Hace sólo dos semanas reseñaba en las páginas de Cultura la novela histórica Pura raza, de Francisco Núñez Roldán, sobre las relaciones entre el PNV y el nazismo tras la Guerra Civil. Interesa hoy resaltar de ella cómo la inteligencia estratégica de los hitlerianos buscaba una disgregación regional de Europa para aniquilar la estructura de las naciones históricas. De ese modo, se aseguraba la existencia de un Reich donde el único Estado constituido realmente fuera el alemán y el resto del territorio europeo, considerado área de interés vital, desde Polonia y Checoslovaquia a España y Portugal, fuese organizado según la división del trabajo. En este camino, España sería el jardín de Europa, cultivado, claro está, por las máquinas fabricadas en la Alemania nazi. Que a ese juego se prestara un PNV sin escrúpulos y sin luces – creer que podrían lograr ser un Estado independiente en ese Reich...– da una idea de cómo se parecían realmente los nazis y los seguidores de Arana.
En la actual Unión Europea, acabamos de vivir una tragedia política y judicial que nos revuelve las tripas y nos devuelve la mirada hacia esos sueños destructores de las viejas naciones. Lo vivido es que unas esperadas relaciones judiciales entre los tribunales de dos países, Alemania y España, se han convertido en la imposición doctrinal y política de Alemania a España sobre lo que es y no es un golpe de Estado, lo que es y no es violencia, lo que es y no es rebelión. No sólo ha sido un juez alemán de menor rango el que se ha erigido en corrector de todo un Tribunal Supremo de España. Es que sido una ministra socialista alemana la que ha dado pie a considerar que todo el Gobierno de Ángela Merkel está de acuerdo con que lo ocurrido en Cataluña durante estos meses no ha sido una rebelión y con que, seguramente, tampoco ha tenido como consecuencia una malversación de caudales públicos. Más de un fundador de la UE, desde Adenauer a Churchill, de Gasperi a Schumann y Monet , se estará revolviendo en su tumba. No era esto, no era esto.
Pero luego está la otra cara de la tragedia. Imagínense que fuera el caso de Escocia, o el de Irlanda del Norte, o el del Norte de Italia, o el de Córcega, o el de Schleswig-Holstein o el de una región de Grecia. Que se hubiera convocado ilegalmente –por inconstitucional– un referéndum para la independencia con dineros públicos y que un juzgado, pongamos, andaluz, por mor de las circunstancias de la fuga de sus responsables, espetara al Tribunal Supremo del país afectadi que de rebelión nada y que de malversación... ya veremos. Y que saliera el/la ministro/a de Justicia de España a bendecir políticamente la desautorización. ¿Cuántos rayos, centellas, truenos y potestades habrían caído sobre el Gobierno español y su desmán?
Pues ahí tienen lo que ha hecho el Gobierno de España. Enredado en el estúpido máster de Cifuentes y aplastado por la estructura de poder piramidal que sostiene a Rajoy, no reacciona, no hace, no dice, no levanta la voz ni da un puñetazo en la mesa. Como se abstuvo en Cataluña –recuerden cómo desde TV3 se ha transmitido la interpretación separatista a todo el mundo– y en tantas otras cosas. Estoy anonadado. Se ha abierto una vía de agua descomunal que puede hundir a la Unión Europea y a las naciones, que no regiones, que la componen. Debería haber un clamor por el adelanto electoral por estas y otras muchas razones, como vengo defendiendo hace meses, pero España es un páramo cuarteado por una sequía intelectual sin precedentes donde el interés nacional, que es el interés general, tiene muy pocos que le escriban.