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Pedro de Tena

Miseria moral y Venezuela

Si creen que atribuir miseria moral a esta izquierda tendrá algún efecto rectificador en las conciencias de sus dirigentes y en buena parte de sus votantes, están totalmente equivocados.

La izquierda española, sobre todo la comunista, y alguna derecha, sobre todo la pusilánime, no paran de hablar de un deseable diálogo en Venezuela. Los mismos que pretenden encerrar a Vox –que no ha matado a nadie, que no ha asaltado ni casa ni local político alguno, que no ejerce violencia sobre nadie, que es manifiestamente constitucional aunque quiera legítima y legalmente cambiar el texto de 1978 – en un corralito sanitario-político bajo la etiqueta de extrema derecha son los que defienden a un Nicolás Maduro que ha matado a miles de venezolanos, que asalta las casas particulares y las sedes de los partidos opositores, que encarcela a sus líderes, que arruina y empobrece su patria y que va de golpe de Estado en golpe de estado relegando su Constitución.

No se olvide tampoco que fue un Gobierno del Rajoy el que dio poderes a un José Luis Rodríguez Zapatero para intermediar, no se sabe entre quiénes ni por cuánto. Y ahí sigue, ahora, sostenido por Pedro Sánchez, que, en la embajada de España, que debería ser un territorio de libertades, ordena que Leopoldo López no pueda hablar libremente de democracia. Pero lo de Pablo Iglesias llamando golpistas a los golpeados López y Juan Guaidó es difícilmente superable. El que en los recientes debates electorales de televisión parecía un fraile modoso se ha quitado el hábito de la moderación y ha recuperado el de su perversión antidemocrática.

Si creen que atribuir miseria moral a esta izquierda tendrá algún efecto rectificador en las conciencias de sus dirigentes y en buena parte de sus votantes, están totalmente equivocados. La única guía de los que han sido amamantados en las ubres marxistas es la obediencia a la necesidad histórica que mana de la consideración científica de la Historia, según es interpretada objetivamente por su casta dirigente. Y, como es sabido, las llamadas condiciones objetivas cambian tan a menudo que más bien parecen derivadas de un capricho infame o del instinto de conservación del poder como sea. Por poner un ejemplo: las condiciones objetivas condujeron a Iglesias a hablar de su humilde pisito de Vallecas como ejemplo de modestia e incluso de pobreza proletaria, y otras condiciones objetivas posteriores le llevaron a justificar la vida en su mansión de Galapagar. Sublime.

Los que luchan contra las secuelas de la revolución cubana, que es lo que hay detrás de la dictadura venezolana de Maduro que ejerce el control militar a través de la inteligencia castrista, saben de que hablo. En el insuperable libro Manual de perfecto idiota latinoamericano, Álvaro Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza lo explican a la perfección:

Los revolucionarios latinoamericanos sólo han demostrado ser aptos para capturar y preservar el poder (para la consecución de cuyo fin son capaces de los volantines ideológicos más acrobáticos, las traiciones más dulces a su propio credo y el oportunismo más florentino). Enemiga de la sociedad de clases, la casta revolucionaria es una oligarquía. Enemiga del autoritarismo militar, la casta revolucionaria depende del uso de la fuerza para seguir en el poder. Adversaria del imperialismo, su existencia no hubiera sido posible sin el subsidio foráneo, y no ha mostrado demasiado complejo a la hora de recibir no sólo ayuda de sus socios ideológicos sino también, gracias a una mezcla de súplicas y chantajes, dólares de los ricos…

Esto es, autoconvencidos de una imperiosa misión que conduce a imponer su credo a todos los demás por la fuerza, usando las instituciones democráticas como trampolín cuando les conviene, lo único relevante es conseguir el poder, todo el poder. La única moral posible, si es que podemos llamarla así, es obedecer a este designio iluminado sin importar ninguna otra consideración. Traduciendo adecuadamente, para esta izquierda se habla de diálogo cuando se va perdiendo, pero se impone lo que sea cuando se gana. Esta es la perversión de las palabras y de la moralidad. Véase la RTVE y Canal Sur. En la RTVE se impone a una directora sin piedad y en la del Sur se exige diálogo. Lo común es conseguir o conservar el poder sin miramientos éticos ni lógicos. Los hechos son, sencillamente, material manipulable.

Lo mismo pasa con Venezuela. Cuando internacional e históricamente el régimen chavista, como el castrista, está en decadencia, se exige diálogo, pero dentro de Venezuela se persigue y se mata a los opositores demócratas. La izquierda española habla del diálogo con un régimen corrupto y asesino, con el separatismo violento, epígonos de ETA inclusos (1.000 asesinados) mientras dentro de España, primero encerró al PP en el saco del franquismo y luego en el talego del Tinell; hace unos días a Ciudadanos en su costal "¡Con Rivera no!" y ahora acordona a Vox como enemigo de la democracia.

La miseria moral es acojonante, pero ininteligible para quienes sólo entienden el lenguaje de la fuerza, sutil o expresa, e incomprensible para un centro derecha español que no conoce, o no quiere conocer ni reconocer, al adversario y que no quiere combatirlo a fondo sino, objetivamente, hacerle el juego a su incesante propaganda.

¡Viva Venezuela libre!

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