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Miedo a la libertad

Los que tienen miedo a la libertad de los demás tratan de conseguir que los demás tengan miedo a la propia libertad.

Así se llamaba uno de los libros que los estudiantes lectores opuestos al régimen franquista leímos con pasión en la clandestinidad. Lo escribía un tal Erich Fromm, ahora apenas recordado, un psicoanalista decepcionado del socialismo real que se mostró en adelante enamorado de la persona, antes que de las masas, y partidario, por ello, de las libertades democráticas, una de ellas, precisamente la libertad de expresión. Julio Cortázar imaginó la censura como un gran colador, un colador por cuyos agujeros sólo pasa lo que conviene al censor que pase mientras que el resto se queda al otro lado. Continuando su imagen, a los ciudadanos se ofrece el caldo colado mientras los espaguetis nutritivos de información y juicio no pasan por los agujeros. Como la reflexión y la decisión dependen de la información fidedigna de la que se disponga, el resultado está cantado. Dadme un colador y controlaré el mundo, sueñan los dictadores y sus aprendices de todo el mundo. Ministro de "esclarecimiento y propaganda" se autodenominaba Joseph Goebbels. Poder esclarecer, esto es, decidir qué debe saber y qué no un ciudadano es el sueño del sátrapa, sea un autócrata, un jefe de partido, el director de una televisión, el usuario de un púlpito o de una toga, el usufructuario de un aula e incluso, un padre-madre de familia. Por poner sólo unos ejemplos antes de abordar el asunto. Y el asunto es "Borremos del mapa comunicativo a Federico Jiménez Losantos", impulsado por el separatismo catalán, pero también por otros muchos cuyo miedo a la libertad es patológico.

Decía Aristóteles que el ser se dice de muchas maneras. Igual que la censura, que se susurra de muchas maneras. Las más peligrosas son las más suaves, las que se disfrazan de argumentos técnicos o estéticos. "No es adecuado". "Chirría". "Desentona". Pero, ¿es verdad o interesante para el juicio ciudadano la cosa de que se trata? Ah, eso es lo de menos, porque el ciudadano individual no es importante. Lo importante es la causa y para ella desterrar toda duda es esencial. ¿Qué puede hacer que se dude? La opinión discordante, el argumento disidente, el razonamiento diferente, los hechos desconocidos o nuevos. Todo este arsenal de la democracia viva es lo que produce temor y temblor en quienes aspiran a controlar qué debe conocer el ciudadano para conseguir, como decía Fromm, un hombre moderno que viva bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, conoce únicamente lo que los agujeros del colador le permiten desear. Pero, además, se asienta en el miedo a la libertad que cada uno de nosotros siente cuando se trata de oponernos al rebaño social y a los poderes que lo pastorean.

En una sociedad abierta y digna del nombre de democrática, la voz y las ideas de Federico Jiménez Losantos, capitán trueno del liberalismo nunca estudiado en serio por casi nadie en este país, debe escucharse como deben escucharse otras voces, las jabatas de la socialdemocracia, las defensoras del comunismo, las cruzadas de la democracia cristiana o cualesquiera otras que sean relevantes, independentistas incluso, para la vida común española. Se trata de que cada ciudadano vaya elaborando libremente su juicio, desde la etapa familiar a la vida civil, desde la escuela a las urnas, habiendo recibido la máxima información veraz y todos los puntos de vista relevantes. Claro que todo ello es imposible si desde el principio consideramos que el individuo, cada ciudadano, no es digno de libertad y que los hechos comprobados no son relevantes (si los hechos no están de acuerdo con lo que el dictadorcete de turno quiere hacer creer, peor para los hechos). Los que tienen miedo a la libertad de los demás tratan de conseguir que los demás tengan miedo a la propia libertad.

"La victoria sobre todas las formas de sistemas autoritarios será únicamente posible si la democracia no retrocede, asume la ofensiva y avanza para realizar su propio fin, tal como lo concibieron aquellos que lucharon por la libertad durante los últimos siglos. Triunfará sobre las fuerzas del nihilismo tan sólo si logra infundir en los hombres aquella fe que es la más fuerte de las que sea capaz el espíritu humano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la libertad, como realización activa y espontánea del yo individual", termina Fromm en su, a pesar de algunas telarañas, aún hoy recomendable libro.

Hay que ver lo que he tardado en decir que si hay que ir a Barcelona a defender a Federico Jiménez Losantos, allí estaré con un grupo de amigos. Perdón por ello.

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