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Pedro de Tena

Rafa Nadal e Ignacio Echeverría: españoles para una nueva Europa

España y Europa pueden y deben renovarse para mantener la civilización de la que son portadores. O nos ponemos a ello o no habrá futuro.

El tiempo los ha reunido en esta semana que termina. Uno, venido por fin de su calvario de Londres con una puñalada asesina en la espalda. Otro, a la espera de disputar en París otra final más, ¡la décima!, en el torneo de Roland Garros. Hartos como estamos de que políticos banales, cuando no mediocres e indecentes malgastadores de los dineros comunes y las ilusiones ciudadanas, ocupen las primeras páginas de los periódicos, reconforta ver cómo dos jóvenes de una nueva generación española, junto con otros que también existen, aportan elementos para la construcción de una nueva Europa.

Ignacio Echeverría Miralles de Imperial, Echeve, nos ha regalado un ejemplo de la mejor estatura de la civilización occidental frente a la barbarie islamo-terrorista. La nuestra, con sus defectos, es realmente una civilización que ha logrado preservar la convivencia respetando la pluralidad de ideas y credos mediante la erradicación de la violencia y la asunción de la tolerancia. Pero Echeve no sólo creía en los fundamentos de la democracia, sino que ha estado dispuesto a defender sus valores cuando ha sido menester. No era un demócrata pasivo sino un ciudadano más capaz de defender, incluso con la vida –algo que tenía que saber, porque un monopatín no podía competir contra los machetes de sus asesinos–, a quienes estaban destinados a ser víctimas de los tres islamistas conjurados.

A una mayoría de nosotros se nos llena la boca de condenas y poblamos las calles y los edificios públicos de minutos de silencio tras las matanzas de inocentes, una y otra vez. Pero tenemos que hacer como Echeve, algo más, mucho más, si queremos que esta civilización, la que más libertad, dignidad y justicia ha llevado a miles de millones de seres humanos, no deje paso a una época oscura donde la irracionalidad y el totalitarismo religioso y político prevalezcan. Echeve nos ha mostrado el camino para una democracia activa en Europa, y ese camino debe llegar a las escuelas y a los medios de comunicación.

Rafa Nadal Parera es el símbolo del trabajo bien hecho. Ciertamente, como sabiamente dijo una vez su tío Toni, el tenis es sólo un juego, un deporte, contraponiéndolo a las cosas realmente importantes de la vida. Quizá esa sensatez contundente ha marcado la trayectoria del mejor deportista español de todos los tiempos. Pero el tenis para él ha terminado siendo una profesión, una dedicación, un trabajo. Su camino contiene los valores de la honradez, la calidad, el esfuerzo, el mérito, la voluntad de no rendirse, el afán por superarse siempre, la inteligencia en la comprensión de las dificultades y la convicción de que la competencia es la mejor circunstancia para crecer y mejorar. Y encima ha ganado mucho dinero, dinero que esperemos que algún memo no califique de ilegitimo o de fruto de la explotación.

Dentro de unos minutos saltará a la pista central para tratar de ganar su décimo Roland Garros. Ganar uno ya es un sueño. Ganar nueve es increíble. Ganar diez sería casi milagroso. Pero, pase lo que pase, Rafa Nadal es simplemente un ciudadano español que se ha tomado en serio a sí mismo, a su trabajo y a su país.

Frente a toda la caterva de personajes sin decencia, mentirosos, inconsecuentes, cuando no ladrones miserables o demagogos sin freno, emergen de la sociedad civil estos dos ejemplos. España y Europa pueden y deben renovarse para mantener la civilización de la que son portadores. O nos ponemos a ello o no habrá futuro.

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