No me refiero al calurón que seca una España que se quedó sin Plan Hidrológico vertebral y, de paso, sin las desaladoras prometidas. Me refiero al sonrojo calimoso interior que produce el espectáculo de la política. Si hace unas semanas la exhibición de roña se daba en el centro-derecha, poblando de vetos, tonterías, cansancio y deserciones a un electorado que está jartito de papelones y de indefensión, ahora, en el coliseo, cada vez más infrarrojo que rojo, se representa una batalla de mentirijilla protagonizada por unos codiciosos del poder como hacía mucho no se veía en España. Creen algunos que el debate de investidura dará paso a un fracaso total que conducirá a elecciones en septiembre. No conocen bien el paño ni el percal de los truhanes. Ni Pedro Sánchez ni el no ministro –ya saben de quién hablo– van a dejar pasar la oportunidad de meter las manos en la masa presupuestaria ni la ocasión de avanzar, un poco más, en la destrucción de la España de la convivencia reconciliada.
Bruno Padín, en uno de sus estudios sobre los traidores en la historia de España, cita al historiador Modesto Lafuente cuando se refiere a Perpenna, traidor de Sertorio, escribiendo que "si en los traidores pudieran tener cabida el pundonor, debió Perpenna haber muerto de remordimiento y bochorno". Pero como en los traidores no hay decoro que valga, hay que tomarse a broma lo del no ministro. Dice el no doctor Sánchez que no puede tener en un ministerio, no digamos en una vicepresidencia, a quien habla de "presos políticos" en Cataluña. Jajaja. El mismo que tiene en su partido, y a punto estuvo de colocarlo al frente del Senado, a un Iceta que pide indultos para los políticos separatistas presos por el golpe de Estado en Cataluña se rasga las vestiduras por los calificativos del no ministro. Así no ve lo que de verdad hay, una venganza casi siciliana de este menda por la traición perpetrada contra su persona cuando el ahora achicado Coletas lo dejó a los pies de los caballos y casi logra su anonadamiento. Ahora, lo que son las cosas, el no ministro va a sufrir las consecuencias de aquella chulería que el no doctor no le ha perdonado. Como un moisés de opereta se quedará sin cartera prometida y a medio plazo, sin na de na y, a lo mejor lo vemos, sin predio en Galapagar.
La calina nacional va a romper los termómetros cuando veamos a Irene Montero en un sillón ministerial para hablar de vivienda y alquileres y al desinhibido Echenique tal vez en el Ministerio de Trabajo exigiendo legalidad en los contratos laborales. Vaya vodevil. No tengo duda alguna de que vamos ser testigos de todo ello y de que, seguramente, sufriremos otros ataques de rubor como los ya padecidos cuando se descubrió que todo eran sillones, vanidad de vanidades y superegos con un proletariado de broma como jaculatoria de ocasión.
Pero aún queda otra procesión más en el escenario de la investidura. Comprobaremos que los sucesores de ETA y los separatistas de toda índole se acamarán ante su elegido como el mal menor que, cuando menos, no sólo no hará retroceder su proyecto antiespañol, sino que hará posible unos pasitos más en dirección a la felonía.
¿Y por qué? Porque el PSOE, que nunca entendió la densidad histórica de la nación española, que dinamitó la convivencia y la tolerancia atizando el odio en el seno de un maniqueísmo social y dejó en manos de las derechas la energía renovable de la tradición nacional, ahora ha abortado todo germen de justicia y de igualdad situándose como defensor de excepciones, cuotas, privilegios y fueros que terminarán por tumbarle, esto es, por llevarlo a la tumba política ante su electorado tradicional. Pero, oigan, en el PSOE nadie se opone ya a esta deriva que ya no es socialdemócrata sino socialtimócrata, de timo, truco o gatazo. Cualquier cosa vale ya para disimular que este pollo sin cabeza tiene un rumbo claro hacia el futuro cuando en realidad se dirige sin descanso hacia la Segunda República y, como les venga otro calentón de libreto, a la Primera. Como aquel pájaro de Borges, construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa a dónde va, sino sólo dónde estuvo.
Pero renunciar a la ocupación de las instituciones, de las relaciones de puestos de trabajo y del Gobierno, a la colocación de los afines y a sembrar de caprichos y agujeros la economía de todos, eso nunca. Por eso, Dios quiera que me equivoque, aquí va a haber una más que monstruosa investidura, quizás, mejor, embestidura contra "los otros" o "los no nuestros" que escandalizaría al propio Frankenstein. Un bochorno.