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La Policía del Pensamiento y el Valle de los Caídos

Se cree que ha sido el Gobierno de Pedro Sánchez el que ha impulsado la Comisión de la Verdad, pero la idea mana de ese grupo de presión ideológica y política que encabeza el exjuez Baltasar Garzón.

Se cree que ha sido el Gobierno de Pedro Sánchez el que ha impulsado la Comisión de la Verdad, pero la idea mana de ese grupo de presión ideológica y política que encabeza el exjuez Baltasar Garzón y que apoyan habituales activistas de la izquierda nacional. El exjuez ya instruyó un sumario anómalo sólo sobre el franquismo desde 1936, como si no hubiera habido dos frentes en la Guerra Civil ni Transición. Imputado, el Tribunal Supremo consideró que sólo perpetró un error, absolviéndolo del delito de prevaricación, pero ya había sido condenado e inhabilitado a consecuencia de sus actuaciones ilegales en el caso Gürtel.

Esto es, resultaba probado que Garzón había utilizado su posición judicial para servir a sus propios intereses, fuesen políticos o no. Cómo de aquel imberbe que consideraba el summum summorum de su vida el tocar la silla gestatoria de Pablo VI ha surgido este Savonarola laico de Torres (Jaén) es un enigma biográfico. Pero no lo es tanto su vocación de policía del pensamiento, extraordinaria figuración del totalitarismo que incluyó Orwell como pieza esencial del poder de su Gran Hermano. Es más, este sujeto, que dice creer, con lo que ha juzgado, que el tribunal del hombre es su conciencia (Kant) sólo considera víctimas a las del franquismo, no a todas las causadas por los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil.

Precisamente esta posición es la que quiere imponer la Policía del Pensamiento de una izquierda que, perdida la Guerra Civil y perdida la credibilidad que genera el respeto sagrado por los hechos, se manifiesta en grupo de presión, al parecer poderoso, para seguir con su oposición a la reconciliación que se quiso en 1978. Según ellos, la Segunda República, surgida de unas elecciones municipales (¿?), era un paraíso de legalidad y paz social y civil. Las derechas y el fascismo de Falange conspiraban contra ella (el golpe de Estado de 1934, social-separatista, no lo fue), generaban violencia callejera y terminaron propiciando el golpe definitivo de julio de 1936. Durante la guerra y después de ella, causaron miles de víctimas que siguen a la espera de justicia. Pero ¿y los hechos? Pues si no coinciden con la memoria histórica obligatoria, peor para ellos.

No parecen darse cuenta de que poco a poco los hechos emergen del silencio. Las memorias robadas de Alcalá Zamora, las investigaciones sobre los procesos electorales de 1936, sobre las checas y otros muchos contenedores de hechos van minando la visión maniquea y sectaria que se sigue queriendo imponer, ahora bajo el metafísico nombre de la Comisión de la Verdad.

Cuando yo era joven, ya se había propagado la leyenda negra del Valle de los Caídos: un lugar siniestro donde decenas de miles de presos republicanos fueron esclavos del franquismo, que se sirvió de ellos para erigir un monumento a sí mismo y a su dictadura. Como nadie comprobaba nada, entre la escasa juventud de izquierdas la propaganda se dio por buena. De ahí a la exhumación del dictador e incluso a la demolición del complejo sólo había un paso.

Pero en el curso 2011/12 se publicó una tesis doctoral en la Universidad San Pablo CEU.La firmaba Alberto Bárcena Pérez y la dirigía María Saavedra. Llevaba por título La redención de penas en el Valle de los Caídos, de la que ahora, inexplicablemente años después, ha surgido un libro titulado Los presos del Valle de los Caídos.

En este libro se desmonta por completo el contenido de la propaganda de la izquierda sobre el Valle. Ni los penados, nunca más de 800 y no miles, fueron tratados como esclavos; ni fueron obligados a trabajar allí, porque había que solicitarlo; ni hubo penado alguno tras 1950, ni el salario de los penados era inferior al de los trabajadores libres ni murieron centenares en accidentes de trabajo (el primer accidente mortal fue en 1948), porque no se superaron los 20 en todo el tiempo de construcción del complejo, y así sucesivamente.

Ya lo hemos dicho. La Memoria Histórica de parte y la Comisión de su Verdad (su verdad, no, la verdad. La suya, guárdesela) terminarán cayendo sobre sus promotores y consiguiendo lo contrario de lo que se proponen. Al tiempo. Para una ciudadanía crítica y moral, que la hay en España, no cabe un Ministerio de la Verdad como el de Orwell, donde se falsificaba continuamente el pasado anulando o deformando los hechos que no convenían a la Policía del Pensamiento.

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