esa campaña de propaganda. Según él, "todos los oficiales, en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo".
Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.
Entrados los 80, el periodista español Manuel Leguineche repitió en alguna columna la imagen de los oficiales disparando sus armas sobre cadáver de Allende.
La versión de la familia Allende y de la junta militar que tomó el poder ese 11 de septiembre de 1973 es que el presidente se suicidó, corroborada por pruebas forenses realizadas en 2011.
Otra versión que empieza a difundirse en los últimos años es la de que el jefe de los asesores cubanos, Patricio de la Guardia, obedeciendo órdenes de La Habana, mató a Allende para crear un mártir socialista. Sorprendentemente para quienes conocen las entretelas de los regímenes comunistas, en 1989 Patricio se salvó de ser fusilado junto con el general Arnaldo Ochoa y su gemelo Tony de la Guardia. ¿Quizás porque había escondido pruebas de su misión?
Aunque no haya pruebas, Neruda fue asesinado
Estos días se ha comprobado que otro de los muertos de primera que se atribuyen a Pinochet murió sin su intervención, de causas naturales: el poeta comunista Pablo Neruda.
El chofer de éste declaró en 2011, 38 años después de la muerte de Neruda y 22 años después del regreso de la democracia al país, que Neruda, que padecía cáncer de próstata, fue asesinado en una clínica cuando estaba a punto de salir de Chile para México, cuya dictadura civil le había ofrecido asilo. Según el chofer, también militante comunista, Neruda iba a dirigir una petición al mundo para que se derrocase a Pinochet. La muerte ocurrió sólo 12 días después del golpe. El PC chileno presentó una denuncia por asesinato, que puso en marcha un proceso.
El juez Mario Carroza y la Fundación Neruda acordaron exhumar el cadáver, del que se extrajeron muestras que se enviaron a examinar a España y a EEUU. Las conclusiones científicas se conocieron a principios de mes y descartaban que el poeta, que cantó a Stalin, hubiese sido envenenado.
Pese a las evidencias y el hartazgo de la Fundación Neruda, los comunistas se niegan a renunciar a semejante cacería. El abogado del PC chileno, Eduardo Conteras, declaró que daba igual que hubiera o no pruebas: Neruda fue asesinado por Pinochet.
Pueden no hallarse restos, pero eso no significa que no fue asesinado. El caso Neruda no se cierra.
Cuatro años con imputados, pero sin pruebas
El tercer muerto que se quiere cargar a Pinochet es el expresidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), que apoyó el golpe de Estado ante el mundo entero, empezando por sus correligionarios de la Internacional Democratacristiana, y años después se pasó a la oposición hasta el punto de pedir el voto negativo a la Constitución de 1980.
El expresidente había fallecido en enero de 1982, después de someterse a una operación de hernia de hiato en la misma clínica privada en la que había muerto Neruda.
Desde 2006, la familia de Frei sostiene que el patriarca fue asesinado por la dictadura y renovó sus declaraciones casualmente en la campaña electoral en la que competía el hijo, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que ya había sido presidente (1994-2000) por su reelección frente a Sebastián Piñera, de la derecha.
Seis días antes de las elecciones, el 7 de diciembre de 2009, el juez instructor del caso, Alejandro Madrid, declaró en un auto que la muerte de Frei Montalva fue un homicidio cometido a través de la introducción paulatina de sustancias tóxicas en su organismo y procesó a seis presuntos implicados en el crimen. Dos de estos médicos también fueron interrogados por el instructor de la investigación de la muerte de Neruda, con el resultado ya conocido.
Se van a cumplir cuatro años de las imputaciones y, pese a los análisis realizados en el cadáver, no aparecen las pruebas necesarias para una condena.
Estas campañas mediáticas que se centran en un personaje famoso para atraer odio y movilización contra su supuesto matador tienen varios riesgos si fracasan. El primero es que se divide a las víctimas en dos categorías, las ilustres y las vulgares. Y el segundo, que la consecuencia puede ser el blanqueo del diablo que se trata de crear: si Pinochet es malo porque mató a Allende, Neruda y Frei, ¿qué ocurre si no mató a ninguno de ellos?, ¿pasa a ser menos malo? Y la pregunta que luego se hacen muchos desengañados: ¿merece la pena ahondar en estos asuntos? Así lo comprobó el escritor irlandés Ian Gibson al fracasar en la búsqueda de los restos del poeta Federico García Lorca.
Como escribió el genial pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila:
La izquierda no siempre asesina, pero siempre miente.