¿Qué se puede esperar de un Gobierno que pacta con ERC y con Bildu? ¿Respeto a las resoluciones judiciales? ¿Respeto por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado? Habría que ser muy ingenuo porque la sustancia de ERC consiste en socavar el crédito de la Justicia por la obvia razón de que su líder está en la cárcel por golpista. Y la sustancia de Bildu es representar a aquellos que ejercieron la violencia terrorista, que se cebó especialmente con la Guardia Civil y la Policía Nacional. Que con esos bueyes Sánchez y sus ministros mostraran una cierta empatía hacia jueces y agentes sería un auténtico milagro.
Con el PSOE y Podemos, que ni siquiera se molestan en disimular, la independencia judicial y la existencia de la Guardia Civil corren un serio peligro. El informe elaborado por agentes del Instituto Armado sobre la manifestación del 8 de Marzo y el coronavirus forma parte de un sumario en teoría secreto, pero campa por las redacciones de los medios afines al Gobierno para tratar de condicionar la actuación de la juez Carmen Rodríguez Medel. La jugada sucia es manifiesta. Atacan la profesionalidad de la Guardia Civil y advierten a la magistrada sobre las consecuencias de investigar al Gobierno con la cabeza del coronel Diego Pérez de los Cobos expuesta en una picota. Funcionan como la mafia.
Las descontroladas reacciones del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, los alardes de matonismo chuleta de Pablo Iglesias (que lo mismo presume de que su padre militó en un grupo terrorista como que amenaza a Cayetana Álvarez de Toledo por ponerlo de manifiesto) y la frenética y compulsiva relación de Pedro Sánchez con la mentira revelan a las claras que este Gobierno está dispuesto a llegar hasta donde haga falta para no asumir ninguna responsabilidad por los miles de muertos que se pueden atribuir a su frívola irresponsabilidad, rabiosa incompetencia y pavorosa inconsistencia, que está dispuesto a hacer lo que sea para aferrarse al poder. Y ese lo que sea incluye satisfacer las vengativas demandas de golpistas y exterroristas que no arrepienten precisamente de su pasado sino que lo exhiben con amenazante orgullo.
Un Gobierno de personas decentes no aceptaría los votos de según qué partidos, ni jugaría a la contabilidad creativa con los muertos por coronavirus, ni les habría dicho a sus ciudadanos que las mascarillas no valen para nada, ni destituiría a un guardia civil por preservar el secreto de las investigaciones judiciales. Estamos, sin embargo, ante otro tipo de Gobierno, un Ejecutivo sustentado por unas minorías que lo que quieren es cambiar de régimen como paso previo a destruir España. De ahí los ataques a la Corona, al Poder Judicial y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de ahí el intento de socavar los cimientos de la democracia en España para convertir el país en una cochiquera al gusto de Podemos, ERC y Bildu, a fin de que Sánchez se perpetúe los sábados en Radio Televisión Espantosa. Y ni siquiera les da vergüenza. Es más, dicen que los golpistas son los otros.