De hacer caso a los teólogos de nuevo cuño, cabría objetar que el padrenuestro no se atiene a los criterios de igualdad de género. Debiera habilitarse una comisión mixta entre el Congreso de los Diputados y la Congregación para la Doctrina de la Fe al fin y al efecto de establecer un protocolo litúrgico que alumbrara una oración en plan "madre y padre nuestros y nuestras" y adaptase los ritos católicos a la sensibilidad y los criterios laicos, agnósticos y aun ateos (y ateas). En un funeral de Estado, por ejemplo, podría resultar no sólo justo sino necesario que los miembros de la mesa del Parlamento ejercieran de monaguillos y advirtieran al oficiante de cuándo es el momento adecuado para la consagración, qué lecturas son las idóneas, el contenido de la homilia y la extensión de la misa. También pudiera resultar conveniente una enmienda transaccional por la cual la Marcha Real pudiera ser sustituida por el Himno de Riego o el "Yesterday" de los Beatles.
En la estela del acreditado vaticanista José Bono, Rosa Díez exhibe una capacidad para el dogma y el canon que a falta del más mínimo conocimiento sobre el tema es digna de asombro y hasta admiración. Por su osadía, claro, consistente en enseñar a los curas a dar hostias. Bien aparecida sacerdotisa del "prometo" frente al "juro", Rosa Díez y afamados teólogos como el Gran Wyoming y el del medio de Muchachada Nui han decidido que el Himno Nacional en un funeral de Estado les pone los pelos como escarpias. Como todas sus consideraciones tienen un carácter tan constructivo, están fundadas en profundos conocimientos doctrinales y les asiste una cultura entre vasta y enciclopédica harían bien el Papa y el Colegio Cardenalicio en tomar cartas en el asunto y ponerse manos a la obra para que las misas con políticos se atengan a estrictos códigos aconfesionales y los curas, además de no meterse en política, no se metan ni en lo suyo.
Va a resultar muy complicado. Debe tenerse en cuenta que los Funerales de Estado son Funerales de Estado y no Estados de Funeral, que lo religioso va por delante de lo político, que en España hay más católicos que cienciólogos, al menos de momento, y que la Iglesia no ha de pagar a la SGAE por utilizar la Marcha Real, que se sepa.
Se ha denunciado también la alusión del arzobispo Rouco Varela a la Guerra Civil. Gran escándalo el del mitrado metido en política. Sin embargo, las reacciones en contra del sermón sugieren lecturas alternativas que no dejan precisamente en buen lugar a los críticos del expresidente de la Conferencia Episcopal. Ahora va a resultar que sólo personalidades de la solidez intelectual de Jordi Évole, Pilar Rahola o el conseller Homs pueden mentar la Guerra Civil en vano, que los católicos deben creer en el derecho a decidir y que los curas no están para decirle a la gente que se dé la paz y no la guerra. Realmente asombroso, aunque no tanto si se atiende al hecho de que estudios, estadísticas y reputadas pruebas científicas demuestran que de comprensión lectora andamos entre flojos y analfabetos funcionales. Obtusos en general.
"[Suarez] buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la Guerra Civil y los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar". Esta es la frase de Rouco. Le ponen la música de la roja al revés y atufa a azufre. De no creer.