Como no está la cosa en el PSOE para apretones de manos, digamos ya de entrada que utilizaremos el vocablo apretón para significar la "necesidad repentina y violenta de hacer de vientre". Este estrujón, a menudo embarazoso, provoca una prisa nerviosa por llegar cuanto antes al sanitario donde se alivia la angustia intestinal. Y, desde luego, nadie puede negar que las últimas horas de José Antonio Griñán al frente del PSOE, de la Junta y del PSOE andaluz tienen todos los síntomas de ser testigos de un apretujón acontecido al todopoderoso sátrapa del régimen andaluz por alguna contingencia externa no explícita. Hasta el más bodoque de los ciudadanos sabe, por experiencia, que las prisas no son buenas, si tienes prisa vístete despacio, si bien es sabido, asimismo, que el que da primero da dos veces y que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Pero el apretón existe, es intenso y ha convertido en urgente lo que podría haberse resuelto durante los tres años que faltan para el agotamiento de la legislatura. ¿Qué extraño suceso puede haber provocado esta apretura de tripas corazón que le ha llevado a abdicar en la figura de Susanita, la timonela malquerida que no tiene un ratón porque lo es, oh parto de los montes, en comparación con los viejos dinosaurios socialistas de Suresnes?
Tres grandes retortijones previos e hipotéticos explican la prisa. Uno primero, potente pero suave, es el producido por la ingestión de una sobredosis de Izquierda Unida, consecuencia funesta de la derrota electoral ante Javier Arenas en marzo de 2012. Lo que empezó siendo una estrafalaria puesta en escena con asaltos a supermercados o decretos expropiatorios escandalosos en Europa puede convertirse en una melena caudalosa de sinsentidos que conduzca a la convocatoria de nuevas elecciones en Andalucía. A la vuelta de la esquina, mayo de 2014, se sitúan las elecciones europeas, muy apreciadas por IU. Desde ahora a entonces, podría hacer sufrir a Griñán tanto escrache de pandorga que, a lo mejor, no se podría llegar a tiempo al trono. Véase por ejemplo una exigencia de más consejerías, más poder real o negarse a aceptar el déficit impuesto por el Gobierno Rajoy. Lo de separarse de los aliados en vísperas de unos comicios ya es una tradición de la hipocresía política nacional.
Otro torcijón, este en barriga ajena, es provocado por el caso Bárcenas. Ya nadie sabe lo que puede pasar. Hundido y encarcelado el atlético tesorero del PP, hay muchos que esperan en el tabanco nacional un cante por soleares o por bulerías que ponga patas arriba la letrina española y obligue a Mariano Rajoy a convocar elecciones generales anticipadas, aprovechándose ese momento para intentar volver a ganar en Andalucía sin la muleta de los comunistas de IU con los espontáneos de Sánchez Gordillo. Si por nada y menos UGT, CCOO e IU han pedido un referéndum pasándose el resultado de las urnas por el arco del triunfo, ¿qué pasará si Bárcenas encuentra ocasión, compás y pena y se arranca por carceleras tras unos tientos de dinero que dan vértigo?
Finalmente, Griñán sufre un eretismo en el mondongo que procede, por si no lo han captado, del atracón inmisericorde de escándalos y corrompimientos que tienen que ver con los ERE, con Invercaria, con Bahía Competitiva, con los fondos de formación, con los sindicatos de esa clase, que no es la trabajadora, y con lo que se olvida o lo que ha de venir. Se diga lo que diga, el que fuera consejero de Economía y Hacienda cebó, por decirlo al modo interventor, las partidas que posibilitaron toda esta mojonera. En el PP se analiza ya el escenario de la posible imputación de Griñán en uno o varios de estos sumarios, con las graves consecuencias nacionales que sobrevendrían: la dimisión de Griñán o su enquistamiento en el Gobierno. Si hace lo de Francisco Camps, tendría que ser con el permiso de una IU ya convertida en compañera con gananciales. Y con el de Rubalcaba. Si optase por la dimisión, provocaría un empacho tal en el PSOE –Griñán preside la Junta, pero también el PSOE nacional– que no habría papel suficiente para contener la diarrea.
Hay otras retorceduras menores, incapaces de provocar un apretón final, pero que sirven de ayuda. Desde provocar el hundimiento de Rubalcaba y forzar su retirada al jubilado de 70 años que será cuando acabe la presente legislatura, pasando por los problemas familiares inesperados que atoran su vida cotidiana o su cansancio ante las disputas internas de un partido que nunca entendió porque esperó saber sobrevolar, qué cuco, sobre el nido de sus cucos sin tener que pisar sus cagarrutas.
Si Griñán es Pepe el beato facedor de renovaciones generosas, o si es José Antonio Maquiavelo tratando de escapar de su destino final, el tiempo lo dirá. Pero la prisa que le ha entrado al que fuera un día un tal Griñán y ahora es excelentísimo indica un apretón de los gordos. Dios aprieta no ahoga, pero si aprieta un hombre en estas circunstancias puede ser que no llegue al excusado.