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Pedro de Tena

La incapacidad del centro-derecha español

No me gusta lo que pasa ni me gusta hablar de frentes. Pero esto es lo que hay.

No sé qué más nos tiene que pasar a los españoles para que comprendamos que una democracia que respete a sus ciudadanos como seres libres e iguales ante la ley y ante las oportunidades (otra igualdad es sencillamente mentira) exige un marco claro de convivencia compartida con unas reglas de juego aceptadas por todos y unos márgenes de maniobra a derecha e izquierda. Sólo así puede cumplirse la regla de oro de la democracia, que es la alternancia en el Gobierno, y sólo con la división de poderes y la independencia, muy preferente, del Poder Judicial los de a pie tenemos alguna opción de justicia ante los grandes poderes económicos, sociales y políticos.

El actual y monstruoso –por las alianzas que lo sostienen y por las ideas que exhibe– Gobierno de Pedro Sánchez está rompiendo la baraja. De hecho, y ya lo habíamos anticipado desde hace mucho, se está destruyendo el marco constitucional de 1978 y se confiesa ya, y nada menos que por el Notario Mayor del Reino, que vivimos una "crisis constituyente". Hay quien espera que la socialdemocracia española vuelva a la sensatez constitucional y a la aceptación de los adversarios en la vida pública. Yo no. Los que hemos vivido 36 largos años de régimen socialista en Andalucía sabemos muy bien lo que se nos avecina.

La democracia liberal, que no hay otra porque todas las demás –la orgánica, la popular, la bolivariana o cualquier otra modalidad socialcomunista– son dictaduras o casi, nunca ha sido aceptada totalmente por el socialismo español. La socialdemocracia europea derivada de las tesis de Bernstein nunca arraigó en España.

Ni siquiera Julián Besteiro se opuso a la guerra civil por razones socialdemócratas sino por razones marxistas puras, no comunistas (no se daban las condiciones necesarias para edificar una España socialista). No existe, que yo sepa, una reflexión socialdemócrata al estilo alemán o sueco o danés, salvo en unas minorías descabalgadas. Lo que hubo y hay es un ejercicio de utilización de las reglas democráticas cuando convienen y su perversión o eliminación cuando no. Y así desde Pablo Iglesias, el de verdad.

Ahora lo estamos viendo con toda claridad. La izquierda socialcomunista y los separatismos, si hablan de democracia, es porque hablar de las dictaduras que pretenden no mola, pero en la práctica se va perpetrando la eliminación de todas las buenas prácticas democráticas en todas las instituciones a su alcance, con el derribo de la Monarquía como objetivo prioritario antes de establecer una nueva República, seguramente sin Cataluña ni el País Vasco. El resultado que se busca es una nueva Constitución que permita la continuidad de un régimen socialcomunista durante décadas, con una oposición que no pueda ganar elecciones.

Frente a este proceso contundente y sistemático, el centro-derecha español ha sido y es incapaz de articular una estrategia de resistencia y de fuerza activa. En 2011, el PP obtuvo una mayoría absolutísima, en el Congreso, en el Senado, en la mayoría de los Gobiernos autonómicos y en los Gobiernos municipales de las principales ciudades. Hubiera sido el momento de fortalecer jurídica, política, cultural y mediáticamente la democracia liberal española, pero se hizo todo lo contrario y en menos de diez años estamos como estamos.

Ahora, cuando evidentemente ya se va a por la Monarquía, símbolo y equilibrio de la unidad nacional; a por la Constitución reconciliadora de 1978; hacia un modelo que excluya de hecho a la oposición y termine con la alternancia política y con la economía de mercado, el centro-derecha sigue jugando a las casitas.

Lamentablemente, hay dos frentes. Entre ellos ya no cabe nada ni nadie. El centro-derecha debe fortalecer un marco democrático con reglas del juego claras y precisas que impidan la deriva autoritaria que algunos desean. Pero para lograrlo, el frente democrático liberal debe estar unido y activo en todos los campos donde la batalla se libra. Y, muy principalmente, debe movilizar y dar esperanza a la más de media España que se siente huérfana y abandonada.

No me gusta lo que pasa ni me gusta hablar de frentes. Pero esto es lo que hay.

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