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Pedro de Tena

La caló, la jartura y los tontos

Ahí está. Sin investir, sin gobernar, sin presupuestar, sin ná de ná pero venga Doñana, excursiones y viajes. 

Cuando la caló se espesa por las calles de España, la jartura nacional, esa irresistible sensación de no poder aguantar más tonterías políticas y más sisas del dinero público, se hace insoportable. Pongamos algunos ejemplos de cuán es de intensa la sobredosis nacional de gilipolleces y de cómo, calorina untada como manteca solar encima, parece imposible hablar en serio de cualquier cosa. No es que la calina genere espontáneamente tonterías, sino que todas las idioteces juntas producen un incremento del bochorno que conduce al empacho camino del asquito.

Como todos los años, el PSOE y las izquierdas hablan de Federico García Lorca, pretendiendo hacer creer que sólo los otros fusilaron poetas cuando es sabido que, por poner un solo ejemplo, José María Hinojosa, amigo de Lorca y parte activa de la generación del 27 además de introductor del surrealismo en España y cofundador de la revista Litoral, fue fusilado por los milicianos republicanos en Málaga unos días después. A lo mejor hay que hacer una lista de intelectuales que fueron masacrados por uno y otro bando para equilibrar la hemiplejia cerebral de los envenenadores de la memoria "histórica". No sé por qué se me viene a la memoria uno de ellos, Víctor Pradera, padre y abuelo, por ejemplo.

Y, como todos los años, otra vuelta de tuerca a la inmigración irregular. Como andaluz, una forma maravillosa de ser español, me siento cada día más jarto de esta izquierda embaucadora que habla, bla, bla, bla, de los bien pocos inmigrantes embarcados gracias a algunas ONG que juegan a ser dioses salvando a unos y condenando a otros. Sólo en julio la inmigración irregular por la ruta del Mediterráneo Occidental, que es la que llega a Andalucía, fue de 2.900 personas. Llevamos décadas soportando una llegada masiva y continua de personas sin papeles (un recuerdo a José Bono, el patriarca de la demagogia de la estupidez del "sin papeles"), pero aquí sólo se habla ahora de los "brazos abiertos" de una ONG como en su día se simuló la "humanitariedad" del PSOE con el Aquarius, que ahora nadie ve por ninguna parte. Todos los que no compartimos esa manera de manipular las cosas, somos inhumanos, insensibles, inhóspitos y, si se quiere, egoístas, inmorales y manifiestamente condenables. No así el "Kichi", claro, que ofrece el Cádiz tieso como la mojama donde un parado dijo que el paro era algo tan natural como el amor y la muerte, porque es un virtuoso de la solidaridad con el dinero de todos.

Y este año, el segundo ya, tenemos además de las cantinelas habituales la nueva costumbre que agrava la canícula y el hastío. Llevamos ya tiempo con un presidente, con un gobierno, con un presupuesto en funciones. A Pedro Sánchez parece que le va lo de existir y resistir en funciones, Falcon va y viene. Desde 2018, ahí está, habitando La Moncloa siempre en funciones y con el BOE, decretos de por medio, sin tener que dar cuenta a nada ni a nadie porque sólo puede hacer lo más urgente y preciso. Pero ahí está. Sin investir, sin gobernar, sin presupuestar, sin ná de ná pero venga Doñana, excursiones y viajes.

Y en medio de este sofoco, la gente comienza a darse cuenta de que la sequía que nos mata periódicamente y que, como no llueva pronto, nos llevará al racionamiento de agua en el Sur, en el Este y quién sabe dónde más, sigue sin ser resuelta desde una política de Estado. Se cargaron el Plan Hidrológico, envenenando con egoísmo autonómico a algunas regiones y extraviaron las desaladoras. Hasta el agua tenemos en funciones.

Y aquí estamos jartos y calurosos, haciendo el tonto y destrozando el futuro. Ya lo decía Ortega. La diferencia entre el tonto y el perspicaz es que mientras que éste se sabe a dos dedos de ser tonto y usa la inteligencia para no hacer una tontería, el tonto no se sospecha a sí mismo siendo imposible desalojarlo de su necedad. Y ojo, que añadía que el tonto es vitalicio, sin poros y mucho más funesto que un malvado porque éste descansa a veces, pero el tonto jamás.

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