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Pedro de Tena

Susana Díaz, la decepción de la 'renovación'

Este jueves, la presidenta de Andalucía decepcionó a mucho PSOE y a España.

Este jueves, la presidenta de Andalucía decepcionó a mucho PSOE y a España.
Susana Díaz | EFE

No sabemos qué se esperaba de la parafernalia teatral que organizó Susana Díaz en el Palacio de Congresos de Sevilla. Lo que ya conocemos es que, tras un larguísimo aplauso, que nadie creerá espontáneo a estas alturas, Susana Díaz decepcionó a mucho PSOE y a España. Será una gran estratega, dicen; o dueña de silencios y palabras, también dicen; incluso sabia regidora de tiempos, que insisten en ello, pero este jueves era un día para la historia de su partido y no solo para la historia de su aforo, los cargos institucionales del PSOE que controlan la organización y que ven peligrar su psoebre, derrota tras derrota, incluso en Andalucía.

¿Quiere renovar algo Susana Díaz en este PSOE deteriorado que lleva camino de la irrelevancia? No se percibió en un discurso claramente plurimaniqueo y populista, una técnica tradicional del envilecimiento y el engaño de la gente (copio a Peces Barba). Aquí hay una derecha dañina que busca el malestar de la gente, ea, en 2016; un socialismo, representado por Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero –tiene bemoles– y, suponemos, ella misma, centrado (¿?), que busca la libertad y el bienestar de las personas trabajadoras, y una extrema izquierda devoradora de una socialdemocracia sin identidad. Es el viejo discurso, aunque simplificado, de Bobbio.

Pero ¿qué es lo que ha pasado? Bueno, nada, los intereses personales, temerarios y aventureros, de un tal Pedro Sánchez, únicos responsables de sucesivos fracasos electorales. ¿Y los comportamientos corruptos del PSOE desde 1982? ¿Y sus insuficiencias teóricas, siempre a caballo del marxismo asilvestrado andaluz o del marxismo encubierto nunca rechazado explícitamente? ¿Y los fracasos de las recetas clásicas?

Susana Díaz no dijo nada de sí misma. Dijo que no le gustaba un congreso urgente y sin control y dejó caer, sin decirlo, que España necesita un Gobierno de la derecha "dañina" para dar a luz a un gemelo del PSOE, en la vieja oposición dualista. Insistió en su destino de cabeza o cola sin decir cómo se precisa tal faena. Se le olvidó el calvario de la corrupción socialista, con dos expresidentes de la Junta y decenas de altos cargos imputados y formalmente acusados. Se le olvidó que la responsable de la actual convulsión socialista es ella misma, que facilitó el acceso de Pedro Sánchez a la poltrona de Ferraz.

O sea, deducirán los más agudos: si lo que quieren los votantes socialistas es una renovación real del socialismo español, Susana Díaz no parece ser la figura adecuada para esa hazaña, que ya nos gustaría a los que queremos una España más sana, más limpia y más rica. Ella, heredera de un régimen democráticamente contranatura, donde la alternancia política no ha existido, debido sobre todo a la erección de una tela de araña gigantesca, no puede liderar renovación alguna. Es más, no tiene claridad de ideas ni autocrítica para intentarlo y ni siquiera exhibe un mínimo valor para conseguirlo. Riesgo cero es su lema. Esto es, más de lo mismo pero cada vez menos, per saeculae saeculorum, amén.

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