Todo eso de cortar carreteras, quemar neumáticos, asaltar cabinas de peaje de las autopistas y perjudicar a cientos de miles de conductores formaba parte de la "semana de la dignidad" de los Comités de Defensa de la República (CDR), los mismos grupos que atacaron a los Mossos el día después de la detención en Alemania de Puigdemont porque no les dejaban asaltar en paz la Delegación del Gobierno en Barcelona.
La imprescindible Pilar Rahola, autora de la biografía de Mas El rey Arturo, conductora en TV3 del espacio Hola, Rahola, columnista estrella de La Vanguardia y consejera de cabecera de Puigdemont, considera que los CDR son "un movimiento cívico, transversal y con gente de buena fe". "
"¿Radicales?", se preguntaba indignada la musa de la paella de Trapero en la televisión del régimen. Para nada y todo lo contrario, respondía ella misma. Según su idílica versión, los CDR son una muestra de la vitalidad del tejido asociativo de la sociedad civil catalana, expresión depurada de un activismo cívico, pacífico y festivo. Lo que viene siendo el proceso.
Equiparar a los encapuchados separatistas con una organización humanitaria puede parecer una grosera manipulación de la realidad, mas no en Cataluña. En la república en pause, quienes pegan fuego a los contenedores o golpean a un niño por llevar una bandera de España no existen y en caso de que existan, se tratará siempre de infiltrados ajenos a la causa, piolines de paisano empotrados por el Estado para criminalizar las imaginativas actividades que se cuecen en el independentismo y se propagan vía TV3.
La disparatada teoría de que los CDR son unos pacifistas de tomo y lomo funciona. Funciona tan bien que a Xavier Domènech, líder parlamentario de Catalunya en Comú-Podemos, le ha caído la del pulpo por mostrar ciertas reticencias ante la utilidad ese conglomerado de descerebrados. A la pregunta de La Vanguardia "¿Apoya las acciones de los autodenominados CDR?", Domènech contestaba lo siguiente:
El camino que puede llevar a expresiones de conflicto violento no creo que nos ayude. Por tanto, no.
Cabe suponer entonces que para Domènech "el camino que puede llevar a expresiones de conflicto violento" no es el problema, sino su contribución real a la causa. Que no ayuda, vaya. Sea como fuere, horas después pasaba del rechazo al entusiasmo con el siguiente mensaje en Twitter:
Mal expresado por mi parte, ninguna criminalización a la protesta ciudadana.