Esta semana ha tenido lugar una de las sesiones consideradas "cumbre" por los anecdotistas. Claro que, en este caso, la anécdota pasa rápidamente a categoría una vez se reflexiona sobre lo ocurrido. En un pleno ordinario se leyó la carta que el director del colegio público Pablo Ruiz Picasso de Sevilla envió a los padres de sus alumnos. Textualmente decía:
Agradeceríamos que cada alumno contribuyese, por los menos, con un rollo de papel higiénico y otro de papel de cocina, que se entregarán a la tutora y serán para uso exclusivo de cada tutoría. Muchas gracias.
Que sea posible una carta así en Andalucía bajo un gobierno de Susana Díaz es algo tremendo.
Naturalmente, la lideresa calificó a la carta de "papelito" y destacó que procedía de uno solo de los 4.500 centros educativos existentes en Andalucía. Es obvio que el intrépido director debe extremar el cuidado con su cuello a partir de ahora. Todavía está caliente la purga del alto funcionario Luis Escribano, denunciador persistente de las irregularidades sistemáticas de la Junta de Andalucía, cuya alevosa destitución ha obligado al PP a llevar su caso al Parlamento.
Como la mente humana es intrínsecamente metafórica, lo del papelito higiénico de la educación andaluza, ya PISAda sin garbo por los informes europeos, conduce, de manera natural, a relacionarse con el otro papelito higiénico, a saber, el que la propia Susana Díaz quiere desempeñar en el PSOE nacional.
Las preguntas son forzosas. ¿Puede un PSOE como el andaluz, con un régimen de gobierno anómalo a cuestas, sin alternancia democrática desde hace 34 años, erigirse como adalid de la higiene política futura de una socialdemocracia cabal? ¿Puede un PSOE como el andaluz, agobiado por casos de corrupción innumerables y juicios inminentes que afectan a sus reliquias históricas, postularse como el futuro limpio de un nuevo socialismo nacional? ¿Puede un PSOE como el andaluz proponerse como modelo aseado de gestión de los dineros públicos tras sus fracasos estrepitosos en convergencia de riqueza, en empleo, en sanidad, en educación o en cultura durante dos generaciones?
Naturalmente, hay otras preguntas destinadas a la pulcritud personal de la lideresa. ¿Puede un equipo de pretorianos como el que la apoya y sustenta estar a la altura de lo que el socialismo español y España precisan? ¿Puede ella misma, campañas de imagen aparte, con su escasa experiencia política nacional –su centro de gravedad ha sido el PSOE de Sevilla, y preferentemente el aparato–, tener los atributos necesarios para ser garantía de continuidad renovada del socialismo patrio?
Estas preguntas son obligadas para toda la militancia socialista española. Sus pérfidos enemigos no tienen que hacer más que airearlas y hacerlas llegar a las agrupaciones y federaciones. Pero hay dos preguntas más, venenosas y decisivas, que la pueden dejar noqueada en la batalla nacional que se supone –sólo hay amagos y fintas por ahora– quiere dar por la dirección del PSOE. Tómese nota.
Una. ¿Puede ser alguien al mismo tiempo rompehuesos y cirujana tras haber defenestrado a Pedro Sánchez en una operación, digamos, discutible? Y dos. ¿Puede ponerse en peligro la taifa del Sur, maravilloso ungüento curativo, en caso de desastre nacional prolongado?
Por esto, alguien mece la cuna de un papelito más higiénico, el del Ni Sú ni Sá.