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Andalucía

Pedro de Tena

Los andaluces de a pie, ausentes el 28 F ante el espectáculo de las élites políticas

En una España desigual por anticonstitucional, Andalucía será preterida y olvidada.

Que Adriana Lastra, probablemente la política más sectaria que hayamos conocido, por sus carencias o lo que sea, llamara "bárbaros" hace unos días a los partidos que legal y democráticamente gobiernan Andalucía es sencillamente el indicio del dogmatismo de una supremacista que se cree aquello de "socialismo o barbarie".

No sabrá que esa disyuntiva la enunció Rosa Luxemburgo algo antes de que el socialismo soviético de Stalin y el nacional socialismo alemán, condenados por el Parlamento europeo el año pasado, dieran de sí todos los crímenes y sufrimientos que llevaban dentro. Mucho otros han matado, cierto, pero nunca tanto ni a tantos.

Es más, hay razones suficientes como para que sus adversarios enuncien otro lema como "Socialismo es barbarie", si tal socialismo fuera el real de la Europa del Este, de la URSS, de China, de Camboya, de Cuba y sus satélites sudamericanos. Donde no hay libertad, no hay derecho, no hay propiedad sólo puede haber arbitrariedad, esto es, tiranía y barbarie.

Y vino Lastra, femenino de lastre, y no dijo absolutamente nada del IVA que su gobierno debe a Andalucía, 537 millones, y de otras deudas que salta la barrera de los 600 millones. Tampoco dijo nada del humillante espectáculo que está oficiando Pedro Sánchez ante la minoría separatista catalana a cambio de un plato presupuestario de lentejas.

Precisamente, un día antes de su show, Felipe González zurraba la badana a todos los compañeros de viaje del gobierno Sánchez por sus desprecios hacia la Constitución, rescataba del olvido el logro constitucional de la Transición y defendía la convivencia nacional. Eso sí, ni una palabra de los ERE cuyos más insignes responsables tenían silla reservada para el acto y que han contribuido, con otros, al descrédito de la democracia y al desprecio de la política como una de las malas y feas artes.

En Andalucía, por orden de importancia, el espectáculo se sitúa a la izquierda del PSOE, en la forja de una especie de "Esquerra republicana de Andalucía" con matices trotskistas y "anticapis" y la biblia coránica andalucista de Blas Infante en la faltriquera. Se sigue así la tradición hispana de los viejos nacionalismos de ir abandonando a las derechas burguesas fundadoras para caer en manos de las izquierdas reactivadoras.

Teresa Rodríguez es una izquierdista, desde luego, y puede sufrir su enfermedad infantil para los oportunistas de una IU que se ha suicidado en Podemos. Pero la roteña no tiene el trágala de los comunistas clásicos y se niega a echar toneladas de silencio sobre la corrupción socialista andaluza y nacional como el Consorcio "ecologista" del PSOE de Sevilla ha hecho con los desechos de Estepa o su adversario Iglesias hace con los ERE, los abusos sexuales en Baleares y con lo que haga falta con tal de disfrutar la vicepresidencia de un gobierno.

Habrá que ver el recorrido que puede tener Adelante Andalucía, su nueva formación, que no entiende de economía, que se asienta en contradicciones evidentes con su socio hasta ahora, IU, que se anuda a la tradición "jornalera" de un cura Diamantino que fue uno de los que más denunció el PER y que va a tener que zamparse las perlas agrogeorgistas de Blas Infante y coserlo al marxismo leninismo.

Como además, en Andalucía el sentimiento español supera a todo regionalismo, la cosa será difícil, sin contar con las puñaladas traperas de sus antiguos compañeros y de Susana Díaz, a la que condena a la muerte política por su negativa a pactar con ella ni unos buenos días. Ahora tendrá que explicar cómo se come que Cataluña y el País Vasco dispongan de privilegios y fueros que han estado y van a estar ausentes en las demás regiones, Andalucía entre ellas.

Donde se ha visto la mano, bien artrítica ya, de la desacreditada trianera, ahora forofa del Sánchez al que podemos conceder la distinción de ser el presidente más antiandaluz de la historia reciente, ha sido en Canal Sur.

Fue y es un ente partidista estructurado por el PSOE en 1988 y 1989, donde el enchufismo descarado, el despilfarro, cuando no el desvío de dinero público, más moralmente delincuente sin repercusión judicial alguna y el partidismo en casi todos sus ámbitos con muy pocas excepciones, han sido la norma. El nuevo gobierno, que no ha podido ser más tímido en los mínimos cambios que ha efectuado, parece haberse dado cuenta de que por el camino que iba se llegaba al abismo.

Y por cualquier otro, ya que por haber nombrado sólo a 3 personas para la gestión de los informativos y los programas – si se compara con Rosa María Mateo y sus purgas en RTVE entra la risa floja -, se le convocaron apagones de emisión parciales y una huelga general para el día 27.

Aunque el nuevo gobierno ha logrado apagar el apagón pactando con sindicatos que nadie sabe a cuantos representan y que quieren "estabilizar" a centenares de empleados, las pandillas que gobiernan de hecho en Canal Sur le advierten de su pecado capital: Canal Sur no es la "nuestra", de todos los andaluces voten lo que voten, sino que es la "suya", de la izquierda política y sindical.

Es que no se enteran, coño. Pues se van a enterar. Y a ver si nos enteramos todos de por qué no es posible, ya que existe, convertir Canal Sur en algo de todos, con todos los puntos de vista, con todas las realidades y todas las críticas iluminando y aportando dignidad a los 8,4 millones que la pagamos.

Pero si la izquierda anda turulata e incapaz de hacer siquiera una mínima reflexión sobre la necesaria convivencia democrática que la pluralidad nacional impone en un marco jurídico aceptable, como se hizo en la Transición, el centro derecha, que ya lleva un año en el gobierno andaluz, tampoco es que ilusione.

Ciudadanos, que estuvo a punto de superar al PP de Juan Manuel Moreno en las pasadas elecciones, ha caído electoralmente en picado y se barrunta que tiene menos futuro en la política nacional que un caramelo a la puerta de un colegio (electoral).

La ida y venida de cargos que son nombrados y dimiten y los movimientos internos empiezan a dar idea de que los pocos puestos que quedarán cuando la catástrofe estalle – aún quedan dos años -, habrá que pelearlos, así como el poder dentro de la organización, si es que sigue existiendo dentro de unos años. Véase la agria trifulca Arrimadas- Igea.

Hace poco, el director de El Mundo, Paco Rosell, en el foro España a debate de Tomares, apuntaba lo que ya va siendo una evidencia: que el nuevo gobierno tiene voluntad de acabar con el régimen constitucional de 1978 y dar paso a un nuevo ordenamiento donde la izquierda y el separatismo sean hegemónicos y sin posibilidad de alternancia democrática.

Esto es, el viejo régimen andaluz del PSOE, ahora adobado con Nicolás Maduro y otros populistas "ejemplares", maquillado de superioridad moral y sin complejos, va a ser trasladado a escala nacional como fórmula comprobada de resistir tres décadas o más en el poder.

¿Y frente a lo fundamental, que se está cociendo en España, qué hace el tripartito andaluz gobernante, que es un tripartito, aunque Ciudadanos se niegue a reconocer a un Vox que le va a birlar tantos votos o más que al PP en las próximas elecciones que haya? Las encuestas ya les cantan a algunos su "traviata".

Pues lo más grave es que no se está prestando suficiente atención a lo esencial, que es el futuro de España y la vida concreta de los andaluces. En una España desigual por anticonstitucional, Andalucía será preterida y olvidada como es costumbre desde el último tercio del siglo XIX. Ni la Restauración, ni la dictadura de Primo, ni la II República ni Franco ni la democracia de la Transición han logrado que Andalucía se hay elevado a las medias nacionales y europeas de bienestar.

No quedan muchos reductos donde los constitucionalistas puedan alzar la voz, tramar una red de apoyos y oponerse abiertamente a la operación anticonstitucional que fragua en el palacio de La Moncloa.

El PP, que está favorecido por el dedo de los dioses desde que un prodigio electoral convirtió a Juan Manuel Moreno en presidente de la Junta cuando iba para presidente de su comunidad de vecinos, cuando mucho, no parece tener una estrategia clara del cambio necesario en Andalucía ni parece disponer de gestores solventes de la cosa pública, salvo en Hacienda, lo que puede traerle consecuencias callejeras tramadas por un PSOE terminal. Como los demás del trío del gobierno del "cambio" está demasiado pendiente del podio y de su primacía.

Su inclinación al pasteleo es exasperante. Si la Ley de Memoria Histórica andaluza es un disparate, sobre todo después de la condena expresa que el Parlamento Europeo ha hecho del comunismo, ¿por qué no se afronta una memoria histórica donde la verdad de los hechos sea el faro clarificador para todos en vez de los relatos falseados e ideologizados? Lo mismo pasa con unas tesis sobre la violencia doméstica, que, como todo el mundo sabe, no tiene género, sino autores y víctimas sean machos, hembras, o mediopensionistas y el que la haga, la debe pagar por igual.

Pero si el PP no parece capaz de superar los complejos – me decía un catedrático, humillado por el nuevo gobierno que, después de pedirle que contribuyera a la mejora de la Universidad ni siquiera le comunicó que lo descartaban para la tarea, que no entendía por qué las cabezas brillantes del centro derecha andaluz no tienen sitio cuando gobierna el centro derecha, jaja, qué inocente -, Vox no logra explicarse con la claridad necesaria y encima comienza a sufrir una crisis de crecimiento.

Soy de los que defienden que Vox no es de extrema derecha y apenas es populista (mucho más lo fue el PSOE de Escuredo, por poner un solo ejemplo). Léase, por favor, el mejor ensayo sobre el populismo que se ha escrito hasta ahora, el de Cas Mudde. Por no ser, ni siquiera es racista como los separatismos catalán y vasco, es constitucionalista y no se cuestiona globalmente la existencia de la Unión Europea. NI siquiera ha matado ni mata, ni escracha, ni violenta. Eso sí, defiende lo que cree. Faltaría más en una democracia.

Pero lo que cree no lo explica o lo explica de un modo que le hace caer como a un incauto en las redes del agitprop adversario, que es una maquinaria imponente. Y tampoco tiene claro que lo trascendente en el momento actual de España y de Andalucía no es quedar primero o segundo o tercero, sino seguir existiendo como nación reconciliada. Y, por si fuera poco, se cuartea por crecer sin cuidado y enseña la patita de unas luchas por el poder que hacen que se parezca demasiado a los viejos partidos.

Lo cierto es que mientras España se encamina a un conflicto decisivo y en ese camino, Andalucía y las demás regiones de España están siendo ninguneadas por un gobierno que descaradamente exhibe su preferencia por una España, ya ni siquiera federal, sino compuesta por Cataluña, País Vasco, Galicia, cuando se pueda, y el resto de las regiones, el nuevo gobierno andaluz no da señales de valentía política ni de claridad estratégica, ni de enarbolar la bandera de un desarrollo igual para todos en una España común ni de dar un puñetazo en el zoco presupuestario.

Buen panorama para el Día de Andalucía, hoy 28 de febrero, día que los andaluces identificaron con su deseo de estar entre las comunidades prósperas de España, Europa y el mundo y en igualdad de condiciones y oportunidades, qué menos en una nación de más de 500 años, con las demás regiones españolas.

Desde hace más de 140 años seguimos a la cola de España y de Europa y, a pesar de las mejoras lógicas de estos años, la convergencia no se ha producido. Pero las élites políticas, todas ellas a derecha e izquierda, viven muy bien y demasiada gente andaluza demasiado mal. Por eso, cada vez hay mayor lejanía entre las unas y la otra y el 28 F es un festejo más de la Andalucía oficial en el que la Andalucía real está ausente. ¿No es andalucinante?

Menos mal que, por fin, se ha reconocido oficialmente a Antonio Burgos. En eso coincidimos muchos, salvo los recalcitrantes de la izquierda torcida.

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