Ayer, a las ocho y media de la tarde, moría en el Hospital Universitario de Sevilla Juan Pérez Gómez, empleado de unos almacenes de honda raigambre en la ciudad. Aunque en el parte médico figura como causa de la muerte la consabida parada cardíaca, fuentes de toda solvencia han confirmado que en realidad el señor Pérez murió como consecuencia de los impactos emocionales sobrevenidos por una lluvia caótica de sucesos que le cayó encima de manera inmisericorde y de la cual no pudo escapar. Entre los acontecimientos que sus familiares consideran que habrían provocado el fatal desenlace está la infame gestión del gobierno anterior a la crisis económica, el incremento del paro, los ataques de los especuladores a las finanzas públicas, los enfrentamientos cainitas de los políticos, el silencio total de explicaciones del actual gobierno respecto a lo que está ocurriendo, el asombroso enraizamiento de la mentira en la política partidaria y en la sociedad, la subida fiscal, el control del gasto, las elecciones andaluzas, la asfixia propiciada desde Europa y otros muchos más.
Juan Pérez, según ha referido uno de sus hijos, salió de su casa preocupado por la situación de su empresa tras años de zozobra, cuando fue sorprendido por el chaparrón de eventos. En un primer momento, intentó ordenar su significado e importancia, pero falto de tiempo y de herramientas para conseguirlo, comenzó a sentirse mal. La peculiar estructura de este fenómeno no le permitió guarecerse del aguacero bajo los portales, como es costumbre. Dando tumbos quiso volver a casa cuando fue sacudido por la tromba de la huelga general que lo arrastró unos metros. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se incorporó, llamó por el móvil a uno de sus hijos y le advirtió de su estado. Cuando lo recogieron musitaba incoherencias sobre la amnistía fiscal, el despido y el copago.
Durante el tiempo de traslado al Hospital en la ambulancia, sus cuidadores refirieron que estuvo delirando copiosamente. Al parecer, se cubría el rostro con los brazos como si quisiera guarecerse de la caída de nuevos hechos aunque no pudo evitar el encontronazo con una duda sobre el incremento del IVA y la agresión de la foto de Sarkozy con Rubalcaba a los pies del Partenón. Según los especialistas, la avalancha de contingencias fue de tal calibre que provocó la desmoralización definitiva del señor Pérez y finalmente, el infarto mental que acabó con su vida. En su cartera encontraron el recibo de una gasolinera con un precio muy antiguo, por lo bajo, del gasoil, y una página muy deteriorada de la Constitución. El portavoz de la familia dijo que sus últimas palabras fueron: "Merecemos respeto".
Juan Pérez Gómez será enterrado mañana en el cementerio de San Fernando. No mató a nadie. No violó a mujer alguna. No robó lo que era de otro. No tenía otro carnet que el de identidad. Cumplió siempre su obligación. Sin embargo, nunca fue respetado. Descanse en paz.