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Puigdemont y Khashoggi, Tejero y Junqueras

Si Tejero, Milans y los demás hubieran tenido los medios de Puigdemont, Junqueras y compañía, la historia habría sido otra.

Si Tejero, Milans y los demás hubieran tenido los medios de Puigdemont, Junqueras y compañía, la historia habría sido otra.
EFE

Ahora que ha pasado un año se hacen muchas bromas sobre la republiqueta catalana, el "brindis al sol", según la expresión de la consejera fugada Clara Ponsatí, que retiene a nueve golpistas en prisión y a cuatro o cinco fuera de España. La versión de los hechos más extendida es que a los separatistas se les fue la mano y no calcularon la reacción del Estado, que sólo querían negociar y que la prueba de ello es que en vez de aplicar las famosas leyes de desconexión y empezar a firmar decretos en nombre de la república, ni publicaron la independencia en el Diari Oficial y se fueron de fin de semana porque ni ellos mismos se tomaban en serio.

Hay cierta propensión en la actualidad a poner en duda que lo ocurrido el pasado octubre en Cataluña fuera el intento de culminación de un golpe de Estado, pero es que si Jaime Milans del Bosch hubiera contado con los medios de los separatistas, la salida de los tanques por Valencia el 23-F hubiera pasado por la típica maniobra de mantenimiento para que no se oxide el material, nada que ver con los sucesos del Congreso. Hasta Tejero habría salido bien parado con una prensa como la que rema a favor de considerar lo ocurrido en Cataluña una mera trastada. Es la misma que publica las místicas cartas a los separatas del beato Junqueras y denuncia al tiempo que un hijo de Tejero es cura y oficia misas de la Guardia Civil a las que van su padre y un hermano benemérito.

En realidad, si Tejero, Milans y los demás hubieran tenido los medios de Puigdemont, Junqueras y compañía, la historia habría sido otra. Seguro que habrían cambiado una generación de adoctrinamiento escolar por los cuatro tanques y cinco metralletas con las que agujerearon (simbólicamente, diría un abogado separatista) el techo del Congreso. Pero los golpistas de ahora no entran en los Parlamentos sino que salen de ellos. Hay muchas más diferencias. Por ejemplo, la televisión pública catalana presenta y entrevista a terroristas, golpistas y ambas cosas a la vez como si fueran héroes de la paz y la democracia, mientras que Tejero, Milans y Armada jamás gozaron del favor de medios públicos o privados de relevancia. Eran otros tiempos, la democracia estaba tierna.

Un año después del último golpe de Estado, todavía no ha sido motivo de estudio, análisis y controversia cómo fue posible que uno de sus grandes protagonistas, Carles Puigdemont, se pudiera fugar a Bélgica dos días después de haber proclamado la república catalana en las escalinatas del Parlament a dúo con Junqueras. Puigdemont se paseó por Gerona el día después como si a Tejero le hubieran dejado marcharse a su casa después de salir por una ventana del Congreso. Luego les dijo a sus consejeros que el lunes les quería ver a todos en sus despachos en una cumbre celebrada en una masía del sur de Francia en la que habría estado hasta Pujol. Después volvió a Gerona, se tumbó en el asiento de atrás de un coche y se fue para Bruselas conducido por un sargento de los Mossos que ahora cobra el triple como asesor del consejero de Interior, Miquel Buch.

A pesar de todo y más, como las delirantes condiciones de encarcelamiento de los golpistas en las prisiones catalanas que dirigen sus subordinados, la propaganda separatista insiste en pregonar que España es una dictadura, que Felipe VI no tiene nada que envidiar al príncipe Ben Salman y que entre Sánchez y Erdogan no hay diferencias. Y ahí es cuando alguna gente se da cuenta de que el catalanismo está en la prehistoria de las fake news, que es una especie de Atapuerca de los bulos, porque España fue una dictadura, entre muchas otras cosas a lo largo de su historia, el Rey fue príncipe y Pedro Sánchez es un presidente.

Si España fuera lo que dicen, Puigdemont habría sido carne de Khashoggi y no habría cuatro o cinco "exiliados", sino cuatro mil o quinientos mil. La población residente en Cataluña sería tratada en España como los kurdos en Turquía (tanto o más descuartizados sus dirigentes como el disidente saudí), no seguiría en pie la escola catalana, ni mucho menos TV3. España, hoy, es una delicada monarquía parlamentaria que representa más de cuarenta años de convivencia en libertad, vida y paz, expresión de una cierta armonía imperfecta, pero generalmente considerada como un país plausible, tranquilo, estable y seguro, uno de esos pocos sitios del mundo en el que un individuo puede ser lo que quiera y tener asistencia médica.

En el colmo de la frivolidad, cuando los separatistas entendieron que sus 17.000 funcionarios armados, el cuerpo de Mossos d'Esquadra, no estaban dispuestos a seguir con el "farol" (otra expresión de Ponsatí para rebajar el golpe), sus actuales líderes intentaron un golpe de luz de gas en Twitter en la esperanza de que sea cierto que el resto de españoles son gilipollas. Un tuitero con apellidos de raigambre catalana que se presenta en la red social como "Oriol Güell i Puig, el nom (nombre) no se escull (elige)" ha tenido el arrebato de recopilar los mensajes que emitieron el día después de la proclamación de la república insignes dirigentes golpistas. A tenor de los textos, la república catalana era un ente tan estatal, real y concreto como el Principado de Andorra. De hecho, el actual presidente de Cataluña, Quim Torra, llegó a decir el día después de la proclamación que, "de verdad, dejar de ser independentista es relajante" y que en realidad a él, ahora que eran independientes, los pasaportes no le importaban ni mucho ni poco.

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