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De la utopía al desarrollo de la libertad

¿Cómo podría ser una España más liberal y abierta? A ver si alguien lo describe. Haría un favor.

Desde la revolución francesa cuando menos se ha concebido la política como salvación. Su aureola de remedio eficaz contra el mal social, contra los males de las personas y de la comunidad fue alimentada hasta la saciedad por el marxismo y el anarquismo, sobre todo. Sabido es que Marx descalificó como socialismo utópico a todos los proyectos de sociedad concebidos por los pensadores y agitadores anteriores a él por no considerar el peso de la economía en las relaciones sociales y políticas y por no tener en cuenta la historia y sus mediaciones hegelianas. Pero él mismo recayó en el utopismo sin justificación cuando situaba una sociedad comunista donde todos serían iguales y libres, por ese orden, tras el fin de la inevitable dictadura del proletariado .

Nuestras generaciones democráticas, los que nacieron a partir de 1950 y hasta 1980, aproximadamente, recibieron de las izquierdas el espíritu utópico que les hacía esperar de la política milagros, prodigios, justicias, libertades e incluso bellezas. Estas izquierdas prometían el paraíso que luego convirtieron en infierno en cuanto tuvieron la oportunidad de gobernar algo. Así, el capitalismo era el más malvado sistema jamás concebido por el hombre, aunque se reconocía que gracias a él había florecido un bienestar tan crecientemente amplio que puede decirse, sin exageración, que es el único sistema capaz de producir riqueza en abundancia. De hecho, la pobreza en el mundo ha disminuido. En datos del Banco Mundial, la tasa de pobreza extrema se redujo 10 puntos porcentuales en África al sur del Sáhara entre 1999 y 2010 y ahora es del 48%, una disminución impresionante en una década. En la región de América Latina y el Caribe, después de permanecer estable en aproximadamente el 12% durante las dos últimas décadas del siglo XX, la pobreza extrema se redujo a la mitad entre 1999 y 2010 y ahora se sitúa en el 6%. Como se ve, el capitalismo es un asco que funciona razonablemente bien a pesar de todo.

Hoy las izquierdas, conscientes del terrible ejemplo que han dado en los países en que triunfó su revolución radical, el comunismo, y en otros muchos países donde intentaron la ocupación del sistema desde dentro, carecen de energías utópicas y sustituyen su bandera por el espectáculo callejero y mediático sin la cientificidad intentada por Marx y Engels ni el fundamento histórico hoy despreciado por la arbitrariedad ideológica y política sin norte ni guía. De todos modos, las izquierdas siguen dominando el hemisferio sentimental de las multitudes convirtiendo en simplismos verbales sus propuestas políticas. Véase el último proyecto de resolver el paro en España propuesto por Rubalcaba como ejemplo superior de la tontería, subrayada incluso por su compañero Almunia.

A liberales y conservadores no les gustan las jergas utópicas, los mitos del hombre nuevo y las fantasías sobre la bondad natural de los hombres y de los trabajadores (cosa que el marxismo nunca creyó, y por ello habló de una mediación dictatorial). Bien, pero se echa de menos un dibujo de una sociedad en mayor medida liberal y abierta explicado con pedagogía y claridad. Ya sabemos que poco podemos esperar de esa política utópica que se sirve de dogmas falsos y mentiras sistemáticas. Pero necesitamos una nueva idea liberal de la política, realista, pragmática incluso, sincera, que haga que la inmensa mayoría de los ciudadanos sientan y comprendan a qué sociedad más ajustada a hechos, lógicas y realidades humanas podemos, debemos y, con suerte, acabaremos por querer ir, con metas y métodos sometidos a la racionalidad: hay cosas que funcionan y cosas que no funcionan y deben ser desechadas. Dicho de otro modo, mientras las izquierdas intelectual e históricamente derrotadas ponen a los liberales a caer de un burro en cualquier oportunidad, estos no son capaces de iluminar la cabeza y el corazón de la gente.

La política ha muerto como utopía. No se espera de ella la salvación, la felicidad o la gloria. Pero necesitamos que la política viva como motor de las libertades y las oportunidades concretas. Necesitamos que la libertad, este precioso don que tenemos los hombres, se haga visible para las mayorías como objetivo posible. ¿Cómo podría ser una España más liberal y abierta? A ver si alguien lo describe. Haría un favor.

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