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Pedro de Tena

¿Que qué pasará en noviembre, si es que llega?

¿Que qué pasará en noviembre? Vaya pregunta inútil para los que nos estamos quedando fuera de la democracia gracias al feudalismo político.

En uno de sus extraordinarios apólogos fantásticos, Ambrose Bierce, uno de los grandes desencantados por las imposturas de la política y de los hombres, narraba el encuentro entre un principio moral y un interés material al comienzo de un estrecho puente inhábil para dos usuarios al mismo tiempo. La presunta superioridad del principio, que aspiraba a tener paso preferente por su supuesta calidad, era ignorada por el interés material, que, tras sucesivas reculaciones del incorruptible, terminaba tirándolo al río y cruzando el puente. Salvo en contadas ocasiones, ese ha sido el resultado en la mayoría de los casos que describe la historia.

Por eso resulta tan inquietante que se sigan despreciando teatral e hipócritamente los intereses materiales y alabando sin descanso los principios morales oponiéndolos como entidades separadas. Si se reflexiona con rigor, se verá que la democracia liberal, la única que hay, combina ambos miembros de la ecuación porque la persona física e individual, centro preferente de su atención, es el átomo civil donde están fundidos todos sus elementos constitutivos, entre ellos los intereses materiales y los principios morales.

Puede ocurrir que haya personas que antepongan sus pretendidos principios a sus reales intereses. Ha ocurrido mucho más que las personas salvaguarden sus intereses por encima de sus principios. Pero ¿qué le puede suceder a un grupo de personas, sea lo extenso y complejo que sea, cuando su conducta ignora sus principios y desdeña, al mismo tiempo, sus intereses materiales? Dicho de otro modo, ¿cuál será el destino de ese conjunto de personas –pongamos que hablo de España– que se olvidan de los fundamentos constitutivos de su convivencia y combaten, al tiempo, contra sus legítimos intereses materiales?

Los que hemos vivido una juventud equivocada por un vanidoso y excluyente amor al prójimo olvidamos que los mandamientos del Dios que mamamos en las primeras luces de nuestra vida, ya fe desmoronada o no, se resumían en dos. El primero era para santos. Pero el segundo era el más que humano "amarás al prójimo como a ti mismo". Como a ti mismo. Eso es, es imprescindible amarse a uno mismo para poder amar al prójimo y al revés. Para el común de los mortales, santos y mártires al margen, esto significa conciliar lo que uno es con lo que uno convive. Agapito Maestre me apuntaría que es una versión del yo, la circunstancia y la perspectiva de un heterónimo cristiano de Ortega. Intereses, principios y demás componentes propios todos juntos, claro está.

Parece que los españoles estamos abocados a unas nuevas elecciones en noviembre, en las que yo no creía y aún me resisto a creer, porque pensé que los intereses materiales de la casta de la izquierda –puestos, colocados, dineros, poder, dogmas– superarían la escasa densidad de sus principios morales. Conocido es que el marxismo y sus sucedáneos no tienen moral concreta salvo la derivada de unas condiciones objetivas que son definidas y fijadas por los sujetos dirigentes. Pedro y Pablo, en este caso. O sea que vale todo lo que les conduzca al poder y todo es todo. Pero después de matado el otro.

También pensé que los partidos del llamado centro-derecha tratarían de aunar los intereses materiales propios de sus castas pidiendo el voto a todos los que no somos de izquierda –y ya hemos conocido qué ocurre cuando gobierna lo que pudo ser una socialdemocracia íntegra y nacional y degeneró en una vuelta infame a las andadas de la II República–, y aportando un referente moral y nacional para que nuestro voto no se vaya por el retrete electoral camino de una cloaca de cuatro años o más. Pero, quiá, no hay forma de enseñarles a sumar y sólo aspiran a restarse los unos a los otros.

O sea, que los que queremos conciliar nuestros intereses materiales –más y mejor riqueza, más y mejor empleo, más y mejor prosperidad, más ciencia, más salud, más respeto a la propiedad y a la seguridad, en resumen, más oportunidades para nuestras vidas y familias– y los principios morales y sus derivados –más España común, menos Administración y menos poder de los partidos, más sociedad civil, más civilización europea, no más derechos sin deberes ni más derechos, ni menos, que otras u otros, más independencia judicial y otros, en resumen, más libertad real–, nos estamos quedando fuera de España porque nos la han tomado, como la casa del cuento de Cortázar.

¿Que qué pasará en noviembre? Vaya pregunta inútil para los que nos estamos quedando fuera de la democracia gracias al feudalismo político y fuera de una nación que ignora sus principios de convivencia y desprecia sus intereses materiales.

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