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Pedro de Tena

La resistencia democrática española

La política es demasiado importante como para dejarla sin más en manos de los políticos profesionales.

El pasado jueves se presentó en Sevilla el libro de nuestro filósofo Agapito Maestre Ortega y Gasset, el gran maestro, del que ya dimos cuenta en Libertad Digital en enero. Que se reúnan cien personas en una librería, reconvertida para la ocasión en salón de actos, ya es meritorio. Más estimable aún parece cuando se repara en que tres cuartas partes de los presentes tuvieron que padecer de pie las dos horas largas de reflexión sobre el gran demócrata que fue Ortega y en que muchos más que llegaron vieron el sofoco y se fueron. El acto fue difundido por esRadio con una cuña que lo caracterizó como un encuentro de la resistencia filosófica española, libre de toda tela de araña, en Sevilla.

Tras los intervinientes habló el público. Una persona de las varias que pidieron la palabra preguntó: "¿Y qué podemos hacer nosotros en el momento que vive ahora España?". Aquella expresión, formulada tras haberse hablado mucho sobre la conferencia que diera don José en 1914 sobre Nueva y vieja política en el Teatro de la Comedia de Madrid, dejó flotando en el aire cargado del salón la cuestión del ocuparnos más del destino de nuestra nación en vez de preocuparnos, y quejarnos tanto, por él. Estamos todo el día lamentándonos del penoso rumbo que están tomando partidos y Gobierno, pero la sociedad civil, ajena a sus mangoneos y tacticismos, sigue actuando como mayoría silenciosa y estéril. Asistimos a lo que podría terminar en una grave crisis nacional, de algún modo semejante a la ocurrida tras el golpe de Estado socialseparatista de 1934 contra la República y lo que se desencadenó después, como bultos manejables de una masa a la deriva y no como sujetos con perspectiva, libertad y decisión, como hubiese querido Ortega.

Afortunadamente, se están levantando voces, no muchas todavía, ante el peligro que se avecina desde la llegada al poder de Zapatero (2004), tras el atentado terrorista más importante de la historia de Europa. En aquel momento, unidad nacional, dignidad constitucional ante el terrorismo, reconciliación total y cordial (otro calificativo de Ortega) comenzaron a desmoronarse. Hasta la violencia comenzó a tener género en vez de autores y víctimas.

Si muchos creían que el separatismo fue inventado por Sabino Arana y Pi y Margall, Prat de la Riba, Bosch Gimpera y otros, Zapatero ha confesado que sus maestros en nación de naciones, en Españas y privilegios de algunas regiones sobre otras fueron los socialistas Luis y Anselmo Carretero. Y así es, ciertamente, como lo es que en Suresnes se defendiera desde el PSOE el derecho de autodeterminación de las regiones españolas que ahora nos agrieta y asfixia la primera Constitución española que no se hizo contra nadie, que fue la de 1978.

En el acto de Sevilla se comenzó a hablar de la necesidad de una resistencia democrática española que no quiere excluir políticamente a nadie, ni siquiera a separatistas ni a comunistas bolivarianos, que están todo el día tratando de excluir a otros que ni han matado, ni han violentado ni han causado daños a nadie. La resistencia democrática española, de la que la resistencia filosófica sería sólo una de sus secciones (puede haber muchas, como la educativa, la universitaria, la empresarial, la cultural, la periodística…), debe tratar de consolidar a España como una nación unida de ciudadanos, provincias y regiones iguales en oportunidades, derechos y deberes, y cordialmente relacionada en su interior por la tolerancia recíproca y el respeto a la verdad y a las reglas democráticas.

Debe además transformar la democracia morbosa, que estamos empezando a sufrir, en una democracia activa y civil que no sea suplantada, ni manejada ni traicionada por los partidos. Y debe, resumo, defender sin complejos sus posiciones porque tiene derecho a ello, tanto derecho como cualquier otro a defender otra cosa. Yo creo que necesitamos esa resistencia democrática española, y la necesitamos organizada, vigorosa y enseguida. Si la guerra siempre fue demasiado seria como para dejarla sólo en manos de los militares, la política es demasiado importante como para dejarla sin más en manos de los políticos profesionales.

Somos muchos los que deseamos esta resistencia democrática española, pero nos hace falta apreciar la necesidad de una inteligente organización reticular. Resistencia democrática española es, acrónimo en mano, Redes. Pues eso. Necesitamos hacer pronto un primer gran acto en el Teatro de la Comedia de Madrid, actualizando los objetivos del gran maestro Ortega, y luego hemos de dar paso a una red política nacional coordinada al margen de los partidos que intervenga civilmente en el destino de la nación. Así lo creo, así lo escribo y así lo intentaré.

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