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Pedro de Tena

El espéctaculo nacional

No hay más camino que formar parte del espectáculo pasiva y mansamente u organizarse para enderezar este entuerto y reescribir el guión .

Que el mundo parece no tener sentido más que como espectáculo no es una tesis original de Guy Debord, como quieren sus cachorros actuales (no sólo los de "Podemos" sino los de todos los partidos políticos), cachorros que ignoran, al parecer, que su libro La sociedad del espectáculo data de 1967, va a hacer 50 años.

Polvo tiene ya. Mucho antes, en el Siglo de Oro, un tal Pedro Calderón de la Barca, bastante desconocido por fin gracias a la absurda o deliberada agonía de la educación en España, consideró el mundo como un gran teatro. De hecho, el Autor en la obra dice al Mundo: "...hoy prevenido quiero/ que, alegre, liberal y lisonjero,/fabriques apariencias/ que de dudas se pasen a evidencias."

O sea, que ya desde el siglo XVII español se sabía que todos formamos parte de este gran espectáculo que es la sociedad. Y antes, el Dante llamó "comedia" a su cosa. Y antes...En fin. Lo que ocurre es que en el desarrollo habitual del espectáculo no había tantos números ni tantos figurantes ni tantas repeticiones virtuales. Podía haber grandes números -guerras, revoluciones, descubrimientos... -, pero no una concatenación millonaria de numeritos, esto es, una sucesión de escenas cómicas o trágicas fingidas y representadas sin moderación.

Fíjense en esta última semana sin exhaustividad y sólo en la pista política del circo español. El cutre papelón de un Jordi Pujol, cabreado encima el ratero, afirmando que él nunca ha sido un político corrupto (risas) y de un Artur Mas, al día siguiente, atizando "heroicamente" a la Constitución con un golpecito de Estado (más risas); antes, lo del tal Sánchez y la competencia lingüística (estupor); Gallardón, al que no se le ha oído hablar del aborto en treinta años, dimitiendo, dicen que por ello. ¿O ha sido por otra cosa, tal vez relacionada con Cataluña? El nuevo ministro de Justicia, Catalá, que ya es arte el apellido, abogando por la singularidad catalana en la Carta Magna.

El Estado Islámico con tentáculos decapitatorios en Melilla mientras en Barcelona se proyecta una Mezquita en la plaza de toros. Susana Díaz saludando con La Botín yrecurriéndolo todo mientras aparece la financiación del PSOE y del PSC en los ERE de la mano de un testigo principal. RTVE, pollo sin cabeza. "Podemos" creciendo y Rajoy en China. Son sólo unos ejemplos. Pero, ¿cómo digerir este potaje sin vomitar de manera inmediata?

El problema del espectáculo nacional es que ya está siendo cansino e inútil. Aristóteles ensalzó la regeneración civil producida por la catarsis experimentada en los ciudadanos por el espectáculo de somismos y sus pasiones.

Pero aquí llevamos ya decenios comprobando cómo la presunta democracia española de la transición no era democracia - aquí el ciudadano individual importa un pito-, y lleva camino de no ser española por amputación traicionera. Más bien parece ahora, como los años, un acuerdo entre grupos de poder para comerse la tarta nacional sin respeto alguno de las leyes ni de la justicia. Pero no hay catarsis, sino catatonia.

No hay más camino que formar parte del espectáculo pasiva y mansamente u organizarse para enderezar este entuerto y reescribir el guión de la democracia española antes que los amantes de las dictaduras reescriban el texto nacional.

Recuerden el viejo dicho: el mal sólo crece cuando los buenos no hacen nada. Pero, vamos a ver, a dónde está esa gran alternativa, alternativa espectacular y con sentido comprensible, que necesitamos? (Silencio, se rueda y cuesta abajo).

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