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Pedro de Tena

Susana Díaz, sobre todo, y el sexto sentido

Susana Díaz reía en el burladero partidista que le ha sido concedido para que salve el pellejo a cambio de ser humillada, desautorizada, anulada y amortizada.

Susana Díaz reía en el burladero partidista que le ha sido concedido para que salve el pellejo a cambio de ser humillada, desautorizada, anulada y amortizada.
Susana Díaz con Iceta ayer en el Congreso. | EFE

Después de lo que pasó en 2016, con aquella insurrección antisanchista de los que creíamos barones y han demostrado no llegar ni a escuderos, muchos intuyeron que la presunta inteligencia política de Susana Díaz, su amor a la nación española, a Andalucía y su dominio de los tiempos no era más que otra patraña de las muchas con que este personaje de farsa ha compuesto su biografía. Qué manía la de algunos de reinventar su vida para ocultar lo que efectivamente han sido: sicarios juveniles semiágrafos de un aparato al servicio del poder de un Partido supremacista que no sabe ni quiere saber las exigencias de la democracia liberal.

Uno de los momentos tenebrosos de la humanidad que se vive a principios de este siglo XXI es la inflación de ocurrencias viciadas no inteligibles, una nueva especie de ovnis, objetos supuestamente inteligentes e intelectuales que no son más que bastos mendrugos de propaganda perversa y sistemática que pretende que se eluda la actividad racional de reconocer, describir y tratar de explicar los hechos. Seguimos así paso a paso el camino que conduce al Gran Hermano y al fin del pensamiento racional y crítico que caracteriza a las sociedades regidas por la ciencia y la democracia.

Hace dos días, cuando se veía a Susana Díaz sonriente en la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados departiendo amistosamente con un Miguel Iceta que es quien la ha derrotado doblemente, se quedaba uno completamente petrificado. No sólo perdió Susana la batalla del poder interno en el PSOE gracias al PSC, sino que Andalucía se va a tragar dos bilateralidades como dos catedrales, la catalana y la vasca. Por ahora. Y le espera la cola en la que sigue desde hace más de un siglo sin que parece que haya remedio.

Cuando lo político sustituye a lo judicial, lo desigual sucede a lo igual, lo particular vence sobre lo general, lo regional se impone a lo nacional y las autonomías ricas de España se imponen a las más pobres, Susana Díaz reía en el burladero partidista que le ha sido concedido para que salve el pellejo a cambio de ser humillada, desautorizada, anulada y amortizada.

Lo mismo que el muerto de la película actúa sin saber que está fiambre desde hace mucho, pero que el frío que se le viene encima la va a convertir en una pescadilla congelada para siempre jamás. Pedro Sánchez ya ha conseguido ser presidente del Gobierno y sátrapa indiscutido del PSOE y ya no la necesita para nada ni en Madrid ni en Andalucía, donde ya no conserva el seguro del gobierno de la Junta.

Ahora toca impedir que las autonomías que todavía están en manos del centro derecha nacional, desde Andalucía a Galicia, pasando por Castilla-León, Madrid y Murcia, se conviertan en arietes de la España indignada por el hecho de que una minoría de separatistas con la ETA al fondo, intenten, y se van a atrever, que se gobierne en favor de sus "naciones". Y para eso Susana Díaz, desprestigiada, apartada y a la que ni siquiera Podemos en Andalucía respeta, ya no sirve.

En su partido ya ensayan su gorigori, como en Podemos se escribe el treno de Teresa Rodríguez, otra que tampoco está sobrada de sexto sentido al ignorar que el que ha ganado de verdad es su enemigo Pablo Iglesias. A pesar de que ofrezcan alguna resistencia, el valor se les supone como a todos, lo cierto es que su propia cultura política es una cultura de partido donde la organización y la conquista del poder está muy por encima de cualquier individuo o individua. Y, claro, al final, los recursos del Estado, los recursos de los partidos y los tejemanejes organizativos que alumbraran los nombramientos, se impondrá y ambas, una más y antes que la otra, descubrirán que son muertas vivientes que no son conscientes de lo palmadas que están.

El asunto está en si el PP, Ciudadanos y Vox están a la altura de su responsabilidad histórica que no es otra que defender, y no retóricamente ni de mentirijilla, la igualdad territorial de España, la solidaridad nacional, la constitución de 1978, la independencia del poder judicial y todo lo que conlleva una democracia liberal. Si no entienden pronto, pasarán a formar parte de aquí a tres años de ese nutrido grupo de momias que serán barridos por la indignación popular que crece y crece. O sea, que el sexto sentido les va a hacer falta a muchos.

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