Lo de Juan Espadas en el PSOE andaluz lleva camino de convertirse en la leyenda de una campaña sin nombre. Su biografía invita a pocos sobresaltos desde que fuera colocado hace muchos años en la Consejería de Medio Ambiente, seguramente por ser hijo de su padre, un militante socialista de toda la vida.
Y de ahí, a subir escalones de la política de la Junta hasta llegar a ser Consejero, dos veces, con algún ERE, el de Egmasa, de por medio y finalmente, delfín, pero no tiburón, de Pedro Sánchez por impulso del clan Toscano y Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, escudero parlamentario del jefe, con el que tiene pasados compartidos y que fue el que escuchó su nombre de labios de José Antonio Griñán ungiéndolo como candidato a la alcaldía de Sevilla. Ni que decir tiene que la propuesta destrozó los sueños de Alfonsito.
Amparado por Griñán llegó a ser senador, pero pocos conocen méritos políticos destacados en su trayectoria salvo el de estar a la sombra de Griñán primero, de Carme Chacón después, e incluso de Susana Diaz, para luego emerger de la penumbra con habilidad sinuosa. Aun así sacó el peor resultado de la historia socialista en la ciudad de Sevilla frente al popular Juan Ignacio Zoido en 2011, aunque el pecado peor fue el de su antecesor. Alfredo Sánchez Monteseirín. Luego ganó por la mínima y hasta hoy.
En el fragor del combate entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, su nombre fue emergiendo poco a poco, pero era bien conocido que era un componendas poco amigo de la luz del día y más afín a los tejemanejes tras las bambalinas dejando siempre a salvo su nombre y sus posibilidades. De ahí sus medallas a Alfonso Guerra y, al tiempo, al Arzobispo de Sevilla.
Le quedó una mala huella pasada en la contratación exprés de su señora, Carmen Ibanco, en la FAFFE hace mucho tiempo pero, como es sabido, lo pasado recupera presencialidad en un pispás. Descubierto hace años el enjuague, el escándalo de la FAFFE ha puesto el caso en las portadas de la prensa precisamente cuando menos lo esperaba.
Aún así, la debilidad que manifiesta su candidatura viene condicionada por tres factores de mayor envergadura política. Las dificultades para romper el actual gobierno aislando a Vox del dúo simpático, Juan Manuel Moreno y Juan Marín, es la primera de ellas. No parece que lo haya conseguido ni ha logrado que los andaluces se traguen el cuento del lobo fascista, léase Abascal, que sigue creciendo. Y encima, insinúa que podría sustituir a Vox en el apoyo a unos presupuestos de PP y Cs. Nadie lo cree, pero…le daña por la izquierda.
La segunda es la gran muralla tejida por Susana Díaz que obstaculiza su visibilidad como amo y señor del patio andaluz. Nada más había que ver a la trianera sentada en el Parlamento andaluz con su acta de senadora en el bolsillo para comprender que lo están sacando de sus cómodas casillas para forzarle a la actuación disciplinaria, algo que ya ha ensayado en Almería y otras taifas sin demasiado éxito con derivadas de convulsión interna.
La tercera es su asistencia estupefacta al bajonazo de su correligionario, el más amigo de Susana Díaz, Ximo Puig, que se hace hoy una foto histórica con Juan Manuel Moreno en el Palacio de San Telmo. Quieren coordinar esfuerzos que logren la reforma del sistema de financiación autonómica que él mismo Espadas se ha negado a encabezar porque era empitonar al gobierno de Pedro Sánchez. Ser tan suavón tiene sus costes aunque se haya hecho fotos con Puig para evidenciar que él está presente.
Como está demostrado que Andalucía y Valencia son dos comunidades muy perjudicadas por tal sistema – las dos están por debajo de la media nacional de euros por habitante que Fedea, resume El Mundo, sitúa en 2.833 euros y muy por debajo de los 3.321 de Cantabria (del País Vasco y Navarra ni hablamos) - , se esperaba de Espadas una estocada, al menos un pinchazo más agudo. Pero el sistema lo impuso un presidente socialista, Rodríguez Zapatero, y la ministra de Hacienda es María Jesús Montero, que es su amiga, la que lo ha asistido en su campaña antisusanista.
Ximo Puig, que tiene la Comunidad peor financiada de todo el Estado, hace lo que, en unos horizontes electorales indecisos, tiene que hacer previendo, por si acaso, que PP y Vox se pongan a crecer en Valencia, ayudados por Toni Cantó y otros peligros como su socia Oltra, y además de ganar en la capital, ganan del todo en todas las provincias.
No está claro por qué Ximo Puig se hace la foto con Moreno, salvo la presunción de que lo escenifica para debilitar a la oposición de centro derecha en Valencia, pero, para nuestro caso, lo que consigue también es desafilar las armas de Juan Espadas y conceder estatura centrista y moderada al gobierno andaluz, lo que va decididamente en su contra. Él sabrá.