La metáfora del espejo, tan querida en la literatura fantástica y en la otra, ha sido rescatada por Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, para ayudar se supone a Alberto Núñez Feijoo en la campaña electoral gallega. Tan es así que lo que ha dicho que el líder del PP gallego es "el espejo" en el que él mismos se mira. No, en Pablo Casado no.
No es una novedad porque de todos es sabida la trayectoria de Juan Manuel Moreno, siempre pegado a Javier Arenas, luego a Mariano Rajoy, que lo designó para presidir el PP andaluz por encima de otros meritorios y finalmente a Soraya Sáenz de Santamaría - ¿la recuerdan?-, en su feroz y rastrera campaña de primarias internas contra Pablo Casado. Es decir, que con Casado nunca ha estado.
En la proyección pública de las imágenes y ensoñaciones políticas, Moreno quiere verse como Alberto Núñez Feijoo en el espejo porque le tranquiliza la impresión de ecuanimidad y moderación que la izquierda mediática, no la gente real, proyecta sobre el gallego para compararlo con un presunto radical y filoderechista Casado con su Cayetana Álvarez de Toledo a la diestra.
A Moreno la reflexión especular le viene como anillo al dedo porque necesita consolidar su apariencia de líder moderado de una derecha moderada ya que tiene a su derecha a Vox, que lo sostiene en un cargo que nunca pudo soñar ocupar pero que se duele por la herida de Francisco Serrano, y Ciudadanos, cada vez más deteriorado por los vaivenes estratégicos y por la insuficiencia teórica y ética de muchos de sus partidarios.
Y eso nos conduce a otro espejo, el de los ciudadanos de Cartaya (Huelva) donde ayer se perpetró una fechoría propia de bandoleros políticos en la que casi todos tienen arte y parte. La moción de censura presentada por el PSOE, con el apoyo de Ciudadanos y Adelante Andalucía, salió adelante desalojando de la vara de mando al hasta ayer alcalde, el popular Manuel Barroso.
Una moción de censura es una medida extrema poco frecuente, pero posible en nuestro ordenamiento jurídico. Pero que una moción de censura acaba haciendo alcalde al investigado como sobornador del alcalde electo en 2015, que aportó hechos y grabaciones a la justicia de forma que se investigara el enjuague, parece demasiado hasta para el estómago de unos ciudadanos que parecen ser capaces de tragarlo todo sin inmutarse.
Las imágenes que se pueden ver de la post-moción de censura muestran en volandas al candidato socialista Alexis Landero, que perdió en las elecciones de 2015, y protagonista de las cintas donde se ofrecía trabajo y negocio para Barroso, si dejaba la alcaldía en manos del PSOE y puesto para la esposa nada menos que como ¡interventora municipal".
La cosa tiene una consecuencia poco destacada. Susana Díaz, que cuando se mira al espejo nadie sabe ya qué es lo que ve, había dicho que no le gustaban las cosas que habían pasado en Cartaya y pareció que le daba la orden de apartarse a un lado a Alexis Landero, algo que él anunció hace unos días. Que dejaba de optar a la alcaldía por disciplina política.
Pero ayer, oh, sorpresa, fue el propio Alexis el que fue elegido alcalde. O sea, que o bien eso de echarse a un lado sólo fue una añagaza táctica para liberar la presión ambiental o que el PSOE de Huelva, el de Ignacio Caraballo, líder del PSOE onubense y gran muñidor de su Diputación Provincial, así como de otros sobornos como el de Aljaraque y que aparece asimismo en éste, ha desobedecido la instrucción de la trianera. O sea, que se está a la espera de una explicación que aclare si Susana Díaz es aún la líder de algo o no.
La otra explicación, la que necesita el hecho de que un presunto delincuente investigado por la Justicia por el intento de soborno se haya hecho con el bastón de la alcaldía de Cartaya, ya apenas hace falta porque del PSOE andaluz, y no sólo de él, hemos visto ya de todo y sigue sin pasar casi nada.
Luego está el caso de Ciudadanos, a cuyo concejal en el Ayuntamiento de Cartaya, Israel Medina ha tenido que instruir expediente para expulsarlo del partido por apoyar una moción de censura que ha dado el poder a la mafia socialista local, como la ha calificado el PP del pueblo.
Y he ahí lo que devuelve el espejo cuando los ciudadanos de Cartaya se miran en él. Todo vale, nada importa salvo el poder y el dinero y los vecinos se dividen en partidarios de unos o de otros sin reparar en la calidad moral e incluso estética de las acciones que se perpetran. Que los sobornantes del alcalde ganador de 2015 sean los que ahora gobiernen Cartaya viene a dar una idea de cuál es el talante ético y político de lo que se les ha venido encima sin que haya habido una reacción destacable.
Por eso, en el espejo de Cartaya se ve España. Simplemente piénsese en la trayectoria de mentiras, fraudes y tarjetas SIM y se comprobará cómo estamos alcanzando la indiferencia moral necesaria para que todo sea posible porque todo nos dará igual.