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Que alguien proteja a Reyes y a Mercedes

La actualidad ha puesto bajo el foco a estas dos mujeres socialistas, tan incapaces.

La actualidad ha puesto bajo el foco a estas dos mujeres socialistas, tan incapaces.
EFE

La actualidad ha puesto bajo el foco a dos mujeres socialistas, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, y la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González. Las escenas de dolor de los ciudadanos de La Palma ante las pérdidas causadas por la erupción volcánica ponen de relieve la inconveniencia de aquellas palabras de la ministra en relación al "espectáculo maravilloso" de un volcán en acción y su carácter de "reclamo para los turistas". En cuanto a González, ella es quien permitió que un centenar de descerebrados se paseara impunemente por el barrio madrileño de Chueca coreando consignas contra los homosexuales y los inmigrantes.

De momento, estos son los dos últimos grandes éxitos del socialismo gobernante, pero no sería extraño que cuando se publiquen estas líneas ya sean historia por la irrupción de nuevas hazañas a cargo de Grande-Marlaska o Teresa Ribera, verdaderos fenómenos del Ejecutivo de Sánchez. Por no hablar de Yolanda Díaz, Garzón, Montero o Belarra.

El caso es que Reyes Maroto (de la que no se conoce más aportación que aquellas fotocopias del cortaúñas convertido en faca bandolera que un pobre y conocido orate le mandó a modo de amenaza) ha demostrado estar perfectamente incapacitada para el cargo que ocupa por sus palabras ante la catástrofe en La Palma. Y es que sus palabras sobre el "espectáculo" piroclástico evidencian una soberbia ausencia de empatía, de prudencia, de sentido común y de inteligencia que resulta incompatible con el ejercicio de cualquier cargo público.

La ministra ya quedó retratada con lo de la navajita plateá, por lo que el episodio del volcán agudiza la hemorragia de su nula capacitación. Pedro Sánchez no debería permitir que doña Reyes Maroto pase más vergüenza. Cesarla sería un acto de misericordia, de bondad, de protección y de magnanimidad con una mujer que en el fondo no tiene la culpa de nada, que habla porque tiene boca y ya.

Lo mismo ocurre con la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, aunque su caso es mucho más vidrioso. Al igual que no se puede imputar en exclusiva a la exministra de Exteriores Arancha González Laya la operación Ghali, el jefe del Polisario, tampoco sería justo culpar solo a González del espectáculo de este pasado fin de semana en Chueca.

La maniobra es de antología del disparate. Para insistir en que la homofobia es un problema galopante tras el bulo de Malasaña, nada mejor que permitir y tal vez instigar que un centenar de sujetos sin un pelo de listos se paseen por el barrio rosa de la ciudad con sus banderas nazis y sus botas martens. Ni al que asó la manteca se le habría ocurrido semejante cosa. Ahí asoma la sombra de Marlaska, pero a la delegada le está cayendo la del pulpo porque cada vez que habla es para decir chorradas como que la Delegación del Gobierno no puede prohibir manifestaciones. ¿Y entonces qué será lo próximo? ¿Una contramarcha talibán el 8-M para demostrar las teorías de Irene Montero sobre el machismo en España?

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