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Pedro de Tena

De la imposibilidad para el ciudadano corriente de saber la verdad

No la verdad de Pilatos, trascendente, salvífica, religiosa, teológica. Tratamos de la verdad con minúscula, de la verdad civil.

No la verdad de Pilatos, trascendente, salvífica, religiosa, teológica. Tratamos de la verdad con minúscula, de la verdad civil. Una vez quise creer que era posible que los ciudadanos consiguiéramos conocer la verdad civil. No la verdad metafísica, esto es, el conocimiento de ser en tanto que ser y real. No la verdad matemática o lógica, esto es, el conocimiento del ser en cuanto es medible o reglable. No la verdad científica, esto es, la afirmación sometible a falsación y experimentación. No, nada de eso. La verdad civil, algo bien simple, la verdad de los hechos políticos y sociales sin más aditamentos. De forma bien sencilla: "¿Estuvo el presidente en la reunión que concedió una ayuda a fondo perdido a la empresa donde trabajaba su hija?". O formúlese así: "¿Han tenido los partidos políticos españoles, desde PSOE y PP a CiU, PNV, IU, UPyD, Ciudadanos, Partido Andalucista, etcétera, financiación no ajustada a la ley?".

Pues sí, señores, la verdad, civil incluso, parece imposible de conseguir por el ciudadano corriente y moliente. Primero, porque los ciudadanos del montón estamos ocupados, tenemos cosas que hacer, bienes que salvar y que defender, desde dar de comer a los hijos y educarlos, que no es poco, a pagar los impuestos para el sostenimiento de un edificio del que apenas nos beneficiamos, léase una Administración Pública politizada, multiplicada por dos y escasamente eficiente, la policía, las carreteras, la educación, la sanidad, los trenes, la formación para el empleo y demás. Segundo, porque conocer los hechos no es nada sencillo, mediados como estamos por la falta de tiempo, la ausencia de memoria y unas estructuras de comunicación ligadas a los partidos políticos y las instituciones del Estado.

¿Qué hacer, entonces, nos preguntamos aún algunos con una ramita de ingenuidad en el pico? ¿Se nos escapa el pájaro de la democracia de las manos? ¿Estamos matando al ruiseñor? Los jueces pueden exigir información complementaria, bancaria incluso. No así los ciudadanos de a pie, a los que se nos condena al prejuicio, a la doxa, a la opinión, esto es, a un juicio sin fundamento o al sentimentalismo visceral de creer lo que nos hace sentirnos más seguros de nuestras creencias. Ah, sí, esta semana ha habido un debate descomunal en las instituciones patrias. ¿Y qué? Los ciudadanos no podemos saber la verdad de lo que se ha cocido en esos escaños bien pagados porque no hay manera de saber si un golfo ha mentido una vez más, si un partido o más han hecho caso al golfo por interés, si un partido ha ocultado que el golfo ha dicho algo de verdad o si un periódico o dos han atendido al golfo por razones confesables o no. Tampoco si el golfo es golfo o no lo es. Dicho de otro modo, los ciudadanos no podemos estar informados de la veracidad de las cosas serias para decidir con racionalidad y eticidad. Y así, señoras y señores, ¿será posible la democracia? Meditación para este agosto de muerte.

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