Son tantas y de tan grueso calado las barbaridades que perpetra el Gobierno que muchas de ellas pueden pasar desapercibidas o actuar como cortinas de humo de la ingente tarea de demolición de España a la que se ha entregado Pedro Sánchez con todas sus fuerzas. No es casual que haya nombrado ministro de Política Territorial y Función Pública a un personaje, Miquel Iceta, que tuvo el cuajo de declarar que en España hay ocho naciones según los estatutos de autonomía y nueve si se cuenta el preámbulo del estatuto de Navarra. Como es obvio, en semejante contabilidad España no es nada frente a Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco, Navarra y Cataluña.
Sin embargo, Sánchez no necesita a Iceta, igual que le sobraba la anterior titular de la cartera, Carolina Darias, a la que ha mandado a tapar muertos en el Ministerio de Sanidad para cubrir la salida de ese estajanovista de la incompetencia que es Salvador Illa. El presidente del Gobierno se basta y se sobra para las operaciones de mayor calado. Y entre el embate de la pandemia, la operación Illa en Cataluña, el nombramiento de Iceta y el positivo de Iván Redondo, Sánchez dispone de las suficientes zonas de sombra y frentes abiertos como para abordar sin molestias la entrega de las competencias en materia penitenciaria al Gobierno autonómico vasco.
No será el País Vasco la primera de esas supuestas naciones de Iceta que tenga la llave de las cárceles. Cataluña ya dispone de tales atribuciones, lo que permite a los golpistas presos llevar una vida bastante relajada, toda vez que los actuales responsables de las prisiones son sus subordinados políticos. No en vano a la prisión donde se encuentran se la conoce como el Gran Hotel Lledoners. Así es que cuesta poco imaginar en qué se pueden convertir las cárceles del País Vasco para esos etarras a los que el nacionalismo vasco no considera asesinos sino "gudaris" (soldados).
El traspaso está prácticamente cerrado. Formaba parte del precio del apoyo del PNV y Bildu, el partido de los etarras, a los Presupuestos. Y ya que están en tratos Sánchez y el lendakari Íñigo Urkullu, en el mismo paquete se negocia que sea el Gobierno vasco quien disponga a su antojo de la parte correspondiente de los millones de la Unión Europea, así como del llamado ingreso mínimo vital. Pero falta la guinda, el estacazo definitivo, el colofón a tanto desafuero, un redoble de tambores final que dinamite en el imaginario colectivo la idea de España. Y para ello nada mejor que una apelación directa a las emociones y los sentimientos, la independencia deportiva del País Vasco.
Pedro Sánchez, alias el Sepulturero, está dispuesto a permitir que el País Vasco disponga de selecciones nacionales, empezando por la de fútbol. Habrá quien objete que el fútbol no es importante y llevará razón, pero es que todo lo importante, sustantivo y material ya está en manos del Gobierno vasco, de modo que sólo queda por rendir cosas simbólicas, como la representación deportiva de España. La federación vasca de fútbol ha hecho ya una petición formal ante la FIFA y la UEFA para ser reconocida como una nación y tener derecho a una selección que compita incluso contra la selección nacional. Ahora cuentan además con la complicidad de Sánchez.
Como en el caso del Reino Unido, antecedente que tanto se cita, los clubes vascos deberían abandonar la liga nacional para formar su propia competición por equipos, igual que en Gales o en Escocia. Sería una lástima que la Real Sociedad, el Bilbao o el Éibar se vieran obligados a jugar contra el Amurrio, el Bermeo o el Zumaiako, grandes entidades, sin duda, pero sin el tirón del Real Madrid, el Atlético, el Sevilla, el Valencia o el Cádiz. Seguro que el nacionalismo catalán se suma a la reivindicación. De hecho, es una vieja aspiración del separatismo. También será una lástima, sobre todo por el Español, desde hace unos años Espanyol para satisfacer al antedicho separatismo.
Todo esto no será óbice para que el PSOE y el PSC traten de vender la burra de que Salvador Illa se presenta a president para acabar con el procés. Sí, sí, seguro.