Mientras escribo, transcurre el bochornoso 1-O en España. El efecto de su golpe de Estado ha traspasado la región catalana por tierra, mar, aire y WhatsApp y se ha sentido en el corazón del resto de la nación española que ha comenzado a reaccionar. A partir de mañana, una de las primeras cosas que se han de hacer es conservar, animar y dar potencia a este nuevo sentimiento nacional y democrático. Hay que dejarse de tonterías. El separatismo no quiere diálogo. Quiere imponer su voluntad política a la manera nacional y socialcomunista, sin respeto a nada, ni siquiera a la infancia.
Por ello, a partir de mañana hay que alimentar y desarrollar la voluntad política de la inmensa mayoría de los españoles, dentro y fuera de Cataluña, para que este país sea real y definitivamente una nación unida, sostenida y defendida por un Estado democrático. Unas elecciones generales, con propuestas de futuro, serían lo mejor para clarificar dónde está la mayoría de los ciudadanos en este momento y poner a cada uno en su sitio. Ya.
Pero el bochorno debe pagarse. Hay que ver si a partir de mañana todos los que han organizado este vergonzoso y humillante espectáculo con trascendencia internacional van a seguir en sus puestos, desde el señor Puigdemont hasta el señor Trapero, pasando por la señora Forcadell o la señora Gabriel, y tantos otros y otras. Los que han conducido a toda una región española y a España entera a un terremoto civilmente desgarrador no pueden seguir detentando los poderes políticos que les permiten conducir el caos. El Poder Judicial tiene que intervenir de manera práctica e inmediata y, en el caso de que se convocaran unas elecciones autonómicas, todos los que han participado de un modo u otro en este dañino esperpento autoritario no pueden estar habilitados para ejercer ni cargo ni empleo público, cuando menos preventivamente, hasta el dictado de sentencia. ¿O es que en España por robar un melón se va a la cárcel y por hacer lo que se ha hecho con millones de ciudadanos no pasa nada?
Finalmente, a partir de mañana, los partidos políticos españoles que tienen asiento en las Cortes Generales tienen que asumir sus responsabilidades por este grave incidente que pretendía ser el primer paso para la liquidación de España como nación y de la democracia como régimen de gobierno. Singularmente, el señor Rajoy y el señor Sánchez deberían meditar seriamente sobre la conveniencia de su retirada de la vida política. El primero, por haber consentido que la sedición haya podido consumarse, al menos como espectáculo, ¡por segunda vez! El otro, sucesor de un señor Zapatero que abrió la puerta a toda esta locura, por alimentar la ambigüedad de España como nación de naciones y ser incapaz de pronunciar y respetar la letra E que su partido lleva en el nombre. En cualquier caso, es necesario que PP, PSOE y Cs y los que quieran sumarse proyecten en común el futuro democrático de una nación española, con las reformas que hagan falta, para que este tipo de humillaciones a los ciudadanos españoles no puedan tener cabida nunca más.
Y eso ya. A partir de mañana. Que se acabe la fiesta del totalitarismo y continúe la marcha de la democracia española. Y si no se tienen huevos para hacerlo, que se negocie un Catalexit, un Euxit y los más que sean precisos, cojamos del armario de la Historia un traje negro y preparémonos para el funeral por la vieja nación española haciendo votos por el nacimiento de la nueva, que la habrá. No tengo la menor duda.