
De Clara Campoamor, cuya vida merece la pena ser repasada por su esfuerzo y voluntad de ser más y mejor, se sabe que exigió y logró el derecho al sufragio de todas las mujeres en la II República con el apoyo de las derechas y contra socialistas y marxistas tan destacadas como Margarita Nelken y Victoria Kent que defendían lo contrario, por orden de una mayoría del PSOE, que ahora se apunta cualquier tanto, manipulación de por medio. La apropiación de la figura crítica e independiente de la Campoamor, es tan abundante como inmoral.
He leído, y anotado, una frase escrita sobre ella de su editor y traductor en español, Luis Español, que se refiere a la gran republicana: "Sincera y lúcida, doña Clara cultiva la veracidad como género. Mientras que los paniaguados de la dictadura marxista y luego los de la franquista afilaban sus plumas en la cursilería de la propaganda, Campoamor recurre a la sobriedad, a lo llano, muy terre à terre. Al contrario de tantos chantres de matanzas y espadones, Clara Campoamor rebosa de sensibilidad para los arrinconados de la historia, para los que pagan con su sangre los envites de los Grandes Hombres."
Frente a las increíbles demasías de género, tal y como se entiende hoy por esta izquierda que ni siquiera ha pedido perdón por negar el voto a las mujeres en la II República, y frente a sus estupideces "de género", que no son más que formas sibilinas de dotarse de causas para dividir a la sociedad y atacar la Constitución que ha igualado a hombres y mujeres, lo que tendrá incalculables consecuencias en el futuro, tómese nota de que el único género que nos debería importar es el de la veracidad, como a doña Clara.
Porque ya puestos a apropiarse de su discurso, a deformarlo y a ocultar la verdad histórica, a ver si reproducen en alguna parte el siguiente de sus textos de 1936, que no fue el único en los que denunció los desmadres de su República:
"El fantasma de un pronunciamiento militar, tan temido bajo la presidencia del Sr. Alcalá-Zamora y que no tomó cuerpo durante los cuarenta y siete meses de su mandato, estalló cuatro meses después de acceder el Sr. Azaña a la presidencia de la República.
Sin hablar de la grave situación creada en Madrid por las huelgas ya mencionadas, el gobierno se mostraba cada día menos capaz de mantener el orden público. En el campo se multiplicaron los ataques de elementos revolucionarios contra la derecha, los agrarios y los radicales, y en general, contra toda la patronal.
Se ocuparon tierras, se propinaron palizas a los enemigos, se atacó a todos los adversarios, tildándolos de «fascistas». Iglesias y edificios públicos eran incendiados, en las carreteras del Sur eran detenidos los coches, como en los tiempos del bandolerismo, y se exigía de los ocupantes una contribución en beneficio del Socorro Rojo Internacional.
Con pueriles pretextos se organizaron matanzas de personas pertenecientes a la derecha. Así, el 5 de mayo se hizo correr el rumor de que señoras católicas y sacerdotes hacían morir niños distribuyéndoles caramelos envenenados. Un ataque de locura colectiva se apoderó de los barrios populares y se incendiaron iglesias, se mataron sacerdotes y hasta vendedoras de caramelos en las calles. En el barrio de Cuatro Caminos fue horriblemente asesinada una joven francesa profesora de una escuela.
Estos hechos fueron denunciados en el Parlamento, y he aquí la lista de actos violentos, tal y como se imprimió en el Diario de Sesiones sin que el Gobierno los negara: Hechos acaecidos en plena paz y bajo el ojo indiferente de la policía, entre el 16 de febrero y el 7 de mayo de 1936, es decir, a los tres meses de gobierno del Frente Popular:
—Saqueo de establecimientos públicos o privados, domicilios particulares o iglesias: 17823.
—Incendios de monumentos públicos, establecimientos públicos o privados e iglesias: 178.
—Atentados diversos contra personas de los cuales 74 seguidos de muerte: 712.
He aquí la situación en la que se encontraba España tres meses después del triunfo del Frente Popular.
¿Por qué el gobierno republicano nacido de la alianza electoral se abstuvo de tomar medidas contra aquellos actos ilegales de los extremistas? No suponía más que un problema de orden público acabar con todos los excesos contrarios a su propia ideología y métodos. Si el gobierno se mantuvo pasivo es porque no podía tomar medidas sin dislocar el Frente Popular.
En cuanto a los partidos de derecha, un exceso de prudencia les llevó a silenciar a sus propios diputados. Sin embargo, el Sr. Calvo Sotelo denunció esos hechos ante las Cortes en un famoso discurso. Aquel acto le costaría la vida."
(Clara Campoamor, La revolución española vista por una republicana, edición de Luis Español Bouché, Ed. Espuela de Plata, 2005, capítulo 1). Sencillamente lo vivió. Es su memoria histórica, esta si.
Pues sea la veracidad el único género político respetable de la España democrática y constitucional para la que ya no hay hombres ni mujeres sino personas y ciudadanos. El artículo que no encuentra Carmen la de Cabra en la Constitución es el Artículo 14, que dice: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social." Y está doctorada en Derecho Constitucional. Lo digo en serio.