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El interés real del PP del futuro

El PP debería dejar el gobierno de la Nación en manos del PSOE, sin Pedro Sánchez, y Ciudadanos.

Como soy escéptico sobre la capacidad de los partidos actuales de anteponer intereses nacionales a los propios, razonaré escuetamente para los que todavía tienen la cabeza en su sitio en el Partido Popular. Anticipo mi conclusión: es su interés real, a corto, medio y largo plazo, dejar el gobierno de la Nación en manos del PSOE, sin Pedro Sánchez, y Ciudadanos. Veamos.

El equipo dirigente del PP, hasta el estallido del caso Valencia, otro mazazo más, quería un gobierno presidido por Mariano Rajoy fundado en la aporía de ser el partido más votado. Esto le permitiría mantener políticas y puestos en la estructura administrativa del Estado y sostener la figura del líder y de su corte a pesar de haber perdido 66 diputados. Después de Valencia, Rajoy y su equipo deben haberse enterado ya –lo confiesen o no– de que tal operación es imposible. Tienen, eso sí, otras opciones relevantes posibles. De lo que no puede ser y además es imposible, pues eso.

Una, provocar la celebración de nuevas elecciones generales si es que pueden, vistiendo el santo como un segundo fracaso socialista, de Podemos y de la izquierda en general. Es una opción que, dada la desmoralización infecciosa del cuerpo electoral popular como consecuencia del peso de sus manzanas podridas, no es nada segura porque podrían obtener aún menos escaños que en diciembre de 2015 y propiciar un ascenso ya firme de Ciudadanos, presentado como centro nacional e incorrupto.

Dos, esperar que el sector más moderado del PSOE se imponga a Pedro Sánchez y permita un gobierno PP-Ciudadanos, sin Mariano Rajoy, algo que va a ser ya conditio sine qua non. Esta opción es la pérfida propuesta de Felipe González y Susana Díaz, además de otros. Se trata de una inteligente estrategia de aniquilación del PP como partido, no sólo del equipo dirigente actual. Un gobierno del PP en estas circunstancias tendría que apechugar con reformas pactadas y recortes bruselenses en tiempo tasado y maniatado tanto por Ciudadanos –al que el PSOE exigiría entrar en el gobierno para matar dos pájaros de un tiro– como por un PSOE que se presentaría como el nuevo centro entre la vieja derechona y los nuevos comunistas. Esto, en el caso de que fuera posible, se parece mucho a un suicidio político para el PP del futuro aunque retardaría la agonía de la actual cúpula dirigente.

Tres, dejar, e incluso impulsar desde las sombras, que gobierne Pedro Sánchez con Podemos y el separatismo. Esta opción tiene la ventaja de debilitar internamente al PSOE, pero tendría tres desventajas. Primera, que al PP del futuro le conviene un PSOE moderado y fuerte, no débil. Segunda, que los grandes beneficiados de la operación serían Podemos y el separatismo, algo que puede acabar con todo, incluso con la economía nacional y el kiosko democrático. Tercera, que tendrían que refundar el partido, algo forzoso, en condiciones adversas y que Ciudadanos, libre de corruptelas, lograría además un discurso más nítido a favor de la unidad de España que le permitiría seguir succionando las ubres populares.

Cuatro, abstenerse y dejar gobernar a una coalición PSOE-Ciudadanos sin Pedro Sánchez, lógica y recíproca conditio sine qua non exigible a los socialistas, algo que aplaudirá un sector relevante del PSOE. Se trata de la operación inversa a la predicada por Felipe González: un gobierno temporalmente abreviado, con reformas tasadas y acordadas y con la carga de aplicar los nuevos recortes que impone ya la Comisión Europea sin inestabilidad estructural e institucional. Ciudadanos perdería así la virginidad política nacional, mucho más si el presidente fuese Albert Rivera, y el PSOE se vería abocado a una crisis interna de la que el sector moderado y democrático debería salir fortalecido. Podemos, sin tocar poder ni dinero, se dividiría en facciones, dada su insuficiente organización, la usurpación leninista de las bases y el insultante personalismo de sus líderes. En este tiempo, el PP, desde el Senado, podría proyectarse como defensor del interés nacional cuando fuese menester dándole utilidad política a una Cámara discutible, y debería hacer su congreso abierto, renovar democráticamente su organización, sus valores, su discurso y su dirección e ir a las siguientes elecciones con opciones de victoria. Por si fuera poco, podría presentarse ante la opinión pública como un acto político de generosidad nacional sin precedentes.

Parece que esta última opción es la que mejor representa el interés real de un PP del futuro a pecho descubierto y sin tapujos. Otra cosa es que sea posible, porque, claro, el futuro nunca es lo que era ni debería ser, los partidos pueden suicidarse en primavera con todos sus filisteos dentro y del interés general de España no hablamos. ¿Para qué?

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