La primera interpretación del resultado de las elecciones parlamentarias y de la primera vuelta de las presidenciales celebradas el domingo 17 es que la visión tecnocrática de la política vuelve a ser derrotada.
Al comienzo de su mandato en 2010, Sebastián Piñera prometió a los chilenos buena administración y poca política: PIB, empleo, competitividad… De política, poco. La consecuencia es que la izquierda empezó a hacer política en la calle (revueltas estudiantiles dirigidas por comunistas y socialistas, reclamo de apertura de un proceso constituyente) y el Gobierno perdió la iniciativa.
El PIB chileno ha crecido en este mandato a una tasa media cercana al 6%, la inversión extranjera aumentó año tras año y el desempleo bajó a menos del 6%. Y la Alianza por Chile ha perdido ambas cámaras y, salvo prodigio, la presidencia. Otra prueba de que a los ciudadanos no se les puede tratar como a accionistas de empresas cotizadas en bolsa, subiendo el dividendo anual. La lección se la puede aplicar en España el Gobierno de Mariano Rajoy: el bienestar económico no garantiza la victoria electoral.
Una abstención del 52%
La segunda es que pese a la efervescencia en las calles y los anuncios del tsunami Bachelet, los chilenos, por los motivos que sean, no se han movilizado. Por primera vez se aplicaban en estas elecciones las reformas constitucionales que establecieron la voluntariedad del voto y la inscripción automática en el censo (antes, quienes deseaban votar debían inscribirse ellos, a la manera de EEUU) y la abstención se ha situado en el 52%, la más alta de la historia chilena. En la primera vuelta de 2009 votaron 8,2 millones y el domingo sólo lo hicieron 6,7 millones.
El descontento creciente de los chilenos con los viejos partidos y alianzas se expresa también en otros datos. Uno, la emergencia de dos candidatos outsiders: el socialista Marco Enríquez-Ominami y el liberal Franco Parisi, que han sumado un 20%. El número de candidatos ha sido de nueve, el más alto nunca habido. Y, por último, la suma del porcentaje de voto de los dos primeros candidatos ha sido del 71%, la más baja desde la instauración de la doble vuelta en 1989.
Gane quien gane dentro de un mes, no podrá llamarse presidenta de todos los chilenos, porque más de la mitad del censo ya ha dicho con su silencio que la elección no le concierne.
Bachelet, ‘armada’ en Nueva York
Bachelet ha regresado a su patria después de desempeñar el cargo de directora de la agencia de la ONU dedicada a la mujer, donde ha coincidido con otras pensadoras de izquierda como la española Bibiana Aído. Entre las ideas nuevas que ha traído en su maleta están todos los planes de género: paridad obligatoria entre sexos, matrimonio homosexual, aborto… También está amagando con convocar una asamblea constituyente a imitación de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, para superar los requisitos de reforma de la Constitución y crear una nueva. Parte de la izquierda en la que se apoyará para gobernar (como los seis diputados comunistas, dos de ellos los cabecillas estudiantiles Camila Vallejo y Karol Cariola) reclama esta Asamblea.
Ante estos planes, que podrían sacudir la estabilidad nacional y la unidad de los grandes partidos (salvo el PC, el Humanista y algún otro) en las bases del sistema político y económico, que condujeron a Chile a ser el primer país sudamericano en ingresar en la OCDE, ¿en qué situación se encuentra el centro-derecha para enfrentarlos?
Evelyn Matthei se hizo con la candidatura de la Alianza después de que el vencedor de las primarias de junio, Pablo Longueira, renunciase a ella por una depresión. Es una candidata tan débil que la votación parlamentaria de la Alianza fue de un 36%, diez puntos superior a la suya. Matthei fue una mala candidata incluso para los suyos: el segundo peor resultado del centro-derecha en primera vuelta desde la recuperación de la democracia, con la salvedad de 1993.
Desde la derrota en las municipales de 2012, que presagiaban la derrota de este año, tanto los partidos de la Alianza (Renovación Nacional y Unidad Demócrata Independiente) como Piñera se desentendieron de las presidenciales. El interés de los primeros consistía en obtener cuantos más diputados y senadores pudieran y, en el caso del presidente, en preparar ya el camino para su reelección dentro de un cuatrienio.
La DC vuelve a aliarse con comunistas
Lo más probable es que el 15 de diciembre Bachelet supere con holgura el 50% de los votos. El comando de Matthei recuerda lo ocurrido en 2009, cuando el candidato de la Concertación, el expresidente democristiano Eduardo Frei Ruiz-Montalva, obtuvo un 29% en la primera vuelta y subió a un 48% en la segunda; pero es que entonces los votantes de los dos apeados en primera vuelta, Enríquez-Ominami y un comunista, estaban más próximos a Frei que a Piñera. Matthei sólo podría pescar en el 10% obtenido por Parisi, que se ha negado a respaldarla.
El mayor riesgo para Bachelet reside en su coalición, Nueva Mayoría, más amplia que la Concertación y, por tanto, más frágil. Como en 1970, la democracia-cristiana ha contribuido a llevar a la Moneda a un presidente socialista apoyado por ultras de izquierda y con un programa de subversión constitucional. Menos de tres años después, la DC se unió a la derecha contra la Unidad Popular y unos meses después celebró el derrocamiento militar de Salvador Allende.
La última conclusión es que la derecha chilena ha obtenido mejores resultados cuando estaba en la oposición. Y la causa de su derrota es su incapacidad para movilizar a los abstencionistas, porque Bachelet ha perdido entre 2005 y 2013 sólo 100.000 votos, mientras que la candidata única de RN y UDI ha tenido casi 1,8 millones menos respecto a la suma de las dos candidaturas de centro-derecha de ese año.